Capítulo 84
Los caballeros llevaban trajes elegantemente cortados, mientras que cada dama lucía su mejor
atuendo.
Todos parecían desplazarse con mucha facilidad.
Se acercaban cada vez más al salón de banquetes.
La sola idea de que, a excepción de ella, cada persona de este lugar pertenecía a la alta sociedad hizo que Martina se sintiera extremadamente nerviosa, apretando la mano del hombre que la acompañaba.
Eugenio, sintiendo su ansiedad, cubrió suavemente su mano con la suya, diciéndole con un tono tranquilizador: “No te preocupes, estoy aquí para cualquier cosa, confía en mí.”
Esas palabras funcionaron como un bálsamo temporal para su nerviosismo.
Justo cuando llegaron a la entrada de la sala de fiestas, Eugenio le dio otra palmadita tranquilizadora en la mano, asegurándole: “Aquí nadie se atrevería a faltarme al respeto. Eres mi novia, los demás solo aplaudirán todo lo que digas o hagas.”
Con cada palabra, su tono era suave y estaba lleno de ternura.
El corazón de Martina se saltó un latido.
Pensó que, si él decidiera dedicarse a la actuación, sería un excelente actor.
Por un momento, se permitió creer que realmente era su novia.
Protegida por él, cobijada por él, amada por él…
Su actuación se hizo más evidente al entrar en el evento, donde Martina pudo sentirlo mucho
más.
Nada más entrar al lugar, la gente se acercó a saludar.
Independientemente de lo que se discutiera, siempre había una pregunta dirigida hacia ella.
“Sr. Hernández, es la primera vez que lo veo acompañado de una dama en una cena. Ella debe ser muy especial, ¿verdad?”
“Sr. Hernández, esta bella dama que lo acompaña es…”
“Sr. Hernández, ¿no me va a presentar a esta hermosa mujer?”
Las preguntas variaban.
Pero la respuesta de Eugenio siempre era la misma.
Él decía: “Ella es mi novia, Martina López.”
No importaba cuántas personas le hicieran preguntas, ni cuántas veces lo hicieran.
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Capitulo 84
Él respondía una y otra vez, con mucha seriedad en su voz.
Después de que una pareja de mediana edad preguntara por Martina, la mujer agregó sonriente: “Sr. Hernández, antes nunca se le veía acompañado de ninguna mujer, y ahora que la trae a una cena de compromiso, ¿será que también hay planes de boda en el aire? Cuando se casen, asegúrense de invitarnos. Les enviaremos un gran regalo sin falta.”
Durante todo este tiempo, Martina mantuvo una hermosa sonrisa en su rostro.
Pero al escuchar esta pregunta, su sonrisa se tensó ligeramente.
No le importaba, pero tenía miedo de que a Eugenio le resultara difícil responder a esa
pregunta.
Él la miró y sonrió, diciendo: “Eso dependerá de cuándo ella decida casarse conmigo. Si acepta comprometerse esta noche, mañana mismo enviaré las invitaciones a todos los presentes.”
La mujer que hizo la pregunta miró a Martina, diciendo: “Ay, Srta. López, encontrar a un hombre tan bueno como el Sr. Hernández es como buscar una aguja en un pajar. No lo pienses más, acéptalo pronto para que podamos celebrar su boda.”
Eugenio volvió a hablar por ella. “Estas decisiones deben ser tomadas con calma. No tengo prisa. Esperaré pacientemente a que lo considere bien.”
El corazón de Martina se sentía como si una mano invisible lo estuviera apretando.
Con cada intercambio de palabras entre ellos, esa mano se cerraba cada vez más.
Su corazón empezó a doler.
De repente, comenzó a detestar a Eugenio.
¿Cómo alguien podía ser tan sincero al mentir como cuando decía la verdad?
Justo cuando la pareja se alejaba y Martina estaba a punto de hablar para persuadir a Eugenio…
“¡Marti!”
Martina siguió la dirección de la voz.
Cecilia y su esposo, Rafael Hernández, estaban de pie a unos metros de distancia.
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