Capítulo 542
La revelación de Isaac hizo que Federico finalmente conectara las piezas. Ese hombre enigmático en la silla de ruedas… había algo en su porte que le recordaba innegablemente a
Salvador.
Sus manos comenzaron a sudar mientras procesaba la información. “¿Crees que podría ser Salvador?” La pregunta escapó de sus labios antes de que pudiera contenerla.
Isaac giró la cabeza bruscamente, escaneando el área con ojos alarmados. Su rostro se tensó mientras se inclinaba hacia Federico. “¿No ves que estoy tratando de confirmarlo contigo? Ten más cuidado con lo que dices.”
Federico se pasó una mano por la nuca, un gesto nervioso que traicionaba su inquietud. “Sí, hay un parecido, pero algo no termina de cuadrar.”
“¿A qué te refieres?”
La mirada de Federico se detuvo en los lentes oscuros del misterioso hombre. Aunque estos ocultaban sus ojos, su rostro parecía esculpido por manos divinas, una obra maestra de proporciones perfectas. Pero había algo más: una presencia intimidante que helaba la sangre en las venas. “Este tipo… hay algo aterrador en él. Salvador podrá ser muchas cosas, pero
nunca ha tenido esa aura siniestra.”
Isaac señaló discretamente con un movimiento de cabeza. “Fíjate en el anillo que lleva en el
dedo anular.”
Federico entrecerró los ojos, observando la joya. “Es solo un anillo de matrimonio común y corriente, ¿qué tiene de especial?”
El rostro de Isaac se ensombreció. “Salvador usa exactamente el mismo tipo de anillo en su
dedo anular.”
Federico se levantó de golpe, el color abandonando su rostro. “¿Entonces sí es Salvador? ¿Ha estado encontrándose a escondidas con Cynthia? Con razón ella no deja de hablar de él… ¿Será que le hizo algo? ¿La habrá vuelto loca?”
Su teoría, aunque descabellada, encontró eco en Isaac, quien asintió lentamente. “Podría tener sentido lo que dices.”
Un escalofrío recorrió la espalda de Federico. Podía sentir cómo algo siniestro se deslizaba en las sombras, algo que escapaba completamente de su control. Sin duda, Salvador era el verdadero rey de la oscuridad.
Las palmas de sus manos comenzaron a sudar. “¿Y ahora qué hacemos, Isaac?”
La mirada penetrante de Isaac se clavó en él. “¿Quieres salvar al Grupo Nolan?”
Federico asintió con tanta fuerza que pareció que su cabeza se desprendería.
Los ojos de Isaac brillaron con determinación. “Entonces trabaja conmigo. Necesitamos
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Capitulo 542
encontrar algo que nos sirva para acorralar a Salvador, algo que lo obligue a retirarse del mundo de los negocios.”
“Cuenta conmigo.”
Isaac cerró la pantalla de vigilancia, sus palabras apenas un susurro. “Creo que necesitamos tener un encuentro cara a cara con Salvador.”
Sin embargo, cuando llegaron a la entrada de la villa, el guardia les cortó el paso con firmeza. “El señor está en casa, pero no recibe visitas en este momento.”
Isaac y Federico se alejaron, la frustración visible en sus rostros. Pero Isaac, siempre astuto, se detuvo. “¿Tu patrón pasó la noche con la señora?”
Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios al notar cómo el guardia se tensaba, como si ocultara algo.
Sin perder un segundo más, sacó su celular y marcó el número de Aurora.
En ese momento, Aurora dormía plácidamente en los brazos de Salvador.
La vibración del teléfono despertó primero a Salvador. Al ver el nombre en la pantalla, sus ojos se oscurecieron antes de contestar.
“Isaac, Aurora sigue dormida. ¿No te parece una falta de respeto llamar tan temprano?”
Isaac tragó saliva, la emoción evidente en su voz. “Estoy en la puerta de tu casa, Salvador. Si no quieres que moleste a Aurora, baja tú mismo.”
Salvador contempló el rostro sereno de Aurora y dejó escapar un suspiro resignado. “De acuerdo. Te espero abajo.”
No permitiría que perturbaran el sueño de Aurora.
Con movimientos silenciosos, se vistió y arropó a Aurora con delicadeza. Sus dedos rozaron suavemente su mejilla antes de salir de la habitación.
Minutos después, Salvador apareció en la entrada de la villa. El sol apenas comenzaba a asomar en el horizonte, aunque definitivamente ya no era tan temprano.
Isaac sintió que su corazón se aceleraba al ver a Salvador en pijama, con ese aire
despreocupadamente seductor de quien acaba de despertar. La impaciencia comenzó a bullir en su interior.
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