Capítulo 4
Ét sabía que, sin importar con quién saliera, al final la única a la que querría llevar a casa sería a Martina. Además, esa muje Carecía de carácter, al igual que de firmeza, el día anterior armó un escándalo para terminar, pero hoy regresó mansamente, le eligió la ropa y le preparó el desayuno.
Después de cambiarse, Fernando bajó las escaleras.-
“Sr. Hernández, el desayuno está listo. ¿Desea que se lo lleve ahora?” Sara, la empleada, salió de la cocina.
“¿Sara?” Fernando no pudo evitar fruncir el ceño, “¿Dónde está Marti?”
Desde que Martina se mudó con él hace cuatro años, si no tenía turno de noche, se encargaba de prepararle el desayuno personalmente.
Al pertenecer a la familia Hernández, Fernando había sido mimado por todos desde pequeño y era muy exigente con la comida, por lo que Martina siempre recordaba sus preferencias y variaba el menú del desayuno para complacerlo. Por lo general, Sara solo iba a limpiar por las mañanas después de las diez.
“La señorita López me envió un mensaje anoche después de las doce, pidiéndome que viniera esta mañana a prepararle el desayuno“, dijo Sara con hesitación, “Dijo que ya no vivirá aquí. Si necesita que prepare el desayuno a diario, puedo venir
más temprano“.
El semblante de Fernando se ensombreció con las palabras de Sara.
“De ahora en adelante, quédate a vivir aquí“, él hizo una pausa, luego agregó, “Prepara la habitación que está vacía en el primer piso y haz una porción extra de desayuno“.
Sara se quedó atónita, pero asintió.
Fernando levantó el brazo para mirar su reloj, eran las ocho y treinta y siete de la mañana. Así que, le dio a Martina doce horas; si para las ocho y media de la noche no le había enviado ningún mensaje, la nueva mujer en su vida sería Lucía
Alarcón.
Ocupada en el hospital, Martina desconocía por completo que tenía un plazo para recuperar su relación con Fernando y en esas doce horas, participó en dos cirugías.
Al salir a las ocho, notó que el auto de Ximena ya estaba esperándola en el estacionamiento del hospital y la llevó directamente al restaurante que habían reservado, donde llenaron sus copas con vino tinto., luego Ximena brindó.
“¡Por dejar a ese patán y volver a la soltería!” Dijo su amiga, aunque pausó para verla con duda, “¿Esta vez vas en serio? Si en- unos días él te llama y terminas empacando para regresar, ¡realmente me enojaré!”
“No va a pasar.” Martina habló con firmeza.
Solo entonces, Ximena se tranquilizó, “De verdad me alegro por ti. Nunca me cayó bien Fernando, no tiene nada que ofrecer, vive en la opulencia gracias a su tío, y aunque la familia Hernández te haya hecho un gran favor al adoptarte, no es para sacrificar tu vida entera.”
“Exacto, el hospital acaba de repartir los bonos semestrales y ya casi completo el dinero. A más tardar, después del bono de fin de año, le pagaré todo a la familia Hernández.”
Martina tenía una libreta donde registraba cada centavo que la familia Hernández había gastado en ella desde que estaba en tercer grado de primaria. Aunque estudió en la misma escuela privada que Fernando, fue gracias a las becas; con sus calificaciones, siendo la primera de su clase durante doce años, no solo evitó que la familia Hernández pagara su matrícula, sino que también consiguió un poco de dinero para sus gastos y durante la universidad, casi se mantuvo por sí misma con sus prácticas. Aun así, la familia Hernández había gastado alrededor de 17,000 dólares en ella.
Ximena tomó un sorbo de vino, “Ay, no te compliques, yo te presto.”
No hace falta, casi lo tengo.”
“Bueno, si necesitas algo, dímelo.”
“Está bien.”
3ds dos amigas continuaron comiendo y bebiendo hasta casi las once de la noche, cuando decidieron dejar el restaurante.
Justo al llegar a la acera, tres autos negros pasaron uno tras otro y se detuvieron al otro lado de la calle.
Capitula
Ximena señaló hacia el carro en el centro y exclamó, “¡Mira rápido! ¡Es un Bentley de edición limitada, fue lanzado el año pasado y es el único en todo el país!”
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