Capítulo 536
La pregunta flotó en el aire mientras Salvador clavaba su mirada en Aurora. Sus ojos, habitualmente serenos como un lago en calma, ahora revelaban un destello de inquietud que raramente permitía mostrar. La luz tenue de la habitación resaltaba los matices de preocupación en su rostro perfectamente cincelado.
Aurora sintió que el corazón se le encogia en el pecho. Sus dedos jugueteaban nerviosamente con el borde de su blusa mientras buscaba las palabras adecuadas. El peso de la verdad le oprimia el pecho como una losa.
Los recuerdos de todas las crueldades que la familia Nolan había infligido a Salvador a lo largo de los años desfilaron por su mente. Incluso ahora, cuando él había cortado todo vínculo con ellos, seguían buscando formas de lastimarlo, de arrastrarlo de vuelta al fango del que tanto le había costado escapar.
Un nudo se formó en su garganta. Las palabras verdaderas se negaban a salir.
“No es para tanto, la verdad.” Aurora intentó suavizar su voz, manteniendo un tono ligero. “Me imagino que están desesperados por el éxito de Impulsa 21 y quieren usarme para atacarte.”
La melancolía tiñó los ojos brillantes de Salvador, como nubes oscureciendo un cielo despejado.
“Hermana, dime la verdad.” Su voz era suave pero firme, sus ojos penetrantes como dagas de hielo. “¿Qué están planeando en mi contra?”
Aurora extendió su mano, acariciando suavemente la mejilla de Salvador. El gesto estaba cargado de todo el amor y la protección que sentía por él.
“Mi Salva, no dejes que te afecte lo que hagan. No vale la pena que te amargues por ellos. Sus dedos trazaron un camino gentil por su rostro. “Lo único que importa es que tu hermana te ama, ¿me entiendes?”
La sorpresa iluminó el rostro de Salvador antes de que una sonrisa radiante lo transformara por
completo
Sin previo aviso, la envolvió en un abrazo cálido y apretado. “Hermana, entonces si te importo.” El alivio en su voz era palpable, como si hubiera estado conteniendo el aliento, temiendo que Federico hubiera logrado envenenar su relación.
Aurora hundió el rostro en su hombro. “¿A quién más podría importarme si no es a ti?”
El agotamiento del secuestro comenzaba a hacer mella en Aurora, tanto física como emocionalmente. Sus párpados pesaban como plomo. Esa noche se retiró temprano a
descansar.
Salvador permaneció inmóvil hasta que la respiración acompasada de Aurora le confirmó que dormía profundamente. Solo entonces, con movimientos fluidos que contradecían por completo su supuesta invalidez, se levantó de la silla de ruedas con la gracia de un
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depredador. No quedaba rastro alguno de las heridas que supuestamente lo mantenían postrado.
La mansión de los Nolan se alzaba como una fortaleza oscura contra el cielo nocturno. El
silencio de la noche fue brutalmente interrumpido por el sonido estridente de un claxon. Un auto negro, reluciente como obsidiana pulida, se había detenido en el estacionamiento. El sonido malicioso de la bocina cortó el aire como un cuchillo.
El ruido sacudió la mansión de su letargo. Como si alguien hubiera activado un interruptor, las luces comenzaron a encenderse en cascada por toda la construcción. El sonido de pasos apresurados resonaba por los pasillos mientras los habitantes convergían hacia el vestíbulo principal.
La luz artificial inundó tanto el vestíbulo como el jardín delantero, disipando las sombras y
revelando la escena en toda su crudeza.
Federico, con los ojos inyectados en sangre por el sueño interrumpido y la rabia, escupió las palabras entre dientes. “Salvador… así que te atreviste a volver.”
Salvador le dedicó una mirada gélida, cargada de desprecio. Su silencio era más elocuente que cualquier respuesta, como si considerara que dignarse a hablar con semejantes personas fuera un desperdicio de su tiempo.
Guzmán Ángeles y Florentino no tardaron en aparecer, uno tras otro, como cuervos atraídos por la carroña.
La presencia de Salvador encendió la mecha de la furia en Guzmán, quien jamás había ocultado su antipatía hacia él. El recuerdo de cómo Salvador había llevado a la familia Nolan al borde de la quiebra era una herida aún sangrante.
“¡Salvador!” La voz de Guzmán retumbó en las paredes. “¿Quién diablos te dio permiso de poner un pie aquí?”
Salvador recorrió la villa con una mirada calculadora, sus ojos deteniéndose en cada detalle arquitectónico. “He escuchado que cada rincón de este lugar fue diseñado por mi madre.” Su voz destilaba un veneno dulce. “Los contratistas, elegidos por ella. Hasta las obras de arte eran parte de la dote de los Montalbán, ¿no es así?”
“¡Mentiras!” El rugido de Guzmán hizo temblar los cristales. “¡Le di a tu madre un dote de diez millones!”
Una sonrisa cruel se dibujó en los labios de Salvador mientras sus ojos taladraban a Guzmán. “¿Diez millones? Hace veinte años esta mansión valía cientos de millones.” Su voz se volvió afilada como una navaja. “Aceptaste una dote de diez millones por algo que valía cien veces más, ¿y todavía tienes el descaro de vivir aquí tan campante? Peor aún, traes a tu amante y a tu bastardo a la casa que mi madre construyó.”
La temperatura del ambiente pareció descender varios grados cuando la expresión de Salvador se endureció. “Te aprovechaste de una mujer y luego me expulsaste de la villa Nolan.” Sus
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labios se curvaron en una sonrisa que no alcanzó sus ojos. ¿No temes que el karma te alcance?”
La palabra “karma‘ salió de sus labios como una promesa oscura, su sonrisa angelical contrastando con el brillo diabólico de sus ojos. Un escalofrio colectivo recorrió la espina dorsal de todos los presentes.