Capítulo 196
Adolfo, con un rostro lleno de tensión, la levantó por la cintura.
Viendo a Verónica que se había desplomado en sus brazos, en el fondo de sus ojos se escondía un dolor que ni él mismo había notado.
“Verónica“.
Benito, con las manos vacías, levantó la vista, preocupado por Verónica y viendo su mal semblante supo que lo que ella necesitaba ahora era descansar bien.
Benito sabía que Adolfo no la dejaría ir fácilmente y sl se enredaban, Verónica no podría descansar bien.
Así que retiró las manos, permitiendo que Adolfo se llevara a Verónica.
El auto partió rápidamente.
En el Hogar de la Harmonía
Adolfo bajó del auto cargando a Verónica, con Damián, que había recibido una llamada y estaba esperándolos en la puerta, siguiéndolos hacia el interior de la casa.
Adolfo caminaba adelante, con movimientos suaves y colocó a Verónica en el sofá.
Damián se acercó inmediatamente para examinar a Verónica, y cuanto más lo hacía, más se fruncía el ceño.
Al verlo fruncir el ceño, el semblante de Adolfo también cambió.
La atmósfera a su alrededor se volvió notablemente tensa y preguntó con el ceño fruncido: “¿Qué le pasa exactamente?”
Antes su salud no era tan frágil. ¿Cómo era que ahora se desmayaba tan fácilmente?
Damián, mirando a Adolfo lleno de preocupación, no le ocultó la verdad, “Sr. Adolfo, la Srta. Verónica actualmente no tiene ningún problema grave, pero al igual que la última vez que se desmayó en Villa del Viento, todo se debe a la falta de un buen descanso.
Además, esta vez es más grave. La Srta. Verónica claramente no ha descansado bien últimamente y si esto continúa, su salud colapsará“.
“La falta de un buen descanso, sumado a preocupaciones excesivas puede desencadenar una enfermedad mental y temo que ya no haya cura“.
Para que Verónica pudiera dormir bien, Damián le administró un medicamento para calmarla. Lo que ella más necesita ahora era descansar bien.
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Capitulo 196
Adolfo no se dio cuenta de cuándo Damián se había ido y bajó la mirada hacia Verónica, que yacía sobre sus piernas.
Su rostro, del tamaño de una palma era tan delgado que ya no tenía ni un poco de carne.
Pensando en cómo la había sostenido en sus brazos, incluso a través del abultado abrigo de invierno podía sentir su delgadez.
En este momento, sin el abrigo, su cintura parecía tan frágil que él podría romperla con solo apretar un poco.
“¿Qué te pasa?”
Adolfo preguntó con voz ronca mientras sus dedos acariciaban suavemente su frente, que incluso en el sueño seguía fruncida intentando suavizarla poco a poco.
Verónica, sumida en el sueño, no le respondió, solo dos líneas de lágrimas silenciosas fluyeron lentamente desde el rincón de sus ojos.
Se deslizaron y cayeron sobre la pierna de Adolfo, rápidamente humedeciendo su pantalón.
Aunque no tenían temperatura, Adolfo sentía como si su piel hubiera sido quemada.
Lo quemaba tanto que su pecho se comprimía repetidamente.
¿Por qué incluso en sus sueños lloraba?
¿Era por estos cinco años que ella y Pilar habían sufrido demasiado?
Adolfo instintivamente bajó la cabeza, y sus labios rozaron la esquina de sus ojos, besando con dolor sus lágrimas.
Esta escena, fue captada completamente por Zulma.
Ella estaba sentada en el sofá de la Mansión Belleza, viendo las imágenes de vigilancia del Hogar de la Harmonía.
Desde que el auto de Adolfo entró en Hogar de la Harmonía, su teléfono había recibido una alerta y vio cómo Adolfo con movimientos tiernos llevaba a Verónica al salón.
Viendo cómo él se preocupaba por ella y viendo cómo, después de que Damián se fue, sus ojos estaban llenos de dolor.
Se esforzó por convencerse a sí misma que eso no era afecto.
Era solo porque Verónica era la madre de la hija de Adolfo.
Pero…
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Ese último beso de Adolfo, hizo que la cuerda tensa de Zulma se rompiera completamente.
La hizo enloquecer de celos.
Ese beso no tenía ni un ápice de deseo.
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Solo había dolor y compasión hacia esa desgraciada Verónica.
Desde siempre, Zulma se había estado engañando a sí misma.
Se mentía pensando que Adolfo la amaba, que solo tenía ojos para ella y que para él, Verónica solo satisfacía una necesidad física.
Verónica no era más que un medio para desahogar sus deseos para Adolfo.
Que no sentía ni un ápice de amor por ella.
Pero en ese momento, Zulma ya no podía seguir engañándose. Adolfo sí se preocupaba por
Verónica.
Desde el momento en que Verónica apareció con el jade, se hizo evidente la importancia que tenía para Adolfo.
Por eso, aprovechándose de su posición especial como la mujer que Adolfo había estado esperando durante años, Zulma se alió con Silvia para sembrar discordia entre Verónica y Adolfo, haciendo que Adolfo se distanciara de Verónica.
Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, Adolfo seguía reacio a tocarla y había podido consolidar su relación.
Ella siempre se había sentido insegura.
Por eso, hace cinco años, en el aniversario de Zulma y Adolfo, había contratado a alguien para drogar a Adolfo.
Quería eliminarse de la ecuación y luego presentarse como la cura para no dañar su imagen en el corazón de Adolfo.
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