Capítulo 518
En el balcón del estudio.
Salvador y Aurora estaban jugando ajedrez, cuando Víctor entró con el portero. Salvador, sin levantar la vista, ordenó solemnemente: “Cualquier cosa, espérense a que Aurora y yo terminemos esta partida.”
“Entendido.”
El portero esperó a un lado, observando silenciosamente a Salvador y Aurora jugar. Salvador jugaba de manera bastante casual, pensando y moviendo sin plan alguno.
Aurora, siendo una principiante, aunque se esforzaba al máximo, jugaba puramente por técnica. Había memorizado un montón de fórmulas, pero aun así no sabía cómo adaptarse. Sin trampas ocultas, sin defensa, solo un ataque directo. Su nivel era casi el de una niña de jardín de infantes.
El portero empezó a sentirse incómodo con su nivel de juego; cómo podían seguir jugando tan contentos cuando había claras oportunidades de tomar piezas que Salvador, como si no las viera, siempre lograba evitar perfectamente, prolongando el juego indefinidamente.
Con un suspiro débil, el portero no pudo resistirse y le recordó a Salvador: “Señor, ahora puede hacer jaque mate.”
Salvador lo miró furioso, haciendo que el portero rápidamente se cubriera la boca.
Después del recordatorio del portero, Aurora también se dio cuenta de que Salvador podría hacer jaque mate, por lo que sorprendida, le preguntó: “¿No lo viste?”
Salvador asintió vehementemente: “De verdad que no lo vi.”
Aurora, entretenida, le acarició la cabeza: “Salva, después de tantos años, ¿Cómo es que tu juego de ajedrez no ha mejorado ni un poco?”
“Sí, sí, sí. Debería practicar más con mi esposa.” Respondió con modestia.
Pero Aurora, dijo con coquetería: “Después de tantos años sin mejora, parece que simplemente no tienes talento para el ajedrez. Quizás deberíamos encontrar otra forma de entretenimiento.”
Salvador sonrió comprensivamente. “Amor, jugar ajedrez contigo me hace muy feliz.”
Nunca había visto a alguien tan directamente tonto.
Con una mente tan clara como el agua.
Aunque asegurarse de no tomar sus piezas era realmente un desafío.
“Primero lo primero.” Dijo Aurora mirando al portero.
Salvador, impaciente, arrojó las piezas sobre el tablero: “¿Qué sucede?”
El portero informó: “Señor, Florentino, así como su padre, su madrastra y su hermano han
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venido a visitarlo.”
Salvador rechazó de inmediato: “No tengo ganas de verlos. Todavía quiero vivir unos años más.”
El portero dijo: “Señor, si no desea verlos, han dejado en claro que quieren ver a la señora.”
Salvador se enojó tanto que su rostro se puso pálido de ira: “No lo permitiré…”
Cuando Aurora lo vio tan furioso, con las venas de su frente sobresaliendo, le puso una mano en el hombro para calmarlo: “Salva, si vienen a verte, es solo porque esperan que les muestres clemencia…”
Salvador respondió con amargura: “Qué ilusos. Todo lo que tiene ahora es gracias al dote que mi madre le dio cuando se casaron. Si hubiera sido bueno con mi madre, habría pasado, pero después de todos estos años, su falta de amor y gratitud hacia ella y hacia mí es inexcusable. Debo recuperarlo.”
Àl ver a Salvador tan indignado, Aurora, por primera vez sintió lástima por él.
“Salva, ya que has decidido cortar lazos con ellos, sería mejor que yo los enfrentara.”
Víctor expresó su preocupación: “Aurora, no sabes lo astuto y manipulador que puede ser Florentino, temo que no puedas manejarlo.”
Aurora miró a Salvador, diciendo: “No te preocupes, solo tengo que ser firme y no ceder.”
Salvador, sin saber qué sentir, le dijo a Víctor: “Deja que vaya. Es hora de que conozca la situación de mi familia. Víctor, acompáñala y no permitas que la traten mal.”
Sus ojos se cubrieron de una bruma oscura y confusa.
Acompañada por el portero y Víctor, Aurora se dirigió a la entrada de la villa.
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