Capítulo 574
La sonrisa se congeló en el rostro de Aurora. Sus ojos, usualmente brillantes y seguros, se nublaron con una sombra de incertidumbre mientras procesaba las palabras de Daniela.
Un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Estaba Daniela insinuando que había algo oscuro en el carácter de Salvador?
“No puede ser“, pensó Aurora. El Salvador que ella conocía, aunque podía ser implacable en los negocios, tenía un corazón noble. Siempre recordaba los favores y los devolvía con creces. Si él no calificaba como una buena persona, ¿quién en toda la Ciudad de México podría hacerlo?
Sus ojos escrutaron el rostro de Daniela, buscando algún indicio de malicia o engaño. Pero la expresión transparente y sincera de la otra mujer solo aumentó su inquietud.
Un pensamiento perturbador cruzó por su mente. ¿Y si Daniela no se refería al carácter de Salvador? ¿Podría estar insinuando, algo sobre la legitimidad de su posición?
La temperatura de su voz descendió varios grados.
“¿A qué te refieres exactamente, Daniela?”
Una sonrisa enigmática se dibujó en los labios de Daniela.
“No te hagas la que no ve, Aurora. ¿De verdad no has notado nada raro en él después de tanto tiempo? Por ejemplo, todos sabemos que odia estudiar, pero míra nada más qué inteligente nos salió, jun genio en todo lo que hace!”
La última frase quedó flotando en el aire como una amenaza velada.
“Tú sabrás qué hacer con esta información.”
Con esas palabras y una sonrisa cargada de significado oculto, Daniela se dio la vuelta y se
marchó.
Aurora observó su figura alejarse mientras un peso frío se instalaba en su estómago.
Regresó a su habitación con el corazón inquieto. Las palabras de Daniela giraban en su mente como un torbellino sin fin.
Por más que quisiera negarlo, había algo de verdad en lo que Daniela había dicho. Su Salva, quien siempre alardeaba de odiar los libros, poseía una inteligencia y conocimientos que parecían no tener límites.
“¿Cómo no me di cuenta antes?”
El sonido de unos golpes suaves en la puerta interrumpió sus cavilaciones.
Aurora se obligó a apartar esos pensamientos perturbadores.
“Adelante.”
En el umbral apareció Valentina, abrazando un conejo de peluche contra su pecho. Sus ojos
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grandes y expresivos parecían perdidos en algún lugar lejano.
Aurora extendió sus brazos hacia ella.
“Ven aquí con tu mamá, mi amor.”
Valentina se acercó con pasos pequeños y cautelosos. Al llegar junto a Aurora, se fundió en su abrazo.
“Mami…”
El corazón de Aurora se derritió al escuchar esa vocecita dulce. Estrechó a su pequeña contra su pecho, sintiendo cómo ese abrazo llenaba un vacío que había arrastrado durante dos vidas. Sus dedos acariciaron suavemente la espalda de Valentina mientras el amor maternal irradiaba de cada uno de sus gestos.
“Mi cielo, ¿eres feliz?”
Valentina se quedó quieta un momento, pensativa. Después, lentamente, negó con la cabeza.
Aurora sintió como si le hubieran echado un balde de agua fría. No tenía sentido. Esta Valentina lo tenía todo: salud, un padre que la adoraba, tíos que la consentían. Era la princesa de la casa. ¿Cómo podía no ser feliz?
“¿Por qué dices eso, mi amor?”
Los ojos grandes y redondos de Valentina se clavaron en los suyos.
“Me preocupas tú, mami.”
Una sonrisa tierna suavizó las facciones de Aurora.
“No tienes que preocuparte por mí, mi cielo. Estoy muy bien.”
Valentina volvió a negar con la cabeza, esta vez con más energía.
Aurora frunció el ceño.
“Mami no te miente, mi amor. Tengo a tu papá conmigo, soy muy feliz.”
Pero Valentina seguía negando, y para sorpresa de Aurora, sus ojitos comenzaron a llenarse de lágrimas.
“¿Qué pasa, mi vida?”
Entre pequeños sollozos, Valentina comenzó a hablar.
“Mami… tengo sueños. Sueños muy feos.”
“¿Qué tipo de sueños, mi amor?”
El cuerpecito de Valentina comenzó a temblar bajo sus manos.
“Sueño que… que un papá amarra al otro papá y lo encierra en el sótano… y le pega mucho.”
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“Tengo mucho miedo, mami.”
Aurora se quedó helada. Dicen que los sueños son reflejos de los pensamientos del día, pero esto… esto parecía salido de una pesadilla sin fundamento.
“Mi vida, tu papá Isaac podrá ser frío y distante, pero no es un monstruo. No sería capaz de hacer algo así.”
Valentina se removió inquieta, alejándose del abrazo de su madre.
“¡No es papá Isaac! ¡Es papa Salvador el que tiene encerrado a papá Isaac!”
Las palabras cayeron como una bomba en la habitación. Aurora sintió que el aire abandonaba sus pulmones mientras el color huía de su rostro.
No podía ser cierto. Salvador no podía ser capaz de tanta crueldad.
¿O sí?
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