Capítulo 347
Jordana ni siquiera había notado que Álvaro también estaba allí.
Apoyada en el hombro de este durante el viaje en coche, había dormido plácidamente hasta que llegaron. Al bajar del coche nupcial, aún se sentía un poco aturdida.
El aire de la mañana era frío y el viento soplaba con intensidad. Lorenzo le colocó un manto sobre los hombros para protegerla del frío y luego agarró su mano, envolviéndola cálidamente en la suya.
El calor de su palma tranquilizó el corazón de Jordana.
Entre el bullicio, pasaron juntos los escalones y el umbral, y entraron por la puerta principal.
Antes de entrar, un suave aroma les dio la bienvenida.
Al levantar la mirada, vieron el frente lleno de flores rojas vibrantes, festivas como un atardecer o llamas danzantes, entrelazadas con una seda roja, creando un espectáculo encantador.
En el centro del salón colgaba una lámpara de tela adornada con el dibujo de fénix en armonía.
Las flores, ahora también conocidas como lirios, simbolizaban la unión y el amor eterno. Lo cual demostraba la importancia que tanto la familia Galván como la familia Lorenzo le daban a este día especial.
Jordana no pudo evitar emocionarse de nuevo.
Pamela le había dicho una vez que las bodas o los certificados de matrimonio eran meras formalidades y que lo que realmente importaba era el amor entre las dos personas. Jordana había estado de acuerdo con eso.
Pero ahora entendía que el amor, en esencia, se trataba de valorar esas formalidades. Esos pequeños gestos y detalles eran la manifestación física del amor que había entre ellos.
Como la boda que Lorenzo había preparado para ella, respetando cada uno de sus deseos y preferencias, sin querer causarle el menor disgusto.
Ya en el altar, con todo preparado para la ceremonia, el incienso flotaba en el aire junto a las velas encendidas, con familiares, amigos y el personal que se encargaba de la ceremonia lista para comenzar.
Primero, se inclinaron ante el cielo y la tierra, luego hacia los cuatro padres sentados con dignidad al frente. Y finalmente, se inclinaron el uno al otro, con un ojo que solo veía su mutuo
amor.
Después de la ceremonia, se les presentó el vino de la unión.
Con las manos entrelazadas, intercambiaron las copas en un gesto de unión, sus miradas se encontraron y sus corazones entrelazaron en silencio, compartiendo el aliento en un instante íntimo.
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Capitulo 347
Al beber, Jordana no pudo evitar mirar al hombre, destacando en la luz del día con una postura elegante y un aire de tranquilidad.
Vestido con unos trajes tradicionales, irradiaba un encanto sereno y distinguido, inigualable en el mundo.
Cuando Jordana apartó la mirada y probó la bebida, se dio cuenta de que no era vino, sino un delicado té negro.
Lorenzo explicó en voz baja: “Tenía miedo de que el alcohol fuera demasiado para ti, así que lo cambié por té negro.”
Aunque no era vino, era igualmente embriagador.
Jordana, con las mejillas sonrojadas como si estuviera ligeramente ebria, susurró con tierna voz: “Mi esposo siempre es tan considerado.”
El último ritual fue el de unir sus cabellos como símbolo de unión eterna.
“Ahora que los rituales han concluido, están unidos para siempre,” anunció el oficiante con una voz suave, mientras el aplauso llenaba el aire.
Aprovechando un breve momento antes de comenzar a brindar, Jordana se volvió para abrazar a Raquel y Lucas, quienes los observaban desde lo más alto.
Raquel, incapaz de contenerse, tenía los ojos húmedos, agridulces de alegría y tristeza.
Lucas, usualmente reservado con sus emociones, también se encontraba visiblemente
emocionado.
Luego, Jordana y Lorenzo entraron a su nuevo hogar, dando inicio a la celebración con música y fuegos artificiales.
Mientras la música resonaba, el oficiante narraba con calma la historia del amor que sentía Lorenzo hacia Jordana: desde el primer flechazo, pasando por quince años de constancia, hasta el cumplimiento de sus deseos.
Jordana captó lo esencial.
Quince años.
Con una pizca de sorpresa en su rostro y apretando la mano de Lorenzo, exclamó: “¿Has estado enamorado de mí durante quince años?”
Lorenzo la corrigió con suavidad: “Es un poco exagerado decirlo de esa manera. Más bien, desde que te conocí, hace ya quince años.”
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