Capítulo 533
Las venas del cuello de Guzmán palpitaban violentamente mientras su rostro enrojecía de ira. Sus dedos nudosos golpeaban el escritorio de caoba, haciendo temblar la fina copa de cristal que descansaba sobre él.
“¡Son todos unos inútiles! ¿Cómo es posible que con semejante crisis no haya nadie capaz de
resolverla?”
Su asistente, parado frente al escritorio, curvó ligeramente las comisuras de sus labios en una sonrisa apenas perceptible.
Una gota de sudor frío recorrió la espalda de Guzmán. Sus ojos de águila se dilataron cuando la revelación lo golpeó como un puñetazo en el estómago. Su cuerpo envejecido se desplomó pesadamente en el sillón ejecutivo, el cuero crujiendo bajo su peso.
“¿Cómo no lo vi antes?” Las palabras resonaban en su mente como campanas fúnebres. Salvador y los altos mandos del Grupo Nolan conspirando a sus espaldas, arrebatándole el control de la empresa familiar con una audacia tan descarada que rozaba la burla.
Su instinto, ese mismo que lo había mantenido en la cima durante décadas, le susurraba que la traición era mucho más profunda. Salvador había comprado más lealtades de las que podía imaginar.
Por primera vez en su vida, Guzmán, el hombre que se creía intocable, sintió el verdadero peso del terror que Salvador era capaz de infundir. Sus manos temblorosas se aferraron a los reposabrazos del sillón.
“Salvador, Salvador…” Las palabras escaparon de sus labios resecos. “No tenía idea de que pudieras ser tan despiadado.”
…
El aroma del caldo de pollo con verduras inundaba la bolsa que Aurora sostenía con cariño. Había elegido cuidadosamente el pan dulce que tanto le gustaba a Salvador, imaginando la sonrisa que iluminaría su rostro al verlo.
Al doblar la esquina rumbo al hospital, una sombra se materializó frente a ella. Antes de que pudiera procesar lo que sucedía, una mano firme le cubrió la boca y un golpe certero en la nuca la sumió en la oscuridad.
El sonido estridente de su celular rompió el silencio de la calle. La figura sombría recogia el dispositivo y lo arrojó al contenedor de basura más cercano. El caldo se derramó sobre el pavimento, mezclándose con los panes que ahora yacían dispersos como hojas caídas.
…
La consciencia regresó lentamente a Aurora. Sus párpados pesados se abrieron para encontrarse en una habitación desconocida, su cuerpo firmemente atado a una silla metálica. La cinta adhesiva sobre sus labios ahogaba cualquier intento de comunicación,
16:33
Capitulo 533
Una silueta familiar se erguía frente a ella. Aurora forcejeó contra sus ataduras, intentando hablar a través de la mordaza.
Federico se giró hacia ella. Sus ojos, inyectados en sangre, brillaban con un destello de locura.
“¿Sabes algo, Aurora?” Su voz temblaba. “La familia Nolan, con más de cien años de historia… está al borde del colapso.”
Las lágrimas se mezclaban con la risa histérica en su rostro desencajado. Aurora lo observaba, perpleja. La familia Nolan era sinónimo de poder en Ciudad de México. Una quiebra así debería haber sido gradual, visible, no esta caída en picada que Federico describía.
“Todo fue calculado por Salvador, ¿entiendes?” Federico se pasó una mano temblorosa por el cabello. “Impulsa 21 era suyo. Unión Estelar también. Controlaba la importación de materiales y la exportación de productos terminados. ¡Nos manipuló como si fuéramos insectos! ¿Cómo puede ser tan cruel? ¡La familia Nolan también es su familia!”
Aurora mantenía la mirada firme. En su mente, la justicia finalmente había alcanzado a la familia Nolan. Cada humillación que Salvador había sufrido estaba siendo cobrada con
intereses.
Federico arrancó la cinta de los labios de Aurora con un movimiento brusco.
“Dime la verdad,” su voz se quebró. “¿Por qué Salvador nos odia tanto?”
“Tu madre lo vendió como si fuera mercancía.” Aurora escupió las palabras con desprecio. “Lo que están viviendo hoy es apenas el principio de lo que merecen.”
Federico golpeó la pared con el puño. “¡Mi madre nunca lo vendió! Salvador vio a su madre biológica saltar desde un edificio. Cayó en una depresión profunda, dejó de comer. ¡Mi padre lo envió al campo con parientes lejanos para que sanara! Cuando mejoró, lo trajo de vuelta. ¿De
dónde sacaste esa idea absurda?”
Aurora mantuvo su postura. Creía en Salvador, en lo que había presenciado. Las palabras de Federico sonaban a excusas vacías.
“¿No me crees?” Federico aplaudió dos veces.
Una mujer mayor entró a la habitación con paso tranquilo. Entre sus manos arrugadas sostenía un álbum de fotografías antiguo.
“Aurora, te presento a Margarita López. Ella cuidó de Salvador en el campo. Si no confías en mí, pregúntale a ella si he mentido.”
Aurora estudió el rostro amable de la anciana. “¿Usted… conoció a Salvador?”
212