Capítulo 15
Martina no pudo pensar en nada más, se apresuró a recoger su teléfono, colgó la llamada y bloqueó el número sin ninguna pausa. No fue hasta que terminó todo que se dio cuenta de que sus manos temblaban incontrolablemente.
“Tiny” era el apodo cariñoso de Martina, pero la última vez que alguien la llamó así, fue cuando su madre estaba viva, a ella le encantaba llamarla “Tiny“.
De hecho, sus recuerdos sobre su madre eran vagos, solo recordaba que era una persona bondadosa y optimista. Desde que tenía memoria, su padre estaba entregado al alcohol y al juego, a menudo golpeaba a su madre. Más tarde, su madre la llevó a la ciudad en busca de trabajo, llegando a la casa de la familia Hernández.
Casi todas las noches, su madre iba a su habitación para arrullarla hasta que se dormía, abrazándola y diciéndole: “Tiny, eres una niña muy buena.”
“Tiny, tienes que crecer sana y fuerte.”
“Tiny, es hora de dormir.”
Desde la muerte de su madre, nadie volvió a llamarla Tiny y la voz en el teléfono, aunque hacía tiempo que había desaparecido de su círculo, reconoció que era la de su papá, Gaspar Guillén.
Su madre murió protegiendo a Cecilia de unos ladrones, recibiendo una puñalada que la mató apenas llegó al hospital, así que la familia Hernández pagó doscientos mil como compensación. Sin embargo, Gaspar desapareció con el dinero.
Durante veinte años, Martina había deseado que ese hombre estuviera muerto. Para su sorpresa, no solo seguía vivo, sino que había vuelto a buscarla. Sin duda, había dilapidado esos doscientos mil de dólares.
Después de ese día, Martina no pudo concentrarse en el trabajo, siempre estaba pendiente de su teléfono, aunque temía mirarlo y la asustaba cada llamada de un número desconocido.
Por suerte, durante los siguientes dos días no recibió más llamadas de Gaspar, incluso comenzó a dudar si esa llamada había sido real.
En la víspera de la cirugía de Begoña, Martina fue a visitarla después del trabajo para preguntarle cómo estaba y tranquilizar a la anciana. Al regresar a su oficina, justo cuando se quitó la bata blanca, el teléfono sobre su escritorio empezó a sonar con una melodía suave.
Martina sintió un leve temblor en su mano mientras miraba nerviosamente hacia el teléfono y al ver en la pantalla que decía “Fernando“, no pudo evitar fruncir el ceño.
Era razonable que Fernando, como nieto de su paciente y ocupado con el trabajo, la llamara para informarse sobre la cirugía de Begoña.
Después de pensarlo un momento, Martina decidió responder.
“Marti, ya saliste del trabajo, ¿verdad? Hoy estoy usando pantalones color caqui, escoge una camisa y una corbata que combinen y tráelas al Hotel Mar Azul, rápido.” El hombre habló con un tono que no admitía rechazo.
En innumerables ocasiones, le había hablado así a Martina, quien siempre accedía con obediencia.
Con el tiempo, Fernando dio por sentado que Martina nunca rechazaría ninguna de sus peticiones. Aunque estaban distanciados y ella se había mudado de su villa, él veía ese gesto como una señal de acercamiento. De hecho, pensaba que no pasaría mucho tiempo antes de que ella pudiera regresar a su villa y volverse a convertir en su novia, la señora de la villa. “Sr. Fernando, ya hemos terminado, deberías pedirle a tu novia que haga esto.” Martina habló con calma.
“Marti, Lucy no sabe hacer estas cosas y hoy tengo un compromiso importante. Toma las cosas y ven rápido,” recordando que hacía tiempo que no hablaban, Fernando suavizó su tono un poco, “Hace mucho que no nos vemos, mañana es la operación de mi abuela, ¿qué tal si cenamos juntos esta noche?”
En su mente, esa era una gran concesión. En el pasado, cuando decía algo similar, Martina cedía y hacía cualquier cosa que
él le pidiera.
