Capítulo 16
Si Fernando, la Sra. Begoña es tu abuela, si vienes o no a su operación es asunto tuyo, pero de comer olvidalo, ya terminamos, además, supongo que a tu novia tampoco le gustaría que comieras con otra mujer.”
Para sí misma, Martina ni siquiera quería usar el término “exnovia“.
¿Acaso era su exnovia?
A los ojos de Fernando, ella nunca había sido más que una criada gratuita y conveniente.
Hubo un momento de silencio al otro lado del teléfono, seguido rápidamente por la voz de Fernando, cargada de ira, “¿Qué insinúas, Martina? ¿Acaso crees que ya no tienes que obedecerme?”
“No soy una empleada tuya, ¿con qué derecho me das órdenes?” La voz de Martina era sorprendentemente serena.
“¡Por el derecho de haber sido tu sostén! Cuando tu madre murió y tu padre te abandonó, ¿crees que no habrías terminado muerta de hambre o vendida para un burdel o algo peor, sin la familia Hernández? ¿Crees que sin nosotros estarías donde estás ahora, con un doctorado en medicina y un buen empleo?” La voz de Fernando no denotaba enfado, sino un sentimiento de superioridad, sabía que esas palabras eran suficientes para manipularla a su antojo.
Martina no lo negó, eran palabras que ella misma le había dicho en el pasado. Le había dicho que, si la familia Hernández no la hubiera acogido, su destino habría sido incierto; podría haber sido entregada a su padre por la policía, quien a su vez podría haberla vendido por conveniencia, o podría haber terminado en un orfanato y ser adoptada por cualquier familia, buena o mala. Así que estaba agradecida por haber sido acogida por la familia Hernández, pero nunca imaginó que esas palabras se convertirían en la espada con la que Fernando la sometería.
Martina se sintió agotada, sentada en la silla de su oficina, asintiendo con la cabeza, “Tienes razón, Sr. Fernando, debo agradecer a la familia Hernández por todo lo que tengo, me encargaré de preparar tus prendas y llevártelas de inmediato.”
“Bien, llegaré al hotel Mar Azul en media hora, llámame cuando llegues.” Fernando no veía nada malo en sus palabras y se sentía satisfecho con el sumiso compromiso de Martina.
Después de todo, ella no podía dejarlo ir, sin importar lo que él hiciera, al final, ella siempre cedía y volvía a su lado.
Martina se cambió y organizó su libro de cuentas digital, guardándolo en la nube antes de pedir un taxi hacia la mansión de Fernando.
Había vivido allí durante cuatro años, al llegar, intentó abrir la puerta con su huella digital. “Huella digital no válida.”
El frío mensaje le recordó que ya no pertenecía a ese lugar. Pero antes de que Martina pudiera llamar a la puerta, ésta se abrió desde dentro.
Sara estaba en la entrada.
Al ver a Martina, se sorprendió, pero rápidamente mostró alegría, “¿Señorita López, has vuelto?”
“No, el Sr. Fernando me pidió que le llevara un conjunto de ropa al hotel Mar Azul, eso es todo.” Después de explicar, Martina entró en la mansión.
Sus zapatillas ya no estaban, así que tuvo que usar unas de visitante. El desorden en el armario de la segunda planta ple afectó; seleccionó con destreza un conjunto adecuado de ropa, se despidió de Sara y se fue.
No tenía ningún apego por esa casa, ni por Fernando.
Llegando al hotel Mar Azul, estaba por llamar a Fernando cuando lo vio en el vestíbulo del hotel. A su lado estaba parada una mujer vestida con un conjunto de falda corta roja, era Lucía.
