Capítulo 628
Rosana entró a la oficina con unos documentos en la mano, dejando la puerta abierta
intencionalmente, ya que solo estaban ellos dos en el espacio.
Se acercó y colocó los documentos sobre el escritorio. “Aquí están los problemas de datos que encontramos recientemente, así como algunas sugerencias de optimización.”
Cuando Dionisio extendió la mano para tomarlos, ella no pudo evitar notar lo largos y atractivos que eran sus dedos. Sin embargo, él no miró los documentos de inmediato; en lugar de eso, los presionó con sus dedos, frotándolos lentamente, distraído.
Rosana lo miró, confundida, preguntándose qué significaba ese gesto.
Sus miradas se encontraron. Al observar a Rosana, Dionisio notó que ese día llevaba una falda corta, ofreciéndoles un vistazo de sus piernas largas y esbeltas, eran deslumbrantes.
Su voz perdió suavidad: “Acerca de anoche…”
Anticipando lo que él diría, ella lo interrumpió de inmediato. “No necesitas explicarme nada sobre lo que pasó anoche.”
Recordó que, al alejarse de La Cúpula Dorada en su auto la noche anterior, vio a Keira aparecer detrás de Dionisio, pero hizo un esfuerzo por no pensar en lo que pudieron haber discutido después.
La mirada de Dionisio se oscureció considerablemente. Había estado pensando toda la noche que necesitaba aclarar las cosas cuando se vieran, pero ahora, ella estaba tan arisca que le era imposible acercarse. Solo podía tratar de apaciguarla, temiendo que, si la presionaba demasiado, ella volvería a hablar de separarse y no soportaba escuchar esas palabras.
Con voz baja, preguntó: “¿Todavía estás enojada?”
“No tengo por qué estarlo, al final, la que queda mal no soy yo.” Rosana lo miró con determinación, sin mostrar ninguna emoción adicional, fingiendo indiferencia.
“¿De verdad?” Dionisio se levantó y se acercó a ella.
Rosana retrocedió un poco, recordándole: “Estamos en la oficina.”
Justo después de escuchar, él camino hacia la puerta, la cerró e incluso la aseguró.
Al escuchar el sonido del cerrojo, el corazón de Rosana se saltó un latido, ¿qué estaba planeando?
Él se le acercó, inclinándose para mirarla a los ojos. Antes, cuando ella le mostraba sus emociones abiertamente, era fácil entenderla. Pero ahora, a veces, le resultaba imposible captar sus pensamientos.
Habló con un tono más bajo, empezando a explicar: “Anoche aclaré que no tengo ningún compromiso con Keira.”
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Capítulo 628
Estaban lo suficientemente cerca como para que el ambiente entre ellos se tornara ligeramente íntimo.
Conteniéndose, Rosana desvió la mirada con un simple “Oh“.
Dionisio se sorprendió por su reacción, sintiendo como si estuviera golpeando algodón con sus puños. Se sintió ligeramente derrotado. “Rosana, ¿qué necesitas para dejar de estar enojada?”
Era imposible tratar con ella sin que se molestara.
Ella sonrió levemente, diciendo: “No lo sé.”
Esa sonrisa cortó a Dionisio como un cuchillo.
Ella se giró para alejarse, pero él, incapaz de resistirse, la atrajo de vuelta. “¿Estás muy apurada por irte? Aún no hemos terminado de hablar.”
Rosana colocó sus manos en su pecho, bajando la mirada: “Primero suelta mis manos.”
Dionisio estaba frustrado: “No deberías usar faldas tan cortas para trabajar.”
Con un espíritu de rebeldía, ella lo desafió: “¿Te parece bonita?”
Él asintió honestamente: “Sí.”
Pero no quería que otros hombres la miraran.
“Entonces está bien, me pondré lo que me plazca.”
No necesitaba su aprobación. Dionisio desvió la mirada, maldiciéndose internamente porque esa joven lo tenía tan enredado. Aun así, no pudo evitar ceder.
Finalmente, dijo con resignación: “Esta tarde hay una reunión de intercambio sectorial. Probablemente Alonso también asista; ha estado llamando mucho la atención últimamente.”
“Las personas realmente capaces no necesitan hacer tanto ruido.” Rosana habló con confianza.
Provocando que Dionisio soltara una risa baja: “Iré contigo esta tarde.”
Ella se sorprendió: “Pero, ¿y si alguien te reconoce en la reunión?”
Por un momento, ella pensó que Dionisio nunca había asistido a ese tipo de eventos con ella antes; probablemente para mantener su identidad en secreto.
Él la miró seriamente: “Así es.”
“¿Y no te preocupa que Alonso descubra quién eres?”
“El que debería preocuparse es él, no yo.” La voz del hombre resonó con arrogancia.
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