Capítulo 531
El grueso yeso envolvía la pierna y el brazo de Salvador como un capullo blanco e inmaculado. Aurora pasó sus dedos suavemente sobre la superficie áspera y fría, mientras las lágrimas nublaban su visión, amenazando con desbordarse.
“¿Te duele mucho?” Sus palabras salieron entrecortadas por la preocupación.
Salvador negó lentamente con la cabeza, pero las arrugas en su frente y la tensión en su mandíbula lo traicionaban. “No es para tanto.” Una gota de sudor resbaló por su sien, evidenciando el dolor que intentaba ocultar.
Sus ojos se encontraron por un momento antes de que él continuara. “Es solo que… resulta bastante incómodo con el brazo y la pierna así.”
Aurora deslizó sus dedos con delicadeza sobre la mano enyesada de Salvador, como si temiera lastimarlo con el más mínimo roce. “No te preocupes, yo seré tus manos. Si necesitas comer o beber algo, aquí estoy para ayudarte.”
Un suave rubor tiñó las mejillas de Salvador, quien desvió la mirada antes de murmurar: “¿Y cuando tenga que ir al baño?”
El silencio cayó como una pesada cortina entre ambos…
Por la mente de Aurora cruzó fugazmente la imagen de un hombre en el baño. La idea de tener que ayudarlo a desabrocharse el pantalón hizo que el calor subiera a sus mejillas, tiñéndolas de un intenso carmesí.
Salvador parecía un cervatillo herido, vulnerable y desvalido. “No tienes que molestarte, aún puedo usar un pie y una mano. Me las arreglaré solo.” Sus palabras intentaban sonar firmes, pero su expresión era tan delicada como una flor de invernadero, sin rastro de la fortaleza que pretendía proyectar.
Aurora se irguió, enderezando los hombros con determinación. “Soy tu esposa, Salva. No solo voy a ayudarte a ir al baño, también te ayudaré a bañarte y con todo lo que necesites. Es mi responsabilidad y quiero hacerlo.”
La sombra de preocupación en los ojos de Salvador se desvaneció como niebla bajo el sol, dando paso a una sonrisa radiante que rivalizaba con la belleza de las flores de durazno en primavera. “Gracias, hermana. De verdad.”
Aurora quedó momentáneamente deslumbrada por aquella sonrisa. Era cierto que cuando Salvador sonreía, su rostro se iluminaba con una dulzura casi femenina. Las palabras de Isaac resonaron en su memoria, describiéndolo como un lobo astuto y despiadado. “Ni muerta creería eso“, pensó.
Salvador notó su momentánea distracción y tiró suavemente de la manga de su blusa. “Hermana, ¿me das agua?”
Aurora apartó rápidamente los pensamientos sobre Isaac y se apresuró a preparar un vaso de
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Capitulo 531
agua tibia. Con delicadeza, lo acercó a los labios de Salvador. “Con cuidado, no te vayas a ahogar.”
Salvador saboreó la atención con una sonrisa satisfecha, pero de pronto, algo pareció nublar sus pensamientos y la comisura de sus labios se curvó hacia abajo.
“¿Qué te pasa?” Aurora notó inmediatamente el cambio en su expresión.
La voz de Salvador sonó melancólica. “¿Por qué fuiste a verlo anoche?”
“Valentina me dijo que papá quería verme en el café.” Aurora respondió con sinceridad, mirándolo directamente a los ojos. “Pensé que tú habías organizado el encuentro.”
Los ojos oscuros de Salvador brillaron repentinamente con un destello de interés.
“¿Por qué desarmaste el invernadero?” Aurora aprovechó para externar la duda que la carcomía. “Nos costó tanto trabajo construirlo… ¿por qué no pudiste esperar un poco más?”
Salvador bajó la mirada hacia sus manos entrelazadas. “Fui a buscarte donde Isaac y entré en pánico. En un momento de desesperación, di la orden de desmantelarlo todo.”
Aurora lo miró fijamente, intentando descifrar la vulnerabilidad en su rostro. “¿Por qué te dio
tanto miedo?”
Siempre había sentido que la confianza de Salvador en ella era frágil como el cristal, pero no entendía el origen de esa inseguridad. ¿Cómo podía tener una percepción tan distorsionada? Entre ella e Isaac existía un abismo de rencor imposible de cruzar. ¿Cómo podría siquiera considerar volver con él?
Salvador apretó la mano de Aurora entre la suya, sus dedos pálidos entrelazándose con los de ella como si temiera que pudiera desvanecerse. “Antes estabas dispuesta a darle hasta un riñón a su amor platónico… Debiste amarlo muchísimo, ¿verdad?”
El rostro de Aurora perdió todo color.
Era cierto. ¿Quién no la conocía como la eterna devota de Isaac?
No era de extrañar que Salvador dudara de ella.
La irritación comenzó a burbujear en su pecho. “Escúchame bien, Salva, porque solo lo diré una vez.” Su voz sonó firme y clara. “Sí, lo amé en el pasado. Creí que era un caballero de brillante armadura. Pero ya no siento nada por él, porque ahora veo claramente la clase de hipócrita que es. No me arrepiento de haberlo amado, era joven e ingenua. Pero desde hoy y para siempre, no quiero que vuelva a interferir en mi vida. Mi futuro solo te incluye a ti.”
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