Capítulo 275
“Benito, lo siento, te asusté“.
Verónica parecía haber vuelto a la normalidad, sonriendo levemente a Benito.
Pero esa sonrisa hizo que Benito sintiera un dolor en el pecho.
No dijo mucho, sólo levantó la mano y le acarició suavemente la cabeza, luego tomó su mano fría.
Verónica se quedó sorprendida.
Su mirada se posó en las manos entrelazadas.
Sólo por unos segundos, no se soltó.
Su corazón estaba tan frío que ansiaba ese calor.
“Dra. Nora, gracias, me voy ahora“.
“Llámame en cualquier momento“.
Nora le recordó.
“Está bien“.
Verónica asintió suavemente y luego se fue con Benito.
Después de verlos partir, Nora también entró en su oficina.
En la esquina del pasillo, Zulma apareció.
Recordó la conversación entre la psicóloga y Benito.
Había confirmado que Verónica sufría de una enfermedad mental grave.
Ya estaba en una etapa en que cualquier estímulo podría llevarla al suicidio.
Todas las palabras se reducían a ese término: suicidio.
Zulma esbozó una sonrisa fría y vengativa en sus labios.
Quería ver cómo Adolfo compensaría a una muerta.
¡Adolfo sólo podía ser suyo!
Después de subir al auto, Verónica estaba muy tranquila.
Aunque había calmado sus emociones y ya no temblaba incontrolablemente, su estado de ánimo aún era muy malo.
Miraba por la ventana, pero su mente estaba en blanco.
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Benito tampoco habló, conduciendo en silencio.
Hasta que el auto se detuvo, Verónica volvió en sí.
Se quitó el cinturón de seguridad, abrió la puerta y bajó.
Se dio cuenta de que no estaban en su complejo residencial, sino en un famoso parque de
diversiones cubierto en el centro de la ciudad.
Benito se acercó a Verónica, su voz suave, “¿Me acompañas a jugar un rato?“.
Verónica sabía que Benito la había llevado allí no porque él quisiera jugar, sino para hacerla sentir relajada y feliz.
“Bien“.
Aceptó con un suave asentimiento, sin rechazar la amabilidad de Benito.
Cuando él extendió su mano grande, esta vez Verónica colocó la suya dentro de la cálida mano de Benito.
Benito la llevó adentro.
Compró los boletos y la llevó directamente a la zona de karts.
Inicialmente, Verónica no estaba muy interesada, su estado de ánimo estaba por los suelos y nada le entusiasmaba.
Pero una vez que se puso el equipo y escuchó a Benito, sustituyendo al instructor, explicarle cómo manejar, se subió al kart.
Echando un vistazo a Benito, quien se sentaba al lado en otro kart, se animó con su mirada de apoyo y pisó el acelerador.
De ir despacio a acelerar.
Verónica comenzó a disfrutar, la sonrisa volvió a su rostro.
Después de jugar con los karts, Benito la llevó a practicar tiro con arco.
Verónica no sabía cómo.
Benito se paró detrás de ella, enseñándole seriamente.
Verónica aprendió rápidamente, recordando los consejos de Benito.
Intentó disparar su primera flecha.
Aunque no dio en el blanco, tampoco falló completamente.
Benito ajustó su postura un poco.
La tercera flecha de Verónica dio directamente en el centro.
Su mirada, la cual había estado triste y sin brillo, se iluminó.
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“Muy bien“.
Benito la felicitó con ternura.
Verónica le sonrió.
Y volvió a preparar su arco.
El centro del blanco, en su mente, eran Adolfo y Zulma.
Flecha tras flecha.
Liberando el odio y el rencor de su corazón.
En ese momento, se sintió relajada.
La enorme piedra que presionaba su corazón finalmente se había movido un poco, dándole un breve momento de respiro.
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