Capítulo 194
Llevado por la ira, Adolfo no se contuvo al tirar de Verónica, haciéndola girar y caer en sus brazos.
Asustada, la tasa que llevaba en las manos se le escapó volando y Verónica intentó atraparla por instinto.
Adolfo pensó que ella se resistía a su abrazo, y en cuanto ella se movió, la atrajo de nuevo hacia él.
La taza de café voló por el aire, cayendo al suelo a unos metros de distancia.
El envase transparente era tan delgado que no ofrecía ninguna protección y al caer, se escuchó el sonido de la cerámica rompiéndose al instante.
Benito, que también había reaccionado para intentar atraparla, sabía lo mucho que Verónica valoraba aquel objeto.
Era algo hecho por su hija y sabía que significaba mucho para ella.
Pero no logró atraparlo.
Rápidamente se agachó y empezó a recoger los pedazos de cerámica.
Verónica estaba furiosa pero Adolfo la tenía inmovilizada, presionándola contra su pecho con fuerza.
Verónica levantó el pie y lo pisó fuertemente.
Adolfo sintió dolor pero no la soltó, entonces Verónica, tomó su bolso y lo golpeó, “¡Suéltame!”
El bolso golpeó su cara, Verónica no controló su fuerza y golpeó directamente en el ojo de Adolfo.
Adolfo, por el dolor, inhaló un soplo de aire frío y aflojó un poco su agarre.
Verónica aprovechó para soltarse y se dirigió rápidamente hacia Benito, tomando las piezas rotas del vaso de sus manos.
“Verónica, no te preocupes, puedo encontrar a alguien que lo arregle“.
Benito miró a Verónica, que parecía estar a punto de romperse en llanto, e intentando calmarla dijo con su voz suave.
Adolfo, forzado a producir lágrimas por el golpe, frunció el ceño y observó a Verónica, que estaba a unos pasos de distancia.
Su mirada cayó sobre el vaso que ella sostenía.
Frente a él, había un corazón.
Mirando ese corazón, pensó en el significado del vaso era de amor entre ellos.
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Capitulo 194
Apenas un mes y ya estaban prometiéndose una vida juntos.
La vida de Verónica solo podía ser con él.
La ira en Adolfo se intensificó aún más y se movió rápidamente para tomar el vaso.
Benito, siempre alerta, pensó que Adolfo volvería a ir por Verónica y rápidamente la protegió.
Pero no esperaba que Adolfo esta vez tuviera como objetivo el vaso en las manos de Verónica.
Protegió a la persona, pero el vaso cayó en manos de Adolfo, quien sin dudarlo, lo levantó y lo estrelló con fuerza contra el suelo.
“Adolfo…”
Benito intentó detenerlo, pero Adolfo fue más rápido.
Apenas comenzó a hablar, Adolfo ya había actuado.
El vaso, que ya estaba roto en pedazos, fue cruelmente destrozado contra el suelo.
Ahora, era imposible armarlo de nuevo.
Benito miró a Verónica y viendo su cara de dolor, sintió aún más pena por ella.
“¡Dios mío! ¿Cómo se rompió el vaso? Eso fue algo que Pilar tardó más de dos meses en aprender a hacer. Saber que se rompió le romperá el corazón“.
La dueña del lugar, al oír el ruido, salió corriendo para ver qué pasaba y encontró los pedazos
en el suelo.
Ella le había enseñado a Pilar cómo hacer ese vaso y sabía cuánto esfuerzo y tiempo había
invertido la niña.
La dueña mostró una cara llena de tristeza y pesar.
No sabía que Adolfo, por celos y malentendidos, había roto el vaso a propósito y pensó que había sido un accidente.
Mirando hacia Verónica, le dijo: “Srta. Verónica, cuando llegues a casa dile a Pilar que no se preocupe. Yo la acompañaré y juntas haremos otra taza de café para su papá como regalo de cumpleaños…”
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