Capítulo 594
Rosana lo miró de reojo, luego vio a Amir sentado en una silla, mirando hacia arriba. Se acercó y le preguntó: “¿Estás bien, aún sangras?”
“Ya estoy mucho mejor.”
Al ver al hombre junto a Rosana, Amir preguntó: “¿Volveremos juntos a la escuela?”
“Sí, vamos a volver. Esta noche te invito a cenar en el comedor para compensarte, lo siento
mucho.”
“No es nada.”
Amir pudo notar que Rosana prefería no interactuar con el hombre que la acompañaba, por lo que se puso de pie y sugirió: “Vamos ahora, antes de que se acabe la comida en el comedor.”
Rosana asintió, lista para irse, pero Dionisio la detuvo: “Aún no hemos terminado de hablar.”
Dionisio no quería que se fuera. Tenía un mal presentimiento, como si el hecho de que ella se fuera ese día significara el fin de su relación.
Rosana frunció el ceño: “Suéltame.”
Pero él era terco: “No lo haré.”
Al ver eso, Amir se acercó y dijo: “Rosana no quiere que la molestes. Debes saber cuándo retirarte.”
La mirada de Dionisio hacia Amir era fría como el hielo: “Más te vale alejarte de ella.”
Después de decir eso, levantó a Rosana sobre su hombro y se dirigió a la zona de boxeo.
Cuando Amir intentó seguirlos, el dueño del gimnasio lo detuvo: “¿Qué crees que estás haciendo?”
“Voy a ayudar.”
“No te metas en líos, ese tipo no es alguien con quien puedas meterte. Para que Rosana pudiera practicar boxeo, compró el gimnasio.”
Amir se quedó helado: “¿Pero tú no eres el dueño?”
“Yo solo soy el dueño nominal. Además, ellos dos están bien juntos, solo están teniendo una discusión. ¿Por qué te metes?”
El dueño del gimnasio detuvo a Amir. Las peleas entre parejas a menudo se resuelven solas, pero si una tercera persona interfiere, las cosas pueden complicarse.
Amir miró hacia la dirección del área de boxeo y su mirada se volvió instantáneamente más sombría.
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Por otro lado, Rosana fue llevada a la zona de boxeo por Dionisio y colocada en el ring.
Una vez que se puso de pie, lo miró furiosa: “¿Estás loco?”
“Si, estoy loco.” Dionisio tenía un toque de rojo en el rabillo del ojo y su mirada estaba fija en Rosana: “Ya te lo expliqué todo. ¿Puedes decirme por qué estás enojada?”
“¿Por qué debería ser yo quien hable?” Ella estaba visiblemente enojada, con los ojos ligeramente rojos: “Hace un momento golpeaste a alguien sin razón, ¿qué derecho tienes a amenazar a otras personas?”
Los labios de Dionisio se tensaron fríamente: “¿Y si te dijera que estaba celoso?”
¿Celoso?
Al escuchar eso, Rosana se llenó de amargura. ¿Realmente había dicho celos?
Inmediatamente soltó una risa fría: “¿Y tú qué derecho tienes para criticarme?”
“Soy tu novio, ¿acaso no puedo sentir celos?” Dionisio estaba evidentemente molesto: “Puedo practicar contigo, no necesitas buscar a nadie más.”
“Ya no practicaré contigo en el futuro. No soy una marioneta a la que puedas controlar a tu antojo.”
Dionisio estaba tan enojado que las sienes le latían. Puso sus manos sobre los hombros de Rosana, con la voz ronca dijo: “No estoy tratando de controlarte. Pero piénsalo, si estuviera demasiado cerca de otra mujer, ¿no te molestaría?”
“Así que lo sabías.” Rosana lo miró seriamente: “Además de estar cuidando de tu abuela esa noche, ¿con quién más estabas?”
“Estaba en el hospital, ¿con quién más podría estar?” La paciencia de Dionisio se estaba agotando: “Rosana, ¿acaso te gusta ese chico y por eso estás buscando excusas para ignorarme?”
“Ahora eres tú quien me acusa, eres un desgraciado. Esa noche claramente estabas con otra mujer, ¿cuánto tiempo más piensas engañarme?” Rosana estaba tan enojada que sus lágrimas comenzaron a caer.
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