Capítulo 40
El restaurante estaba situado a orillas del río de Clarosol, justo enfrente de los rascacielos iluminados con un espectáculo de luces coloridas. La mesa donde se sentaron Eugenio y Martina tenía la mejor vista, justo al lado de la ventana. Cuando el camarero les trajo el menú, Eugenio recomendó, “Este lugar es famoso por su versión mejorada de la cocina de oriental, pide lo que te guste.”
Martina examinó el menú, lleno de platos clásicos asiáticos, muchos de ellos picantes. Recordaba haber intentado pedir ese tipo de comida cuando estaba con Fernando, pero él, despectivamente, le quitó el menú de las manos, con una expresión de disgusto en su rostro: “Se nota que no sabes pedir comida, este plato no es de alta clase, nadie lo pediría.” Desde entonces, Martina había perdido la confianza para elegir los platos.
Eugenio, al ver que no decía nada, pregunto: “¿Quieres pedir carne en salsa picante otra vez?”
“Es como si siempre pidiéramos eso…”
“Siempre hay un plato que te gusta en cada restaurante. Eso significa que tienes mucha suerte.” Eugenio tenía un tono cordial. Solo con esas palabras, le dio a Martina la confirmación que necesitaba.
“Está bien. Entonces pediremos eso.” Martina se dio cuenta, al decir esto, que cuando está con Eugenio, se siente completamente relajada. No necesitaba preocuparse demasiado, ni temer que sus palabras fueran rechazadas.
Solo pidieron tres platos en total. Dos con carne y uno vegetariano. Eugenio se adelantó a comentar: “Es demasiado. No podemos comerlo todo. Sería un desperdicio.” Martina se sintió conmovida al escuchar estas palabras. Parecía que ni Fernando ni sus amigos entendían el concepto de desperdicio.
La comida llegó muy rápido. Martina disfrutó mucho de los platos. Incluso se sirvió otro tazón de arroz. Cuando la cena estaba llegando a su fin, el camarero limpió la mesa y trajo un postre para ambos. Martina estaba a punto de probar la crema del postre con su tenedor cuando…
“¡Vaya! ¡Mira eso!” Alguien de una mesa cercana exclamó. Martina miró instintivamente hacia la ventana. Un espectáculo de drones estaba teniendo lugar en el cielo de la ciudad.
Primero, los pequeños drones formaron la figura de un Quetzalcoatl, la serpiente emplumada de leyenda, y una niña. El Quetzalcoatl parecía estar explorando en su bolsillo, sacando finalmente un objeto llamado “Cinta del Tiempo“.
Cuando la niña se ponía la cinta, el cielo se nublaba si estaba triste, pero cuando estaba contenta, el cielo se convertía en un sol brillante. Los drones se transformaron en un sol, un arco iris, girasoles. Al final, los drones formaron una frase: “Deseo que siempre tengas buen tiempo y buen humor.”
Martina disfrutó en silencio de todo el espectáculo de drones. Ella no sabía para quién estaba diseñada la presentación, pero definitivamente le afectó. Ella pensó, su vida en el futuro sería
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Capitulo 40
tan deslumbrante como un cielo con arco iris después de una tormenta.
Después de la cena, Martina le pidió a Eugenio que la llevara a la casa de Ximena. Cuando la limusina llegó al edificio, Ximena justo había terminado su yoga nocturna en el balcón. Ella vio a Martina bajarse de un coche lujoso y casi se le cae la mandíbula por la sorpresa. Como estaba oscuro, no podía decir de qué marca era la limusina. Automáticamente, concluyó que Martina había vuelto con Fernando en un despiste.
Tan pronto como Martina abrió la puerta, fue detenida por Ximena: “Amiga, ¿en serio? ¿Cómo puedes haber vuelto con Fernando?”
“No, no estoy con él.”
¿Y quién es el que te acaba de dejar en casa?”
“Él… él es Eugenio, el tío de Fernando.” Martina se explicó honestamente, “Es el dueño de ese gemelo.*
¿Eugenio Hernández?!” Ximena se quedó boquiabierta, “¿Sabes lo importante que es Eugenio en Clarosol, no, en Solarenia? ¿Cómo podría llevarte a casa? ¿Estás segura de que no te están engañando?”
