Capítulo 309
También había momentos en los que él le servía comida, sus miradas se cruzaban y compartían una sonrisa llena de Cariño. O cuando él apartaba delicadamente el cabello que caía sobre la frente de ella, colocándolo detrás de su oreja. En
cada foto se podía ver claramente que la relación entre ellos era muy buena, Benito la amaba profundamente y ella se veía realmente feliz. ¿Cómo podía merecer eso Verónica, esa mujer despreciable?
Zulma dirigió su mirada hacia sus propias piernas inutilizadas. Esa mujer despreciable había sido la causa de su discapacidad, ahora solo podía moverse en una silla de ruedas. ¿Y aun así esperaba rehacer su vida y ser feliz? ¡Jamás!
Zulma echó un vistazo al comedor, empujó su silla de ruedas hasta la puerta del estudio y le dijo a Adolfo dentro de la ‘habitación: “Adolfo, he quedado con unas amigas, esta noche no te acompañaré“.
“Bien“, respondió él sin mucho interés, ni siquiera levantó la cabeza.
Zulma apretó las manos sobre las ruedas de su silla, resintiendo la frialdad de Adolfo. Todo lo que le ocurría lo atribuía a Verónica. Si ella tenia que sufrir, Verónica sufriría mil veces más.
En el restaurante, desde que Zulma quedó incapacitada, Adolfo, por su seguridad, le había asignado dos guardaespaldas muy competentes. Fue con ellos al restaurante. Como sabía dónde estaban sentados Verónica y Benito, Zulma se colocó directamente en su campo de visión. Benito vio a Zulma, miró a Verónica, y su primera reacción fue tomarle la mano. Aunque Veronica había dicho que estaba recuperada, dos años atrás él había presenciado dos episodios de su enfermedad. Y aún después de dos años, veía las cicatrices en sus muñecas. No quería que ella se volviera a lastimar a sí misma.
Zulma no evitó el encuentro, sino que hizo que los guardaespaldas se alejaran un poco. Para facilitar la conversación con Verónica. Movió su silla de ruedas hasta quedar frente a Verónica. “Verónica, me alegra mucho ver que sigues viva. Han pasado dos años, ¿por qué no hablamos a solas?” Zulma mostró una mirada desafiante, “¿Qué pasa? ¿No te atreves?”
Benito estaba a punto de intervenir para defender a Verónica, llamando a alguien para que se llevara a Zulma, pero escuchó a Verónica decir con emoción: “¿Por qué no me atrevería?” Mientras hablaba, ya se había levantado. Zulma se sintió triunfante, su satisfacción se reflejaba en sus ojos.
“Verónica.” Benito se levantó también, agarrando la mano de Verónica. “Benito, no te metas.”
Verónica soltó la mano de Benito, y avanzó impulsivamente. Benito miró con preocupación la espalda de Verónica mientras se alejaba.
Zulma controló su silla de ruedas, siguiéndola. Instruyó a sus guardaespaldas para que se mantuvieran a una distancia prudente. Por un lado, para protegerla. Por otro lado, para evitar que escucharan la conversación con Verónica. Entraron en una sala privada, y les dio instrucciones a los guardaespaldas: “Estén listos para entrar a protegerme en cualquier momento.”
“Sí, Srta. Zulma.”
Su intención era simplemente provocar a Verónica. Sabía que Verónica tenía una enfermedad mental, y aunque no podía hacer que se quitara la vida de inmediato, al menos podía hacer que su condición empeorara, infligiéndole sufrimiento emocional. Zulma estaba segura de sí misma. Condujo su silla de ruedas hacia adentro. La puerta de la sala se cerró tras ellas. Zulma activó un dispositivo para bloquear la señal, lista para empezar a provocar a Verónica.
Pero antes de que pudiera decir una palabra, su boca fue cubierta de repente. De alguna manera, Verónica se había movido con rapidez, aunque hace un momento estaba a unos pasos de distancia, en un abrir y cerrar de ojos estaba justo frente a ella. En el momento en que Zulma abrió la boca, Verónica le metió una toalla, silenciándola, y al mismo tiempo, le agarro ef cabello y la arrastró fuera de la silla de ruedas.