Capítulo 274
Benito esperaba con ansiedad afuera del consultorio de psicoterapia. Verónica ya había entrado hacía cuarenta y cinco minutos y veintiocho segundos. Era la segunda vez que experimentaba lo que significaba que cada segundo se sintiera como una eternidad. La primera vez fue unos días antes, esperando fuera de la sala de emergencias por Verónica, quien había intentado quitarse la vida. Finalmente, la puerta se abrió desde adentro y la psicóloga de Verónica apareció en la entrada.
“¿Cómo está Verónica? ¿Está bien?“. Benito miró más allá de la médica hacia el interior, con una expresión de preocupación. La psicóloga cerró la puerta detrás de sí, levantando la vista hacia Benito. Verónica había estado en tratamiento con ella durante varios meses, y esa era la primera vez que alguien la acompañaba. En la sesión, la psicóloga le había preguntado a Verónica quién era la persona que la acompañaba. Verónica dudó un momento antes de decir que era una de las únicas dos personas en las que podía confiar. El hecho de que permitiera que él la trajera allí ya demostraba que Verónica aceptaba y confiaba mucho en ese hombre.
Sobre la condición de Verónica, la psicóloga no tenía intención de ocultar nada. “Está muy mal, padece una grave enfermedad mental y, además, su condición está empeorando“. Esas palabras, las cuales decían que estaba muy mal y que su condición empeoraba, hicieron que los labios de Benito temblaran involuntariamente, y sus manos, colgando a los lados, se apretaron con fuerza. Después de una pausa de varios segundos, preguntó con voz ronca: “¿Qué puedo hacer para ayudarla?“.
Sabía, sin necesidad de preguntar, por qué Verónica estaba enferma. Pilar había sido asesinada. Ella sabía que la asesina era Zulma, pero debido a que Adolfo protegía a Zulma en todo momento, no podía hacer nada contra ella. No podía vengar a Pilar y tenía que soportar que Zulma se pavoneara delante de ella de vez en cuando. Si no fuera por el deseo de vengar a Pilar, Verónica ya no habría podido continuar. Benito se sentía cada vez más apenado. Lamentaba no haber investigado antes y descubierto la verdad, dejando que Verónica cargara sola con todo por tanto tiempo.
“¿Sabes si, además de la muerte de su hija, hay algo más que haya sido un gran golpe para Verónica?“. La psicóloga también se sentía impotente ante la condición de Verónica. Como decía el dicho, sólo un remedio del corazón podía curar una enfermedad del corazón. La causa de la enfermedad que conocía era la muerte de su hija, pero, sin importar cuántas veces viniera, no había progreso en su condición. Ella podía ver que su enfermedad no era sólo por la muerte de su hija, algo que no podía aceptar. Pero Verónica no quería hablar de ello. Sólo podía recetarle medicamentos, tratando de estabilizar su condición tanto como fuera posible.
“No lo sé“. Benito tampoco lo mencionó. Entendía que, para Verónica, a menos que Zulma recibiera el castigo que merecía, no podría superarlo. Decirle eso a la psicóloga no cambiaría nada. La psicóloga no preguntó más, miró a Benito y le advirtió. “Ahora su condición ha empeorado hasta el punto de tener pensamientos suicidas que no puede controlar, lo que indica que su enfermedad está empeorando. Además de asegurarte de que tome sus medicamentos a tiempo y de que venga aquí regularmente, lo único que queda es pasar tiempo con ella, no dejarla sola con sus pensamientos, tratar de mantenerla de buen humor
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todos los días. El punto más importante es no dejar que sufra más estrés, su condición actual no puede soportarlo“.
“Lo tendré en cuenta, gracias, doctora. ¿Cuándo puede salir Verónica?“. Benito agradeció sinceramente. “Pronto“. La psicóloga miró la hora; el estado de ánimo de Verónica debería haberse estabilizado lo suficiente. Justo cuando terminó de hablar, la puerta insonorizada se abrió desde adentro. Verónica salió. Benito, al verla, se apresuró a recibirla. “Verónica…“. La voz de Benito era suave, llena de preocupación, como si temiera asustarla.
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