Capítulo 24
-¿Quién con quién va a asistir a qué? Debí haber entendido mal lo que me dijiste.
Maite le había enviado un enlace que, al abrirlo, hizo que Amelia sintiera que el aire abandonaba súbitamente sus pulmones. Un instante después, recibió una captura de pantalla
del foro en cuestión.
[Pero tu marido y vos nunca usan anillos de matrimonio, ¿no es así? Resulta bastante peculiar para una pareja supuestamente enamorada.]
La avalancha de información provocó en Amelia una sensación de desconcierto momentáneo.
“¿Tendrán idea del peso insoportable del anillo que me regaló Rafael? ¡Más de diez quilates de diamante puro! Cargar con semejante joya todo el día es prácticamente imposible.”
“Con razón me duele la mano cada vez que intento llevarlo puesto durante horas.”
Maite respondió con un sticker burlón: [Problemas de la alta sociedad que jamás comprenderé].
Amelia contempló sus dedos desnudos con cierta melancolía. La realidad era que el sentimiento entre ellos nunca había alcanzado la intensidad suficiente como para que alguno insistiera en llevar aquellos símbolos matrimoniales.
El teléfono vibró en sus manos. La voz alarmada de Martín resonó al otro lado de la línea:
-Ami, ¿es verdad que Rafa va a coincidir con Esteban en ese foro empresarial?
-Según parece, sí.
-¿Según parece? ¿No te importa lo que pueda suceder con Rafa? ¡Es tu esposo, por todos los cielos!
Tras soportar la reprimenda de Martín, Amelia decidió regresar esa misma noche a la residencia. Considerando que pasaría los próximos meses inmersa en la filmación, resultaba prudente despedirse adecuadamente de Rafael. Además, aunque Carla contaba con capital y recursos considerables, Amelia no podía competir en términos de velocidad, pero sí en calidad. La urgencia por iniciar el rodaje había disminuido sensiblemente.
Al llegar a casa, Rafael aún no había regresado. Después de cenar tranquilamente, se sumergió en un baño reconfortante y revisó minuciosamente el guion antes de tomar su celular para distraerse. Ingresó al foro mencionado por Maite y comprobó que, efectivamente, el nombre de Rafael encabezaba la lista de invitados, mientras que el de Esteban aparecía discretamente en la tercera fila. Un presentimiento inquietante se instaló en su pecho.
El sonido de la puerta interrumpió sus pensamientos. Dejó el celular inmediatamente y salió a recibir a Rafael, quien entraba con su elegante maletín ejecutivo. Mientras se disponía a cambiar sus zapatos, levantó la mirada y la encontró esperándolo.
Amelia se aproximó con naturalidad, tomó el maletín de sus manos y aguardó pacientemente a que se cambiara el calzado para luego ayudarlo a desanudar la corbata y quitarse el abrigo.
Capítulo 24
Rafael permitió sus atenciones; en ese aspecto, ella siempre había cumplido impecablemente su papel de esposa.
-Voy a estar en el set durante los próximos meses, probablemente no regrese a casa en ese período comentó Amelia mientras colgaba cuidadosamente el lujoso abrigo de lana negra.
Rafael asintió levemente mientras avanzaba hacia el interior: -¿Ya te bañaste?
-Sí -respondió Amelia siguiéndolo con las mejillas ligeramente sonrojadas.
-Voy a darme una ducha anunció él con naturalidad.
Amelia esperó con cierta inquietud, pero cuando Rafael emergió del baño, no mostró intención alguna de acercarse como ella había anticipado. En lugar de eso, se sentó en la cabecera de la cama y extrajo una revista empresarial de su maletín.
La portada revelaba en grandes caracteres: “Foro Cineamérica inaugura su edición anual“. Amelia presionó sus labios antes de preguntar:
-¿Realmente vas a participar en ese evento?
Rafael hizo una breve pausa sin despegar la vista de la publicación:
-Así es.
-¿Y si… simplemente no asistís? -sugirió Amelia, enredando nerviosamente algunos mechones de cabello entre sus dedos.
Esta vez, Rafael elevó su mirada con expresión serena:
-¿Por qué debería ausentarme? Soy tu esposo legítimo.
-Pero inevitablemente surgirán comentarios -replicó ella con preocupación. Un asunto que ya había sido relegado al olvido volvería a ocupar titulares.
Rafael depositó calmadamente la revista sobre la mesita de noche:
-¿Te preocupa más su bienestar o el mío?
-Por supuesto que me preocupás vos -respondió Amelia con un nerviosismo apenas perceptible-. ¿No te volverá a reprender tu padre por esto?
La expresión de Rafael se suavizó ligeramente:
-Aunque no me reprochara por esta situación particular, encontraría otro motivo para hacerlo. Así es su naturaleza.
-Entonces, por favor, tené cuidado -concedió Amelia, sin sorprenderse por su tenacidad.
Rafael asintió, se incorporó con elegancia y abrió la caja fuerte del armario para extraer un anillo. Era un diamante rosa intenso que había seleccionado personalmente para su boda, de excepcional pureza. En aquel momento, ella no había manifestado especial interés, ni él había insistido en que lo llevara, pero ahora la ocasión lo ameritaba.
3/2
-Ponételo -le indicó tras volverse y extenderle el anillo matrimonial.
Amelia obedeció instintivamente. Al sentir el peso considerable sobre su dedo, recordó inmediatamente la incomodidad que supondría trabajar con semejante joya.
Rafael contempló con intensidad aquella mano delicada y pálida, ahora adornada con el diamante rosa ovalado de corte magistral. La belleza del conjunto resultaba innegable.
Apenas había tenido tiempo de admirarlo cuando observó que Amelia se retiraba el anillo de diamantes.
-Es excesivamente valioso -explicó ella con suavidad.
La expresión de Rafael se endureció imperceptiblemente. ¿Acaso estaba rechazando su gesto? Sin embargo, Amelia extrajo inmediatamente los anillos tradicionales de matrimonio de su mesa de noche:
-Preferiría que usemos estos.
Rafael relajó ligeramente su semblante:
-De acuerdo.
Amelia sacó el anillo masculino del estuche y cuando estaba por entregárselo formalmente, Rafael extendió su mano hacia ella en un gesto elegante pero firme.
Tras un instante de duda, Amelia deslizó delicadamente el anillo en su dedo. Cuando se disponía a colocarse el suyo, Rafael tomó suavemente su mano:
-Yo llevaré este, y vos usarás el de diamantes,
Lo expresó con una determinación que no admitía réplica.
Amelia, sin comprender exactamente por qué, no se atrevió a mencionar la incomodidad que representaría para su trabajo. En su lugar, murmuró:
-Clen mil pesos… si lo pierdo accidentalmente…
02.5