Capítulo 278
Zulma, implorándole, le pedía que le devolviera las cenizas de Pilar. Verónica, de rodillas en el suelo y mirando hacia arriba a cierta distancia, con los ojos enrojecidos, suplicaba. Las cenizas de Pilar estaban en manos de Zulma, no tenía tiempo para pensar. ¿Qué importaba su orgullo si podía conservar las cenizas de su hija? Desde su posición elevada, Zulma miraba hacia abajo a Verónica, quien obedecía y estaba arrodillada ante ella. Le venían a la mente los recuerdos de aquella noche de no hacía mucho, frente a la tumba de esa desgraciada. Verónica, esa desgraciada, estaba tirando de su cabello, forzándola a inclinarse ante la tumba de esa desgraciada hasta que su frente comenzó a desangrarse. Ese había sido el mayor ultraje de su vida. Cada vez que lo recordaba, Zulma deseaba matar a Verónica. ¿Cómo se atrevía esa desgraciada? Ahora que esa desgraciada estaba a su merced, ¿cómo iba a dejarla
ir fácilmente?
“Verónica, si vas a suplicar, ¿no deberías hacerlo con más sinceridad? ¿Es así como se suplica?“. Verónica se encontró con la mirada de Zulma, fijándose finalmente en la urna de cenizas que ella sostenía. Sus dedos, presionados contra el suelo, se hundían profundamente en la tierra. Por Pilar, bajó la cabeza y se inclinó. “Te lo suplico… por favor, perdona a Pilar“.
“¡Verónica, parece que tu amor por esta desgraciada no es para tanto!“. Zulma, con tono sarcástico, levantó la urna de cenizas, su intención no podía ser más clara. El desprecio que Verónica había vertido sobre ella, Zulma estaba decidida a recuperarlo con creces de Verónica. “Zulma, te lo ruego… por favor… perdona a Pilar…“. Verónica, mordiéndose el labio con fuerza, evitaba enojar a Zulma, temía que realmente destruyera las cenizas de Pilar. Bajo la mirada insistente de Zulma, Verónica continuaba inclinándose una y otra vez en el suelo. No era un piso de concreto, pero después de inclinarse decenas de veces con fuerza, la frente de Verónica sangraba profusamente. La sangre corría por su frente, sintiéndose cada vez más mareada, sus movimientos se volvían más lentos.
Zulma observaba a Verónica, postrada ante ella, humillada e inclinándose. Ella no dijo “basta“, así
que
Verónica no se atrevía a detenerse. Se sentía extremadamente satisfecha en su corazón. Como si estuviera concediendo una limosna, Zulma finalmente habló, “Ya basta“. No tenía la intención de matar a Verónica con sus propias manos. Verónica, apoyándose en el suelo, se levantó tambaleándose, “Zulma, devuélveme a Pilar“.
“Espera, no te acerques, ¿qué prisa tienes?“. Zulma dejó caer la urna de cenizas y puso su pie sobre ella.
“¡Zulma!“. Verónica, estimulada, tenía los ojos inyectados en sangre, mirando a Zulma con una mirada que deseaba despedazarla. ¿Cómo podía ser tan malvada? Con deliberada lentitud, Zulma giraba su pie sobre la urna de cenizas, como si estuviera pisoteando a Pilar bajo sus pies. Estimulaba el ya de por sí frágil nervio de Verónica. Viendo su emoción cada vez más fuera de control, Zulma sonrió fríamente en su interior. Su psicólogo había dicho que Verónica no podía soportar el estrés y era propensa a la autodestrucción. Esa noche, fue a darle a Verónica el golpe final, para mandarla al otro mundo. Sin la vieja de la familia Ferrer, Adolfo ya no tendría debilidades, y la familia Ferrer ya no podría influir en las decisiones de Adolfo.
Capitulo 278
Verónica, esa desgraciada, moriría igual que Pilar, esa desgraciada. Entonces, nadie podría impedir que Adolfo estuviera con ella. Adolfo cumpliría la promesa de su infancia y se casaría con ella. Y ella se casaría con Adolfo, teniendo sus hijos. En cuanto a esa desgraciada, el amor de un hombre por sus hijos nunca era tan profundo como el de una mujer. Menos aun cuando Adolfo nunca había pasado realmente un día ‘con Pilar desde su nacimiento.
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