Capítulo 192
Benito levantó el brazo y súbitamente se detuvo en el aire. Recobró la razón y retiró la mano silenciosamente.
Verónica, que había estado mirando por la ventana todo el tiempo, no se percató de nada.
Retiró la mirada y sacó su teléfono del bolso, al ver la llamada entrante, se quedó sorprendida
un momento.
Después de un breve instante, Verónica ajustó su emoción antes de contestar, “Hola cómo estás?“.
La llamada era de la tienda de cerámica.
La taza de cerámica que Pilar había hecho con sus propias manos en esa tienda ya estaba lista, preguntaban cuándo podría pasar a recogerla.
“Voy para allá ahora mismo“.
Verónica colgó y antes de que ella pudiera decir algo, Benito se ofreció, “¿A dónde vas? Te llevo“.
Verónica no se hizo de rogar con Benito y le dio la dirección de la tienda de cerámica.
Benito se la pasó al conductor y este giró en la próxima intersección, dirigiéndose hacia la tienda de cerámica.
Al llegar a la tienda de cerámica, Benito acompañó a Verónica a entrar.
La dueña al ver a Verónica, la recibió con entusiasmo, “¡Srta. Verónica, has llegado!”
Mientras hablaba, miró detrás de Verónica y sin ver a esa niña bonita, encantadora y agradable, preguntó: “¿Pilar no vino contigo hoy?”
Había muchas personas que venían a hacer cerámica a mano en su tienda, tanto adultos como niños. De los niños, Pilar era quien más le impresionaba y la que más le gustaba. No solo porque Pilar era bonita y encantadora, también por que era dulce y agradable. Lo más importante era que Pilar era la única niña que no se quejaba de cansancio ni temía al fracaso.
La mayoría de los niños venían aquí pensando en jugar con el barro por diversión, pero pronto se daban por vencidos. Pilar era diferente. No podía recordar cuántas veces había fallado Pilar. Pero cada vez que fallaba, no se desanimaba.
Si no lo lograba el primer día, volvía el segundo.
Y luego el tercero…
Y el cuarto…
Pilar no estaba muy bien de salud, así que no podía quedarse mucho tiempo cada que iba, pero
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nunca pensó en rendirse.
Dijo que la taza de café era un regalo de cumpleaños para su padre. Así, después de dos meses de aprendizaje, Pilar finalmente logró con éxito la forma de la taza de café.
Aún podía recordar cuán radiante era la sonrisa de Pilar en el momento de conseguirlo.
“Pilar ella…”
Al mencionar a Pilar, el corazón de Verónica se contrajo dolorosamente, y sus ojos se llenaron rápidamente de lágrimas.
Mordiéndose el labio, trató de contener la tristeza en su garganta y bajó la mirada para ocultar el dolor en sus ojos y forzó una sonrisa, “Justo estaba por aquí cerca, así que no fui a recogerla“.
Entre adultos, hay un mínimo sentido de límites.
Verónica no dijo que su Pilar ya había fallecido.
La dueña apreciaba a Pilar, pero solo era un encuentro casual, una relación superficial. No tenía sentido cargar a otros con su tristeza y dolor.
“Entonces, cuando le lleves la taza de café a Pilar, seguro que estará encantada“.
Después de todo, ella estaba muy emocionada por el resultado final.
No entendía por qué, estando tan emocionada y habiendo acordado recogerla una semana después, nunca había visto venir.
La dueña no notó nada inusual y le entregó la taza de café empaquetada a Verónica.
Verónica la recibió y a través de la bolsa transparente, vio el dibujo de una familia de tres personas que Pilar había pintado a mano en la taza.
También vio la frase que ella había escrito: ¡I LOVE DAD!
Su corazón le dolía hasta casi sofocarse.
¡Su princesa!
Le había dado el doscientos por ciento de su corazón a Adolfo, ese padre irresponsable.
Pero, ¿cómo podría Adolfo merecerlo?
Cuanto más pensaba Verónica, más triste se sentía, más dolorida estaba y su emoción claramente estaba a punto de perder el control.
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Capítulo 193