Capítulo 131
Lucía se encontraba de pie a un lado, con el corazón en la garganta. Sin embargo, no abrió la boca para detener a Cecilia de hacer la llamada. Tenía claro que la noche anterior, Eugenio y Martina probablemente habían escuchado el contenido de la conversación telefónica.
Si permanecía en silencio ahora, y Eugenio mencionaba el asunto del teléfono más tarde, todavía podría encontrar una manera de manejarlo. Pero si hablaba en ese momento, sería aún más sospechoso.
Habían pasado casi dos semanas desde la fiesta de compromiso de Lucía y Fernando. Durante este tiempo, el estado de ánimo de Lucía había cambiado. Al principio, solo lo hacía para ayudar a su familia a superar una crisis y asegurarse de que su buena vida continuara. Después de la lujosa fiesta de compromiso, todos sus amigos, tanto los sinceros como los falsos, la miraban con admiración. Incluso aquellos compañeros de clase con los que no tenía mucho contacto empezaron a organizar reuniones para celebrar su compromiso.
Lo más importante era que, desde que Fernando supo de su embarazo, había experimentado un cambio radical. No solo la acompañaba personalmente a los controles prenatales, sino que también se mostraba más activo en su trabajo, diciendo que quería ser un buen ejemplo para su futuro hijo. Lucía sentía cada vez más que esta era la vida que siempre había deseado.
Tenía que preservar su vida actual a toda costa y no permitir que nadie descubriera que el niño no era de Fernando. Sin embargo, la posibilidad de mantener este secreto dependía de lo que
sucediera en esa ocasión.
La llamada se conectó rápidamente, y Cecilia dijo directamente: “Eugenio, hay algo que he estado pensando y creo que debería decirtelo.” Cecilia relató el evento en que Pol la había ayudado y cómo Martina, de manera inusitada, había acudido en su ayuda. “Marti creció bajo mi supervisión y siempre pensé que era una buena chica, pero ese Pol también es bastante encantador. No es fácil asegurar que no haya sido influenciada por él y, teniendo resentimientos por lo que hizo Ferni antes, podría haber hecho algo fuera de lo común.”
Cecilia no lo dijo explícitamente, pero dejó clara su insinuación: creía que Martina había instigado a Pol. Al otro lado del teléfono, Eugenio escuchó pacientemente las palabras de Cecilia y expresó directamente su opinión: “Es imposible que Martina tenga algo que ver con esto. He sido más que generoso con la familia Hernández todos estos años. Si vuelvo a escuchar a alguien hablar mal de ella, no me encargaré de los asuntos de Ferni, ni de la familia Hernández, ni de su empresa.”
Cecilia se quedó atónita. Siempre había creído que la sangre era más espesa que el agua. Como ella sentía por Martina, no importaba cuánto tiempo estuviera Martina a su lado, los extraños siempre serían extraños. No esperaba que Eugenio dijera que no se preocuparía por ellos por Martina.
Eugenio continuó: “La policía se encargará de esclarecer los hechos, no necesitamos estar aquí con conjeturas mutuas.” Dicho esto, colgó el teléfono.
En ese momento, había otra persona en la oficina de Eugenio: el abogado Tristán. Tristán era el
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abogado de litigios más famoso en el círculo de Clarosol. Joven y talentoso, se había hecho un nombre seis años antes con un caso de robo a domicilio en el que el dueño de la casa, para proteger a su esposa embarazada, había matado a cuatro de los seis intrusos. El caso había sido muy sonado, ya que entre los ladrones había varios menores de edad, lo que atrajo mucha atención. Tristán, como abogado defensor, había insistido en la inocencia del hombre, y finalmente, el tribunal lo absolvió. Desde entonces, Tristán nunca había perdido un caso que decidiera aceptar.
Esperó a que Eugenio colgara el teléfono antes de expresar su incredulidad: “¿Me llamaste solo por esa persona de abajo? ¿Un asunto tan pequeño?” Gaspar había vuelto a hacer un escándalo en la entrada de la empresa ese día, y Eugenio había llamado a Tristán para que se encargara de la situación.
“Si, ha estado causando problemas antes, y no me preocupé. Quería que este asunto se hiciera más grande,” respondió Eugenio, cruzando las piernas mientras se sentaba en su amplia silla. Tomó el vaso de agua en su escritorio y bebió un sorbo.
“Acabo de bajar a ver, ¿no será que estás usando esta forma para decirle a toda la empresa que el viejo tiene razón, que estás interesado en la hija de esa familia?”
Tristán también se inclinó para tomar el vaso de agua frente a él. Apenas dio un sorbo, su expresión se volvió extraña de inmediato.
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