Capítulo 564
La tensión se apoderó del elegante despacho. El rostro de Eugenio, normalmente sereno y calculador, se ensombreció de una manera que Mauricio nunca había visto. Sus manos, curtidas por décadas de firmar contratos millonarios, se entrelazaron con fuerza sobre el escritorio de caoba. El silencio se volvió tan denso que casi podía cortarse con un cuchillo.
Mauricio observaba a su padre con creciente inquietud. Este hombre, que había sorteado crisis económicas y guerras corporativas sin pestañear, ahora parecía cargar un peso invisible sobre sus hombros. Los segundos se convirtieron en minutos eternos, mientras el viejo patriarca se perdía en sus pensamientos.
La frustración comenzó a crecer en el pecho de Mauricio. Justo cuando estaba por levantarse y dar por terminada la reunión, la voz de Joaquín cortó el aire como un látigo.
“Nos está castigando por Aurora.”
Mauricio dejó escapar una risa incrédula, sus cejas arqueándose con sorpresa.
“¿Me estás diciendo que Salvador está dispuesto a enfrentarse a todo el imperio Hidalgo por una mujer? No manches, el amor lo tiene completamente cegado.”
El silencio de Eugenio fue más elocuente que cualquier respuesta. Sus ojos, llenos de una culpa antigua, evitaban encontrarse con los de su hijo.
Un escalofrío recorrió la espalda de Mauricio mientras las piezas comenzaban a encajar en su
mente.
“Un momento… si nosotros no tenemos nada que ver con Aurora, ¿por qué diablos Salvador buscaría vengarse de nuestra familia?”
Eugenio se removió incómodo en su silla de piel, como si el peso de un secreto le aplastara los hombros. Con una habilidad pulida por años de negociaciones, desvió la conversación.
“¿Cómo ha estado Daniela estos días?”
“Pues… tiene sus altas y sus bajas.”
“Dile que se enfoque en sus preparativos de novia.”
“Claro, padre.”
“Y otra cosa… que le pida a su prometido que ponga en su lugar a Salvador.”
Mauricio asintió con determinación.
“Así será:”
Al salir del despacho, sus pasos resonaron por el pasillo de mármol mientras se dirigía a la habitación de su hija. Sus nudillos golpearon la puerta varias veces antes de que esta se abriera.
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Capitulo 564
Daniela apareció en el marco, con una brocha de maquillaje en la mano y el rostro a medio terminar. El aroma dulzón de sus cosméticos flotaba en el aire.
Una sonrisa paternal se dibujó en el rostro de Mauricio.
“Tu mamá me contó que andas obsesionada con verte más joven. ¿A qué se debe tanto
esmero?”
Las mejillas de Daniela se tiñeron de rosa, mientras jugueteaba nerviosamente con la brocha
entre sus dedos.
“Es que mi prometido es tan guapo… Me da miedo verme insignificante a su lado.”
Mauricio frunció el ceño, recordando.
“¿Más guapo que Salvador?”
Daniela se tomó un momento para responder, sus ojos perdidos en la memoria.
“Salvador también es guapo, pero de una manera diferente. Es como un jade pulido, que te hace querer tenerlo cerca. Mi prometido… él tiene un aire de superioridad natural que te hace sentir pequeña.”
“Si te gusta, con eso basta.”
Los ojos de Daniela se entrecerraron con suspicacia.
“¿A qué viniste realmente, papá?”
Mauricio exhaló pesadamente.
“Es Salvador. Está vengándose de la familia Hidalgo por lo de Aurora. Nos tiene contra las cuerdas. Tu abuelo quiere que le pidas a tu prometido que le ponga un alto.”
La preocupación ensombreció el rostro de Daniela. Sus manos se retorcieron nerviosamente sobre su regazo.
“Papá… aunque estemos comprometidos, siento que hay una barrera invisible entre nosotros. Como si su corazón fuera una fortaleza impenetrable. No sé si aceptará ayudarnos.”
Las palabras de su hija hicieron que una inquietante sospecha se formara en la mente de Mauricio.
“Por como lo describes… me preocupa que él y Salvador hayan intercambiado papeles…”
El rostro de Daniela se endureció como el granito. Mauricio captó la señal y guardó silencio.
Después de un momento tenso, Daniela cuadró los hombros con determinación.
“Si es por el bien de nuestra familia, me armaré de valor y se lo pediré.”
“Gracias, hija.”
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Capitulo 564
En la imponente villa de los Córdoba, el aire acondicionado zumbaba suavemente mientras Isaac escudriñaba la pantalla de su computadora. Sus ojos ardían después de horas de revisar contratos línea por línea. A su lado, Federico no paraba de dar vueltas como león enjaulado.
“Ya párale, Isaac. No tiene caso que sigas quebrándote la cabeza. Salvador es un genio maquiavélico. Cuando nos tendió esta trampa, se aseguró de que fuera perfecta.”
Después de otra hora de búsqueda infructuosa, Isaac arrojó el mouse con frustración. El golpe resonó en el silencio de la oficina.
“¿Entonces qué? ¿Nos quedamos sentados mientras Salvador nos hace pedazos?”
Federico se dejó caer en el sillón de cuero, el desánimo pesando en cada una de sus palabras.
“¿Qué más podemos hacer? Salvador no piensa como nosotros los simples mortales. En cuestión de meses logró levantar un imperio para aplastarnos. Ese cabrón es de otro nivel.”
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