Capítulo 563
La voz de Salvador se quebró, dejando entrever una vulnerabilidad que pocas veces mostraba. Sus ojos, usualmente firmes y seguros, ahora brillaban con una mezcla de súplica y determinación mientras sostenía las manos de Aurora entre las suyas.
“Dame una oportunidad más. Sé que he fallado antes, pero necesito demostrarte que para mí eres única. Nadie, absolutamente nadie, podrá valorarte como yo lo hago.”
Aurora sintió que su corazón se encogía. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras se aferraba a él, enterrando su rostro en su pecho. Su cuerpo temblaba con cada
sollozo.
“Ya no tienes que demostrarme nada, Salva. Por fin lo entiendo… merezco tu amor. Te prometo que de ahora en adelante seré fuerte. No volveré a dudar de mí misma.”
Salvador la estrechó contra su pecho con fuerza, como si temiera que pudiera desvanecerse entre sus brazos. El aroma suave del perfume de Aurora se mezclaba con el persistente olor a
café de su camisa.
Fabiola, quien observaba la escena desde un rincón, sentía que el aire se volvía cada vez más denso. Sus ojos vagaban inquietos por la habitación, evitando la intimidad del momento. La revelación le golpeaba como una bofetada: su hija, a quien siempre había considerado la más insignificante, ahora brillaba como el tesoro más preciado de un hombre poderoso.
Sin poder soportar más la escena, Fabiola se escabulló en silencio, la vergüenza pesando sobre sus hombros como una capa de plomo.
En la soledad de sus pensamientos, la imagen de su otra hija, Cynthia, se apoderó de su mente. El contraste era doloroso. Mientras Aurora florecía en su felicidad, el futuro de Cynthia se teñía de sombras cada vez más oscuras. El amor que Isaac alguna vez profesó por ella se había marchitado bajo el peso de sus caprichos y su carácter dominante.
A pesar de todo, el amor maternal de Fabiola no conocía límites. En secreto, guardaba cada delicia que Aurora le traía, acumulándolas como una ardilla previsora para enviárselas a Cynthia. El dinero que recibía de Aurora lo atesoraba celosamente, convencida de que la frágil salud de Cynthia requeriría recursos sustanciales en el futuro.
Aurora no era ajena a estas pequeñas maniobras de su madre. En esos momentos, su mirada se perdía en el horizonte mientras se acurrucaba junto a Salvador.
“¿Crees que mi verdadera madre me habría dejado pasar por tantas penurias, Salva?”
Salvador acarició suavemente su cabello, su voz teñida de ternura. “Mi Aurora, tan hermosa por dentro como por fuera, con esa dulzura que cautiva a todos… Si tu suegra estuviera aquí, te mimaría como la joya que eres.”
Sus palabras eran un bálsamo para el corazón herido de Aurora.
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Mientras Aurora sanaba sus heridas emocionales, la trayectoria empresarial de Salvador
alcanzaba nuevas cumbres. En apenas un trimestre, había conseguido arrebatar cada proyecto significativo de las manos de la familia Hidalgo.
El imperio Hidalgo se tambaleaba. Sus ingresos se desplomaban por debajo de sus gastos operativos, obligándolos a considerar despidos masivos.
Eugenio golpeó su escritorio con furia, su rostro enrojecido por la ira. “¡Impulsa 21 ni siquiera operaba en nuestro sector! ¿Cómo demonios han invadido la industria del entretenimiento así de la nada?”
Mauricio se pasó una mano por el rostro, agotado. “He estado investigando, papá. Cada proyecto que perdimos tiene conexiones con la familia Nolan. No hay duda, nos traicionaron.”
Sus palabras flotaron en el aire como una nube de tormenta mientras continuaba su análisis, su voz cargada de confusión. “Los Nolan conocían cada detalle de nuestras operaciones, éramos socios inquebrantables. Si se aliaron con Impulsa 21… pero no tiene sentido. Ellos también han sufrido pérdidas. ¿Por qué se unirían a Salvador para destruirnos?”
De repente, una sombra de comprensión cruzó el rostro de Eugenio. Su cuerpo se tensó visiblemente mientras una idea perturbadora tomaba forma en su mente.
“¿Y si el objetivo de Salvador es destruir completamente a la familia Hidalgo?”
“Podría haber negociado con los Nolan, convencerlos de trabajar para él. Eso explicaría todo.” Mauricio se hundió en su silla, el peso de la realización cayendo sobre sus hombros.
El silencio que siguió fue pesado, cargado de preocupación. Dos de los hombres más poderosos del mundo empresarial se miraron, el miedo reflejándose en sus ojos.
“Papá…” Mauricio rompió el silencio, su voz apenas un susurro. “¿Qué motivos tendría Salvador para querer destruirnos?”
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