Capítulo 305
Verónica bajó la mirada, encontrándose con la mirada resignada de Adolfo. Su pecho subía y bajaba ligeramente mientras Extendía la mano para tomar una botella de agua mineral que estaba a un lado, y la abrió. Ella se mantuvo completamente tranquila durante todo el proceso, tan tranquila que parecía que solo quería abrir una botella de agua para beber. Adolfo también lo creía así. Al ver que Verónica no perdía el control, él no se preparó para nada, hasta que Verónica vertió toda la botella de agua sobre su cabeza. El agua mojó su cabello y se deslizó por las líneas definidas de su rostro. Verónica dijo fríamente: “¿Ya despertaste?”
¿Cómo podía él decir esas cosas? La garganta de Adolfo estaba seca. Después de varios segundos de silencio, volvió a hablar, “Vero, realmente no fue mi intención.”
“Pilar está muerta.” Verónica no tenía intención de dejar que Adolfo se excusara por su acción. “Muerta por tu culpa.”
Habían pasado dos años. ¿Acaso había olvidado que él y Zulma fueron quienes causaron la muerte de Pilar? Pilar estaba muerta. Él debería vivir el resto de su vida en remordimiento y dolor. No merecía vivir feliz. El rostro de Adolfo se volvió notablemente pálido. Era su dolor más profundo. Verónica había desgarrado esa herida que nunca cicatrizó en su corazón, dejándola sangrar nuevamente. Era un callejón sin salida. Adolfo ya no intentó explicarse.
Te ayudaré a tratar la herida y te llevaré a casa.” Esta vez, antes de que Verónica pudiera responder, la voz de Benito resonó Fen la entrada. “Mi prometida, yo mismo la llevaré, Sr. Adolfo, no necesita molestarse. Si usted tiene tiempo de sobra, mejor que vaya al hospital a chequear su vista y cerebro.” Benito entró con paso firme. Frente a Adolfo, ya no tenía la cortesía de antes, cada palabra estaba cargada de espinas, dejando claro que pensaba que había problemas con su vista y cerebro.
“Benito.” Al ver a Benito, el hielo el rostro de Verónica se derritió, y sus ojos se suavizaron. “¿Prometida?” El rostro de Adolfo cambió instantáneamente. Benito había tenido un compromiso matrimonial hace seis meses, y había rumores. Inicialmente, Adolfo también había pensado que podría ser Vero. Pero, todos decían que era su amiga de la infancia. Al escuchar “amiga de la infancia“, Adolfo no pensó mucho en ello. Pero nunca imaginó que su prometida realmente sería Vero.
“Sr. Adolfo, no se preocupe, la invitación para la fiesta de compromiso definitivamente llegará a sus manos.” Dicho esto, Benito simplemente se inclinó y levantó a Verónica en brazos. En los ojos de Verónica pasó un destello de resignación. Solo se había cortado la pierna en algunos lugares. Pero frente a Adolfo, Verónica no dijo nada más, permitiendo que Benito la llevara. Adolfo se quedó parado en su lugar. En su mente, repasó cómo Benito y Verónica interactuaban. Era evidente que Benito no acababa de descubrir que Verónica seguía viva. Entonces, Verónica le había contado a Benito desde el principio, pero no a él. Dejándolo sufrir en el dolor de haberla perdido. Adolfo endureció su expresión.
Una vez en el auto, había un botiquín. Verónica dijo que eran solo cortadas menores, que estaba bien, pero Benito insistió. Al final, Verónica cedió. Solo pudo dejar que Benito tratara sus heridas, desinfectándolas y deteniendo el sangrado. “Vero, no te dejes herir otra vez, me duele verte así.”
Las palabras “me duele” resonaron con una evidente ronquera.
“Mm.” Verónica respondió suavemente. Benito terminó de arreglar las cosas y guardó el botiquín. Volvió a sentarse en el asiento del conductor y mirando a Verónica, dijo: “Ya está todo arreglado, ahora vamos a la prisión a ver a Javier.” Javier quien había manipulado los frenos del auto de Verónica hace dos años.
