Capítulo 575
Aurora apretaba los labios, negando con la cabeza mientras las palabras brotaban
entrecortadas de su boca:
“No, esto tiene que ser una pesadilla. No puede ser real. Salvador… él es tan dulce, tan noble.
Jamás lastimaría ni a una mosca.”
Los pequeños brazos de Valentina se aferraron al cuello de su madre. Su cuerpo menudo temblaba como una hoja.
“Mami, tengo mucho miedo. ¿Y si me hace lo mismo? ¿Y si también me encierra?”
Aurora estrechó contra su pecho a su pequeña, sintiendo cómo se hacía más pequeña entre sus brazos. El aroma a champú de manzanilla de su cabello le llegaba mezclado con el inconfundible olor del miedo infantil.
“Mi amor, fue solo una pesadilla. Las pesadillas no son reales, cariño.”
La niña se apartó lo suficiente para mirar a su madre directamente a los ojos. Su vocecita sonó firme a pesar del temblor en su labio inferior.
“No fue un sueño, mami. Todo pasó de verdad.”
Una risa nerviosa escapó de los labios de Aurora mientras limpiaba una lágrima traicionera. Con delicadeza, tomó el rostro de su hija entre las manos.
“Mi cielo, Isaac te vio hace poquito, ¿te acuerdas? Está vivito y coleando. Lo que soñaste no puede ser real…”
Las palabras se le congelaron en la garganta al encontrarse con la mirada de su hija. Dos ojos enormes y brillantes por las lágrimas la observaban con una seriedad impropia de su edad.
“Es verdad, mami. Lo vi con mis propios ojos. Hay un cuarto gigante en el sótano de la casa de los Montalbán. Está lleno de… cosas horribles. Instrumentos para lastimar gente.”
El terror se deslizó como hielo líquido por las venas de Aurora.
“Valentina… ¿cómo sabes tú de la familia Montalbán?”
“Porque ya estuve ahí.”
El corazón de Aurora dio un vuelco violento.
“¿Cuándo?”
“¿Ya no te acuerdas, mami? Tú me llevaste. Yo estaba muy enferma y te enteraste que los Montalbán tenían una medicina milagrosa que me podía curar. Por eso fuimos, pero el guardia ni siquiera nos dejó pasar… Me dejaste un momento en la entrada mientras buscabas otra forma de entrar. En cuanto te fuiste, llegó Salvador. No dijo nada, solo me levantó en brazos.”
Aurora sentía la boca seca.
16:34
Capítulo 575
“¿Qué pasó después?”
“Me desmayé porque estaba muy débil. Cuando abrí los ojos…” La voz de Valentina se quebró. “Estaba en el sótano. Vi cuando Salvador… cuando le pegaba a Isaac con un látigo.”
El color abandonó el rostro de Aurora mientras un escalofrío le recorría la espalda.
Todo lo que Valentina describía había sucedido. Pero no en esta vida, sino en la anterior.
En aquella ocasión, cuando la enfermedad de Valentina estaba en fase terminal, Isaac solo tenía ojos para Cynthia, ignorando por completo el sufrimiento de madre e hija. Desesperada, Aurora había acudido a la familia Montalbán buscando ayuda…
Si lo que Valentina decía era cierto, bajo el exterior refinado y amable de Salvador se ocultaba una oscuridad insondable. ¿Cómo podría mirarlo a los ojos después de esto?
“Valentina, esto tiene que quedar entre nosotras, ¿me entiendes? Mamá va a investigar qué hay
detrás de todo esto.”
La niña asintió con expresión solemne.
“Está bien.”
Aurora abrazó a su hija, sintiendo un peso invisible sobre los hombros.
La medianoche llegó silenciosa y pesada.
Salvador cruzó el umbral de la casa. Era la segunda noche consecutiva que volvía tan tarde. Aurora solía esperarlo para prepararle algo de cenar, y solo después de verlo dormir profundamente, se permitía descansar ella también.
Pero esta noche, la sala estaba vacía y oscura.
“¿Dónde está la señora?” La sorpresa tiñó su voz.
“La señora se retiró temprano a descansar.” respondió la empleada.
Un destello de desconcierto cruzó el rostro de Salvador. Sin decir más, caminó hacia la habitación de Aurora arrastrando una sensación de pérdida que no podía nombrar.
Levantó la mano para tocar, pero tras un momento de duda, la dejó caer. Mejor no perturbar su descanso. Con pasos pesados, se dirigió a su propia habitación.
Esa noche, Salvador fumó hasta que los primeros rayos del sol se colaron por la ventana.
Solo el sonido de una notificación en la computadora lo arrancó de su ensimismamiento. Con desgana, aplastó la colilla del cigarrillo y se sentó frente a la pantalla.
Al ver el avatar parpadeante, su expresión se congeló por un instante. Un suspiro largo y pesado escapó de sus labios, cargado de secretos y remordimientos.
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