Capítulo 235
Reflexionando sobre ello, aquella empleada doméstica que Verónica había despedido tiempo después resultó ser muy problemática.
Pero en ese momento, no era ocasión para indagar en esos asuntos ni para explicaciones.
Él tomó con urgencia la mano de Verónica, preguntándole ansiosamente: “¿En qué hospital
está Pilar ahora?“.
Quería que Verónica lo llevara al hospital para ver a Pilar.
Parecía desesperado por obtener de Verónica la confirmación de que Pilar todavía estaba viva. Que sólo estaba enferma. Que estaba en el hospital, por eso no había venido a verlo.
Pero Verónica no se movió.
Adolfo se encontró con la mirada–fría y sarcástica de Verónica, y la presión en la muñeca de
ella se intensificó notablemente.
Verónica podía sentir claramente cómo la mano de Adolfo que la sujetaba temblaba.
Estaba luchando por controlar sus emociones, pero debido al miedo en su interior, ¡sus emociones se desbordaban! Verónica sabía que en ese momento Adolfo ya había comprendido que Pilar posiblemente estaba muerta.
Pero él también sabía que había hecho demasiadas cosas imperdonables a Pilar en el pasado.
Estaba temeroso y aterrorizado. No se atrevía a enfrentarlo.
Adolfo, de hecho, era así. Al enfrentarse nuevamente con la posibilidad de la muerte de Pilar, seguía resistiéndose y huyendo.
Intentaba mantener la calma, forzándose a decir: “Voy a arreglar para Pilar el mejor hospital, encontrarle los mejores médicos, voy a curar a Pilar… yo…“.
Al escuchar esos tardíos planes de Adolfo, Verónica de repente se rio. “Adolfo, es tarde… Pilar ya…“.
“¡No!“.
Adolfo interrumpió abruptamente a Verónica, su voz ronca diciendo: “No es tarde… aún hay tiempo. ¡Debe haber tiempo!“.
Viendo a Adolfo negarse a enfrentar la realidad, Verónica no se ablandó y cruelmente completó su oración, perforando su autoengaño: “¡Pilar ya murió hace tiempo!“.
Cuando se pronunciaron esas palabras, las lágrimas de Verónica volvieron a brotar.
Cada vez que mencionaba la muerte de Pilar, era como si se estuviera castigando a sí misma.
Sus ojos estaban rojos de ira. “Ella murió ese día…“.
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Capítulo 235
“¡Verónica, cállate!“.
Adolfo la interrumpió bruscamente.
“Pilar no puede estar muerta, ¿cómo podría estar muerta? Me estás mintiendo, ¿verdad? Verónica, di que me estás mintiendo“.
“¡Habla!“.
Adolfo estaba al borde del colapso.
Sus ojos estaban inyectados en sangre, mirando a Verónica.
Aunque su tono era fuerte, sus ojos llevaban un ruego.
¿Cómo podría aceptar que, justo cuando su corazón estaba lleno de culpa y quería compensar a Pilar, ella ya había muerto?
Verónica no permitiría que Adolfo escapara de la realidad.
La reacción de Adolfo fue más intensa de lo que ella había imaginado; parecía amar a Pilar más de lo que ella pensaba.
Dándose cuenta de eso, no se ablandó.
En vez de eso, si él estaba sufriendo, ella quería que su sufrimiento fuera extremo.
Bajo la mirada suplicante de Adolfo, Verónica no repitió que Pilar ya estaba muerta.
En cambio, sacó directamente el certificado de defunción de Pilar de su bolso y lo levantó frente a Adolfo.
Con eso le dio un golpe fatal a Adolfo.
El certificado de defunción estaba justo frente a sus ojos.
Adolfo no podía evitar mirarlo.
El certificado de defunción, con las palabras claras ante sus ojos, y el nombre en la sección de identificación decía: Pilar Ferrer.
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