Capítulo 577
La inquietud se reflejaba en el rostro de Mauricio. Sus dedos tamborileaban nerviosamente sobre el escritorio de caoba mientras sus ojos escrutaban el horizonte a través del ventanal de la oficina.
“Daniela, no lo entiendo. Si los Montalbán ya nos dieron su palabra de ayudarnos, ¿por qué han pasado días sin saber nada de ellos?”
El silencio que siguió a su pregunta fue interrumpido por el intercomunicador. La voz de la recepcionista resonó con claridad en la elegante oficina.
“Señor Presidente, está aquí la secretaria del señor Montalbán. Solicita verlo.”
El rostro de Mauricio se iluminó instantáneamente. Su postura se enderezó, abandonando toda
señal de ansiedad anterior.
“Hazla pasar, por favor.”
La puerta se abrió con suavidad, revelando a una mujer que emanaba distinción en cada paso. Su traje sastre impecable y su postura erguida hablaban de años de refinamiento, pero sus ojos… sus ojos eran dos témpanos de hielo que mantenían a todos a distancia.
“Mi patrón me envió con un mensaje muy específico. La familia Hidalgo solo tiene una salida para resolver esta situación: una gran reconciliación.”
Sin esperar respuesta, giró sobre sus talones y se marchó, dejando tras de sí un silencio pesado como el plomo.
Las manos de Mauricio se crisparon sobre el escritorio.
“¿Una gran reconciliación? ¿A qué se refiere con eso?”
Los accionistas intercambiaron miradas confusas, el desconcierto pintado en sus rostros
mientras negaban con la cabeza.
El color abandonó el rostro de Eugenio como si hubiera visto un fantasma. Sus labios se tornaron blancos y sus manos comenzaron a temblar imperceptiblemente. Una gran reconciliación solo podía significar una cosa: encontrar a los descendientes perdidos. El solo pensamiento le revolvía el estómago. Si eso sucedía, los esqueletos en el armario de la familia Hidalgo saldrían a la luz. Décadas de secretos cuidadosamente guardados se desmoronarían como un castillo de naipes.
“No, no podemos permitirlo“, pensó, apretando los puños bajo la mesa. “Debe haber otra manera.”
…
La oficina privada de Eugenio, normalmente un santuario de calma y poder, vibraba con una energía nerviosa cuando llamó a Daniela después de la reunión.
El anciano se pasaba la mano por el cabello plateado una y otra vez, un gesto que delataba su
1/2
16:34
Capítulo 577
profunda perturbación.
“¿Cómo es posible? ¿Cómo puede conocer los secretos más oscuros de la familia Hidalgo? Un secreto que hemos protegido con tanto celo…”
A
Sus ojos, afilados como dagas, se clavaron en su nieta.
“Daniela, necesito la verdad. ¿Fuiste tú quien les contó sobre nuestro escándalo?”
El rostro de Daniela reflejó una mezcla de dolor e indignación.
“Abuelo, te juro que yo apenas conozco fragmentos de ese escándalo. Son solo rumores que he escuchado por años. ¿Cómo podría revelar algo que ni siquiera comprendo del todo?”
Eugenio se hundió en su sillón de cuero, su mente trabajando a toda velocidad.
“Si no fuiste tú… y la familia no lo ha revelado… solo queda Aurora. Esa mujer siempre ha sido una espina en nuestro costado.”
“Pero abuelo, él vive prácticamente aislado en ese sótano. Casi no recibe visitas. Aurora ni siquiera hubiera tenido oportunidad de acercarse a él.”
La confusión en el rostro de Eugenio se profundizó. Sus dedos tamborilearon sobre el brazo del sillón mientras procesaba esta información.
“Entonces, ¿cómo? ¿Cómo llegó a conocer nuestros secretos más profundos?”
Después de un momento de reflexión, Eugenio enderezó su postura. Sus ojos brillaron con
determinación.
“Necesito entender esto desde el principio. Daniela, háblame de él. ¿Qué clase de persona es?”
La joven desvió la mirada hacia la ventana, como si pudiera ver al misterioso hombre del sótano reflejado en el cristal:
“A pesar de sus problemas de movilidad, se mueve con una gracia natural. Su postura es impecable, como si hubiera nacido para comandar ejércitos. Es alto y delgado, pero hay una fuerza contenida en cada uno de sus movimientos. Su rostro… aunque solo lo he visto de perfil, posee una belleza que parece sacada de un cuadro antiguo. Tiene una presencia que hace parecer vulgares a los herederos más refinados de la alta sociedad.”
Daniela hizo una pausa, humedeciéndose los labios resecos antes de continuar.
“Hay algo en él… una soledad elegida. No es que no pueda hablar, es que elige cada palabra como si fueran piedras preciosas. Cuando habla, sus palabras tienen el peso de sentencias grabadas en piedra.”
Eugenio agitó la mano con impaciencia, descartando las descripciones físicas.
“¿Y sus capacidades? Según lo que has visto, ¿realmente está a la altura de su reputación entre los Hidalgo?”
2/2
