Capítulo 32
Después de que Betina se marchara, en el pequeño consultorio solo quedaron Martina y Eugenio. Con cuidado, ella empezó a ayudarlo a quitarse la ropa.
El consultorio, al igual que todo hospital, estaba iluminado por luz incandescente, mucho más intensa que la de la habitación del hombre. Esa luz fría llenaba el espacio, haciendo que las cicatrices en la espalda del hombre se vieran aún más claras y temibles.
Martina echó un vistazo discreto. Con su experiencia, podía decir que esas cicatrices se habían formado a lo largo de muchos años, en un ciclo de heridas que no sanaban completamente. antes de que nuevas aparecieran y las más claras no necesariamente eran las menos graves, sino las más antiguas; los niños tienen una mayor capacidad de recuperación que los adultos, por lo que sus heridas sanan más fácilmente, sin dejar cicatrices. También parecía que esas cicatrices no habían sido causadas por la misma cosa.
Notando que la mujer observaba las cicatrices en su espalda, Eugenio no hizo nada para detenerla, simplemente se quedó sentado, inmóvil.
Martina rápidamente desvió la mirada, le aplicó anestesia y una vez que hizo efecto, procedió a suturar rápidamente la piel.
“Esta vez, el tiempo de recuperación será más largo que antes, aproximadamente entre veinte días y un mes,” dijo ella mientras lo vendaba. “Durante ese tiempo, es necesario cambiar regularmente el vendaje y limpiar el líquido tisular para que la herida sane mejor.”
Pensando en las cicatrices en su espalda, añadió: “Con el cuidado adecuado, no quedará
cicatriz.”
Eugenio sonrió levemente, “Bien, entonces pediré tu horario en el hospital para ir regularmente a que me limpies la herida.”
“Claro, siempre estaré allí en mis turnos, no tomaré días libres.” Martina sabía bien que la herida del hombre se había reabierto por su culpa, era su responsabilidad atenderlo.
Después de vendarlo y ayudarlo a vestirse, se levantó y le recordó: “Según el protocolo, durante este tiempo no deberías consumir alcohol, comidas picantes o mariscos. Pero si no puedes evitarlo por compromisos, intenta moderarte.”
Martina también le había dicho esas palabras a Fernando y todavía recordaba su expresión de fastidio al replicar: “Si tengo que seguir todos esos consejos, mejor ni vivo.”
Supuso que Eugenio probablemente tampoco disfrutaría escucharlas, pero no importaba, solo lo diría una vez, si él escuchaba o no, ya no era su problema.
Eugenio se levantó de la silla, ajustó su cinturón y la miró seriamente: “Seguiré tus consejos al pie de la letra.”
Aunque era una frase que escuchaba a menudo, el tono amable y cooperativo del hombre hizo que sus mejillas se calentaran sin razón alguna.
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Capitulo 32
Martina se apresuró a recoger los utensilios que había usado y salió del consultorio con él. Betina estaba esperando en la puerta y cuando salieron, los acompañó hasta la puerta de emergencias.
“Gracias,” dijo Martina sinceramente, “en estos días te contactaré para que nos encontremos a comer y charlar un rato.”
“Claro,” respondió Betina con una sonrisa, “primero cuida bien a tu novio. Podemos reunirnos a comer más adelante, después de todo, ya hemos estado tanto tiempo sin vernos que, unos días
más no hacen la diferencia.”
“¿Novio?” Martina se quedó sorprendida por un momento.
Betina señaló a Eugenio: “¿No es así? ¿Vas a seguir pretendiendo que no lo sé? es aquel novio del que siempre hablabas en la escuela, pero que nunca venía a verte, ¿no?”
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