Capítulo 18
Durante toda la mañana, Rafael permaneció en el estudio mientras Amelia ocupaba la sala de estar. Cada uno habitaba su propio universo, respetando el espacio ajeno con una distancia calculada que ninguno se atrevía a romper. El almuerzo transcurrió en un silencio apenas interrumpido por el sonido de los cubiertos contra la porcelana.
Antes de salir, Amelia titubeó medio minuto considerando si debía comunicar sus planes a Rafael, pero finalmente decidió que resultaría innecesario. Después de todo, él jamás indagaba sobre sus actividades, y comenzar a reportarse ahora revelaría un interés que prefería no
manifestar.
Cuando llegaba la hora acordada, Amelia cambió su atuendo y se dispuso a partir. En ese preciso instante, Rafael descendió por las escaleras vistiendo una camiseta y pantalones cortos deportivos negros completamente empapados que se adherían a su cuerpo, delineando con precisión los músculos de su torso. Era evidente que acababa de terminar su rutina de ejercicio.
La observó mientras gotas de sudor resbalaban por su frente desde el cabello mojado.
-Tengo una reunión con la gente de Cine Naranja para hablar sobre una inversión en una película -informó Amelia instintivamente.
-¿A qué hora? -preguntó Rafael con naturalidad.
-A las 4.
Rafael consultó su reloj con discreción.
-Esperame unos minutos, justo tengo que salir y puedo llevarte.
Amelia permaneció momentáneamente desconcertada, su respiración ralentizándose sin que pudiera controlarlo.
-Está bien.
Se acomodó en el sofá, siguiendo el movimiento hipnótico del segundero en el reloj de pared mientras escuchaba el agua correr en el baño. La confusión se instaló en su mente, incapaz de descifrar el motivo tras el súbito ofrecimiento de Rafael. “¿Será por alguna jugada de Esteban?”, pensó.
Rafael completó su arreglo personal en diez minutos exactos, sin extender innecesariamente la espera. Durante el trayecto, apenas intercambiaron palabras, protagonizando una pantomima silenciosa donde la incomodidad flotaba entre ellos como una presencia tangible.
Valentín, un hombre cercano a los cuarenta, lucía una barba de pocos días que acentuaba su aire de intelectual bohemio. Sostenía un delgado guion entre sus manos con reverencia casi religiosa.
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-Directora Córdoba, sinceramente, su guion me transportó a la época cuando tenía dieciocho o diecinueve años y estaba enamorado. Es realmente conmovedor.
-Gracias-respondió Amelia con una sonrisa mesurada.
-Resulta tan auténtico que genera empatía inmediata. ¿Acaso estamos ante la historia personal de la directora Córdoba?
Amelia bebió un sorbo de su bebida sin responder. El asunto con Esteban había circulado extensamente, y resultaba probable que todos en el ambiente estuvieran al tanto de los detalles.
-Disculpame, no pretendía entrometerme en su privacidad -aclaró Valentín con una sonrisa cordial-. Simplemente considero que los cineastas debemos ser honestos, abrirnos y volcar nuestras emociones en la obra. No tiene nada de malo reconocerlo.
-Por supuesto, puse mis sentimientos en este guion y revisé personalmente numerosos detalles respondió Amelia en tono suave mientras dejaba el vaso desechable-. Pero no, no es mi historia. Fue escrito por un estudiante de segundo año de la Universidad del Cine.
Su respuesta insinuaba que la narrativa provenía de una perspectiva masculina, una sensibilidad que ella, como mujer, difícilmente podría replicar con tanta precisión.
-Entiendo-asintió Valentín-. No hay inconveniente con la inversión. Espero que la película pueda iniciar su rodaje pronto y estar lista para el verano del próximo año. Los proyectos de bajo presupuesto no pueden permitirse demoras.
-Comprendo perfectamente. Regresaré para planificar junto al productor -respondió Amelia.
-Entonces firmemos el contrato hoy mismo -Valentín extendió su mano-. Directora Córdoba, un placer trabajar con usted.
Amelia, sorprendida por su eficiencia, aceptó sin vacilación.
-Gracias, señor Navarro. El placer es mutuo.
Tras firmar el contrato, Amelia se retiró mientras Valentín realizaba una llamada.
-El contrato está firmado. Una verdadera lástima que el señor Cárdenas no pudiera asistir personalmente.
Esteban contemplaba el edificio Peretti desde la ventana de su oficina.
-Gracias, señor Navarro. Todavía no es el momento oportuno.
Actualmente, Amelia solo buscaba evitarlo, negándole cualquier oportunidad de comunicación. Tras colgar, se dirigió al agente inmobiliario que aguardaba pacientemente.
-Este será el lugar.
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Antes de abandonar Cine Naranja, Amelia ingresó al baño. Mientras se lavaba las manos, recibió una llamada de Lucio, director de LatinoVisión Inversiones. Su voz destilaba amabilidad calculada.
-Señorita Córdoba, leí su guion “Amor Oculto”. Es realmente extraordinario. ¿Cuándo tendría disponibilidad para discutir una posible inversión?
Desde que su relación con Rafael se había hecho pública, numerosas personas la contactaban para invertir en sus películas, aunque todos lo hacían principalmente por la influencia de Rafael. Valentín había sido el único en acercarse antes de toda esa exposición mediática.
-Lamento informarle, señor Guzmán, que ya firmé un contrato con Cine Naranja -agradeció cortésmente.
Lucio, suponiendo que durante los últimos días Amelia había estado ocupada gestionando el escándalo y probablemente desatendiendo su proyecto cinematográfico, había decidido esperar antes de contactarla. Sin embargo, no anticipó que Valentín, ese zorro astuto, se le adelantaría.
Incapaz de aprovechar la influencia de Rafael, Lucio experimentó una frustración que le hacía rechinar los dientes.
-Es verdaderamente lamentable. La próxima vez que disponga de un guion, espero que me considere.
Tras finalizar la llamada, se apresuró a informar a Rafael sobre la situación.
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La Directora de mi Histora 18
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Posted by ? Views, Released on March 15, 2025
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La Directora de mi Histora
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