Capítulo 20
¡Pum! ¡La bofetada hizo que la palma de la mano de Alicia se entumeciera!
Ella miró atónita a Roberto, y en ese momento su figura parecía aún más imponente.
No había imaginado que él tomaría su mano y, con ella, golpearía a Raúl.
El lugar quedó en completo silencio.
Cuando María vio a Raúl recibir el golpe, sintió una extraña satisfacción.
Ahora, Raúl seguramente no perdonaría a Alicia.
Raúl, con los ojos inyectados de sangre, habló con tono incrédulo: -¡Alicia! ¿Cómo te atreves a golpearme?
¿No te da miedo que se enoje y nunca más te hable?
Alicia cerró lentamente la mano, y no podía negar que se sintió un poco satisfecha.
Con calma, respondió: -Tú me golpeaste antes, ahora yo te devuelvo el golpe. ¿Hay algún problema con eso?
-¡Pero soy tu hermano! Yo solo trataba de evitar que dijeras algo incorrecto, algo que podría meternos en graves problemas. ¿Eso no es diferente?
Raúl siempre había sido muy orgulloso. Aunque se disculpó antes, nunca había considerado
que
Alicia lo golpearía.
Ahora se sentía algo avergonzado.
Roberto, con los labios curvados en una sonrisa sarcástica, preguntó: -¿Puedo saber qué fue lo que dijo ella que pudiera causarnos “ese gran problema” que mencionas?
Raúl, mirando a María, respondió con firmeza: -María estaba muy alterada, ¿y si las palabras de Alicia la habían irritado y ella de verdad hacía algo peligroso para sí misma?
Él no había hecho nada malo.
Era Alicia quien no sentía amor familiar.
Aunque ganara la competencia, ¡eso no justificaba herir a la familia!
Roberto miró a María con una mirada fría y penetrante: -Llevamos hablando un buen rato. Si realmente querías suicidarte, ¿por qué no lo has hecho ya? ¿A quién intentas impresionar
retrasando todo esto?
María se quedó sin palabras, este médico escolar hablaba de una forma demasiado cruel.
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No era que quisiera morir realmente.
Pero, ¿desde cuándo Alicia tenía una relación tan cercana con este médico tan implacable?
María estaba visiblemente incómoda, con la hoja de afeitar en las manos, sin saber si dejarla ir o seguir adelante.
Finalmente, siguió con su intento anterior, con los ojos llorosos: -Yo… Yo estaba muy
preocupada, solo quería que…
—Si estás tan preocupada, puedes ir a un lugar solitario a morir, pero si usas el suicidio para manipular a los demás y obligarlos a hacer lo que no quieren, jentonces el problema es tuyo!
María se echó a llorar de verdad, esta vez no estaba fingiendo.
Alicia, agotada, miró a Roberto: -Vámonos.
No quería perder más tiempo allí.
Vicente frunció el ceño y preguntó: -¿A dónde vas?
-Adonde yo quiera ir, es mi libertad.
-Pero ahora eres menor de edad, y como tu tutor legal, tengo derecho a saber a dónde vas. Además, no puedes irte con un hombre desconocido.
Vicente miró con desconfianza a Roberto.
¿Desde cuándo Alicia había cambiado tanto? ¿Será que este hombre la había influenciado mal?
Raúl se adelantó para bloquear el paso de Alicia: -Vicente tiene razón, aún eres joven, no dejes que un hombre con palabras bonitas te engañe.
Vicente miró a Roberto con una mirada feroz: -Si te atreves a llevarte a Alicia por la fuerza, iré
a la policía y denunciaré que estás secuestrando a una menor.
Alicia, algo molesta, respondió: -No es él quien me secuestra, soy yo quien quiero ir.
Ya no quería quedarse en Casa García.
Era asfixiante.
Vicente la miró: -Alita, sé que estás en esa etapa rebelde, y no importa lo que te diga, no lo vas a escuchar, pero algún día entenderás que lo hago por tu bien.
Roberto soltó una risa fría: —¿Por el bien de Alicia? Entonces, ¿cada vez que haya un conflicto, siempre tienes que obligarla a ceder? ¿Siempre hacer que Alicia se sienta mal, que la golpeen, y todavía pedirle que entienda a ustedes? Si eso es lo que llaman “bien“, ¿por qué no lo aplican
ustedes mismos?
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Vicente se quedó sin palabras ante la respuesta.
Ahora se daba cuenta de que había descuidado a Alicia, pues ella siempre había sido obediente, nunca se quejaba, y él pensaba que no le importaba.
Pero no era así, Alicia lo recordaba todo.
Era él, su hermano, quien no había estado a la altura.
En ese momento, llegaron los policías, acompañados de un abogado.
El abogado habló primero: -Soy el abogado de la señorita Alicia. Dado que su familia ha recurrido a la violencia en múltiples ocasiones, hemos presentado pruebas y ahora ella será acompañada por la policía a un lugar donde se sienta segura.
Alicia estaba sorprendida. ¿Ella no había contratado a un abogado?
¿Acaso fue Roberto quien lo hizo por ella?
Roberto la miró de reojo, sus ojos tranquilos y serenos, y Alicia, de alguna manera, se sintió
aliviada.
Raúl estaba furioso: ¿Qué significa esto? ¡Nosotros somos sus tutores! ¿Qué derecho tienen ustedes para hacer esto?
El abogado detuvo a Raúl: –Señor, Alicia ha solicitado una orden de restricción por motivos de seguridad personal. Usted está prohibido de acercarse a ella durante seis meses. Si continúa intentando hacerle daño, procederemos con una demanda.
Raúl quedó atónito, sin poder decir una sola palabra, entre la furia y la vergüenza.
Vicente, de repente, sintió una gran frustración.
En ese momento, realmente se dio cuenta de que podría estar a punto de perder a Alicia.
Vicente, derrotado, comenzó a hablar: -Alita, antes no lo hice bien, te hice daño. Te prometo que no lo haré más. ¿Podrías calmarte y no hacer esto?
Alicia levantó lentamente la cabeza, sus ojos llenos de claridad: -Mejor olvídalo.
No había necesidad de seguir discutiendo.
Dicho esto, dio media vuelta y se marchó.
Vicente tragó con dificultad, sus ojos algo húmedos. Al fin y al cabo, había lastimado el
corazón de Alicia.
Ahora ella no creía en sus palabras y no quería regresar a Casa García.
Raúl, al ver a Alicia marcharse, sintió que su corazón se aceleraba de ira. ¿Cómo podía irse?
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¿Acaso podía dejar la familia García?
¡Ella era su hermana!
Raúl, algo angustiado, miró a Vicente: -¡Vicente, haz algo! ¡Ella no puede irse! ¡Somos una
familia!
¿Y qué pasará con la final del equipo?
Vicente dejó escapar una sonrisa amarga: -Si lo sabes, ¿por qué la golpeaste antes?
Raúl quedó sin palabras.
Sí, él había sido el primero en golpearla.
Ahora se arrepentía.
Pero lo hizo porque María estaba a punto de autolesionarse.
Raúl miró a María con reproche: -¿Por qué hiciste algo tan peligroso?
Todo esto fue culpa de María.
-Raúl, solo quería calmar a Alita y que se uniera al equipo, lo hice
por
- ti.
María se sentía algo culpable, pero no lo admitiría.
Raúl la miró con desdén: -¿Crees que autolesionarte va a calmarla? ¡Estás manipulándola
moralmente!
María se quedó sin palabras, ¿por qué de repente Raúl había empezado a entender?
Vicente intentó intervenir: -Está bien, Raúl, mejor cállate.
-Vicente, no estoy equivocado, nunca le pedí a María que se autolesionara para que Alicia se uniera al equipo. Ella lo hizo por su cuenta, y por eso todo esto pasó.
Raúl comenzó a enojarse aún más.
María bajó la cabeza y se disculpó, con una voz quebrada: -Raúl, lo siento, no debí hacer eso, solo estaba desesperada. Ahora sé que me equivoqué, no debería haberlo hecho. Hablaré con Alita y le explicaré todo.
Raúl, viendo la sinceridad en su disculpa, se suavizó un poco: -Está bien, pero la próxima vez no hagas algo así.
Aunque en el fondo, seguía pensando en Alicia y en su partida.
María, al ver la respuesta de Raúl, sonrió de nuevo, volviendo a ser la hermana dulce y obediente de antes.
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Pero en su corazón, odiaba a Alicia.
Si no hubiera aparecido ese médico, hoy habría recuperado a Raúl y también habría sembrado discordia entre ella y Alicia.
¡Todo es culpa de ese maldito médico que apareció de repente!
María miró a Vicente, sus ojos brillaron con astucia: -Vicente, ¿qué relación tiene Alita con ese médico?
La expresión de Vicente se tornó compleja: -Yo también lo desconozco.
-Vicente, me preocupa que Alita pueda ser engañada. Después de todo, nuestra familia García tiene poder y dinero, y un simple médico escolar podría estar intentando aprovecharse de Alita para subir en su estatus.
Raúl frunció el ceño: -¿Ese médico? ¿Él tiene el derecho?
Vicente miró con frialdad: -Voy a mandar a alguien a traerla de vuelta, y a ese médico lo haré desaparecer de Vientomar.
La familia García no era alguien a quien se pudiera desafiar tan fácilmente.
María miró con una ligera sonrisa: sin el médico como apoyo, Alita regresaría a ser la Alicia de antes, la que todos podían manipular fácilmente.
Pero pronto, la persona enviada regresó con un informe: -Señor Vicente, no hemos podido encontrar a la señorita Alicia ni al médico.
Fue entonces que Vicente comenzó a sentirse alarmado. ¿Dónde estaba Alicia? ¿Por qué no podían encontrarla?