Capítulo 14
Éragarró un trozo de calamar bañado en aceite picante y lo puso en su plato, “Siempre me ha gustado, solo que lo he mantenido en secreto.”
De reojo, Martina vio los gemelos de ónice negro en la muñeca del hombre, lo que inexplicablemente aceleró su corazón. Algo en sus palabras parecía insinuar algo más.
Eugenio apenas probó un par de bocados picantes antes de dejar los cubiertos, “Comí algo en una reunión esta tarde y no tengo mucha hambre, pero hay dos platos, ¿sería posible que la Srta. López me ayudara a comer un poco?”
“Marti no puede comer picante.” Intercedió Cecilia.
Martina apretó su bol por un momento, guardando silencio por dos segundos antes de decir: “Puedo comerlo.”
Ya había terminado su relación con Fernando, ya no tenía motivos para preocuparse. Tomó un trozo de carne de res y lo probó, tenía que admitirlo, la cocinera de la familia Hernández era excepcional; los platos, usualmente suaves y aromáticos, eran deliciosos, los platos picantes estaban perfectamente sazonados.
Al ver que Martina no mostraba ninguna expresión después de comer la carne de res, Cecilia asumió que no estaba picante
probó un trozo, lo que la hizo enrojecer, tuvo que beber tres vasos de agua para calmar el picor.
Solo después de que el picante se aplacó un poco, preguntó: “Marti, con lo picante que está este plato, ¿cómo puedes comerlo?”
“Yo… puedo comer picante.” Respondió Martina con delicadeza.
No era que pudiera comer picante, de hecho, le encantaba y no concebía una comida sin él. Sin embargo, durante sus años con Fernando, había relegado sus propios gustos a un segundo plano, poniendo siempre las preferencias de él por delante. ¡Eso no sucedería más!
Eugenio sonrió levemente y dijo: “En el futuro, avisaré antes de llegar a casa, la cena deberá tener algunos de mis platos favoritos.”
Cecilia asintió, lanzando una mirada pensativa hacia Martina.
Esa cena fue la más satisfactoria para Martina desde que se había mudado con la familia Hernández. Después de cenar, regresó a su habitación y llamó a Ximena con su celular, expresando su deseo de pedirle prestados cinco mil dólares.
“Se supone que debes devolverle veinte mil a la familia Hernández, ¿cuánto dinero tienes? Si les devuelves todo, ¿cómo vas a cubrir tus gastos?” Ximena se decidió, “Así que, te prestaré diez mil dólares, pero tienes que prometerme que me los devolverás después de un año, con mil de interés.”
“Yo…”
“Está decidido, ahora estoy cenando fuera, hablamos después.” Interrumpiéndola y sin esperar respuesta, Ximena colgó.
Al mismo tiempo, se escuchó el sonido de un auto arrancando afuera. Martina se paró frente a la ventana y vio claramente cómo el auto de Eugenio se alejaba, ¿él había regresado solo para cenar?
Mientras Martina divagaba, su celular sonó de nuevo. Por instinto lo tomó, pensó que Ximena había vuelto a llamar. Siguiendo con la mirada las luces del auto de Eugenio que se alejaban, buscó el botón de respuesta.
Al conectar, inicialmente solo se escucharon ruidos de fondo del otro lado, sin que nadie hablara. Fue entonces cuando Martina miró la pantalla del celular y se dio cuenta de que era un número desconocido.
“¿Hola? ¿En qué puedo ayudarle?” Preguntó, con cortesía.
Del otro lado, seguía sin haber respuesta. Después de esperar un momento, Martina estaba a punto de colgar, pensando que se trataba de una llamada equivocada.
“Tiny.” Una voz masculina, anciana y ronca, se escuchó del otro lado del teléfono.
Martina se sobresaltó tanto que el celular se le cayó de las manos con un golpe seco, en el suelo.
