Capítulo 553
Los ojos de Salvador brillaron con una calidez especial mientras observaba expectante la reacción de Aurora. Una sonrisa genuina iluminó su rostro.
“¿Qué te parece?”
Aurora bajó la mirada, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas. Sus dedos juguetearon nerviosamente con el borde de su blusa.
“Me encanta.”
Aurora había elegido cuidadosamente el lugar para el descanso final de Gabriel: un sitio tranquilo, rodeado de árboles antiguos que susurraban con la brisa. Contrató a un monje para realizar una ceremonia de purificación, observando cómo el humo del incienso se elevaba hacia el cielo en espirales perezosas mientras se realizaban los últimos ritos. Fabiola, de pie junto a ella, mantuvo una expresión serena durante todo el proceso, evidentemente complacida con los arreglos.
Una vez concluida la ceremonia, Aurora se acercó a Fabiola. La tensión en sus hombros era visible mientras enfrentaba a la mujer que guardaba el secreto de sus orígenes.
“Ya cumplí con mi parte. Creo que es momento de que cumplas con tu promesa, ¿no crees?”
El rostro de Fabiola se contrajo en una mueca apenas perceptible. Sus labios se abrieron y cerraron varias veces, como si las palabras lucharan por salir. La culpa y el arrepentimiento danzaban en sus ojos.
“Mira, la verdad es que… hablé sin pensar. Tu verdadero padre… falleció hace mucho tiempo.”
Salvador dio un paso al frente, sus ojos ardiendo con una furia apenas contenida. Sus puños se cerraron con tanta fuerza que los nudillos se tornaron blancos.
“Me lo imaginaba. Por eso me aseguré de tener un plan B. Si no cumples tu palabra, desenterraré la urna de Gabriel y tiraré sus cenizas al mar.”
Y
El color abandonó el rostro de Fabiola. Sus hombros se hundieron en señal de derrota.
“Está bien… la verdad es que sí has conocido a tu padre biológico.”
Aurora sintió que el aire abandonaba sus pulmones. Su corazón comenzó a latir con fuerza contra sus costillas.
“¿Lo he conocido? ¿De quién estamos hablando?”
Con manos temblorosas, Fabiola extrajo de su bolso un monedero gastado por el tiempo. De su interior, sacó una pulsera que depositó en las manos de Aurora como si fuera una reliquia sagrada.
“Ve con los Hidalgo. Muéstrales esto. Ellos tienen las respuestas que buscas.”
“¿Los Hidalgo?” La sorpresa en las voces de Aurora y Salvador se entrelazó en el aire.
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Capitulo 553
Aurora abrió la boca para hacer más preguntas, pero Fabiola había sellado sus labios, su rostro una máscara impenetrable. No había más que decir.
De vuelta en casa, la paz que Aurora había conocido se esfumó como niebla bajo el sol de la mañana. Las horas se deslizaban mientras permanecía sentada en el balcón, sus dedos acariciando distraídamente la pulsera.
Era una pieza simple: un trébol de diseño común, del tipo que se podía encontrar en cualquier tienda de accesorios. Aurora no podía evitar sentir una punzada de decepción. Para venir de alguien de la familia Hidalgo, parecía… insignificante. Un regalo que sugería que su madre no había significado mucho para él.
Un suspiro escapó de sus labios, cargado de melancolía.
Salvador se materializó a su lado, ocupando el espacio vacío junto a ella.
“Salva… ¿tú crees que mi papá de verdad quería a mi mamá?”
Salvador tomó su mano con delicadeza, depositando un beso suave en sus nudillos. Sus ojos transmitían una intensidad que hizo que el corazón de Aurora saltara un latido.
“Hermana, ¿acaso no ves todo el amor que siento por ti en el anillo de compromiso que te di?”
El recuerdo del anillo, tan simple como significativo, inundó la mente de Aurora. No era una joya ostentosa, pero encerraba en sí misma cada momento precioso que habían compartido durante los tiempos más oscuros.
La determinación se asentó en su pecho.
“Voy a ir a ver a los Hidalgo.”
Una sombra de inquietud cruzó el rostro de Salvador.
“Que te acompañe Valeria.”
Aurora se quedó inmóvil, procesando sus palabras. Salvador, quien nunca se separaba de ella, ¿por qué de repente quería mantener distancia con los Hidalgo? La duda comenzó a crecer en su mente, conectando puntos invisibles entre el anillo de bodas de Daniela y Salvador.
“Mmm.” Su respuesta fue apenas audible, teñida de una oscuridad que no pasó desapercibida.
Esa noche, Aurora decidió visitar a Joaquín. Sin embargo, el destino tenía otros planes. Al llegar a la residencia Hidalgo, se encontró con una escena que le provocó un dolor sordo en el pecho: Daniela regresaba con sus padres, los tres envueltos en un aura de felicidad familiar que contrastaba cruelmente con su propia soledad.
“¿Aurora? Qué sorpresa verte por aquí.” La voz de Daniela sonaba genuinamente asombrada.
Aurora notó el detalle: la había llamado simplemente Aurora, no señora Nolan. La omisión deliberada de su estado civil con Salvador hizo que su estómago se revolviera.
“Vine a hablar con Eugenio. Es importante.”
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Mauricio e Hilda Grijalva apenas le dedicaron una mirada cortés, sus rostros máscaras de educada indiferencia
“Adelante, Aurora Nosotros ya nos retiramos Se despidieron con un gesto distante antes de alejarse tomados de la mano
En contraste con la frisidad de sus padres, Daniela adoptó un aire de anfitriona perfecta, su
sonrisa brillante pero sus ojos calculadores
“Ven, te llevare con mi abuelo
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