Entendi El Novela 313

Capítulo 313
En invierno, vestirse requiere de más esfuerzo, y cambiarse a un vestido de novia podía ser aún más complicado.
Jordana tuvo que esforzarse un poco más para ponerse su vestido de novia.
Cuando estaba a punto de salir, vio en el tocador una serie de horquillas que Lisa había preparado con antelación. Había de todo tipo de diseños.
Tomó una horquilla hecha de ébano al azar y se recogió el cabello en un moño algo suelto y descuidado.
Al salir de la habitación.
Lisa no estaba afuera, pero Lorenzo sí.
El vestido de novia rojo resaltaba el rostro blanco y los labios rojos de Jordana. Sus ojos y cejas, marcados con elegancia, emanaban un aura llena de luminosidad, pero sin ser
ostentosos.
Su cabello negro y brillante recogido en un moño dejaba al descubierto su cuello blanco y elegante.
El vestido tenía un diseño que acentuaba la cintura, resaltando su figura delgada y estilizada, que parecía caber en una sola mano.
Jordana poseía una belleza clásica, serena y refinada. El vestido de novia la hacía lucir aún más distinguida y bella, causando una impresión aún más profunda en Lorenzo que cuando llevaba puesto un vestido de novia.
Lorenzo no pudo apartar la mirada de Jordana durante un buen rato.
Con una serena voz, le explicó: “Mi madre tuvo que marcharse por un asunto urgente. Por lo que me pidió que viniera a verte. ¿Te queda bien el vestido?”
Jordana asintió. “Sí, me queda bien.”
Después de dudar por un instante, preguntó: “¿Y se ve bien?”
Lorenzo esbozó una sonrisa. “Acércate un poco más para que pueda verte mejor.”
Jordana obedeció y dio unos pasos hacia Lorenzo, quien extendió sus brazos para abrazarla y atraerla hacia su pecho.
Sus labios rozaron su rostro como un toque ligero de una libélula al agua, suaves y cálidos.
Luego, con una profunda y suave voz, Lorenzo dijo: “Te ves hermosa, tan hermosa que no puedo resistirme a darte un beso.”
Su voz era tan seductora que Jordana sintió sus mejillas arder, dándose cuenta de que Lorenzo la estaba coqueteando de nuevo.
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Capítulo 313
En la tarde, Lorenzo y Felipe estaban revisando las invitaciones de boda que debían enviar; todas iban dirigidas a los parientes de la familia Galván.
Jordana no conocía a los parientes de la familia Galván, así que no podía ayudar en nada. En cambio, se quedó con la abuela limpiando la mansión.
Estaban ordenando el cuarto donde vivirían ella y Lorenzo, el mismo cuarto donde Lorenzo había pasado toda su infancia.
Mientras ordenaban el estante de libros, la abuela sacó un baúl de madera sin cerradura, pero brillaba de lo bien cuidado que estaba.
“Jordana, encárgate de organizar lo que hay dentro de este baúl.”
Jordana aceptó la tarea.
Al abrirlo, el delicado aroma a sándalo fue lo primero que percibió. Dentro yacían varios rollos de pintura; el olor provenía de la madera de sándalo usada en los extremos de los rollos, un material conocido por proteger las pinturas de la humedad y los insectos.
Por el color del sándalo en los extremos, era evidente que estos rollos de pinturas habían sido . guardadas durante muchos años y probablemente eran parte de la colección privada de
Lorenzo.
Jordana estaba a punto de cerrar el baúl, creyendo que no necesitaba organizar una colección
tan bien mantenida.
Sin embargo, notó que cada rollo tenía un nombre grabado en la parte superior, al observar mejor, vio que decía: “Jordana”.
Ella reconoció la caligrafía de inmediato. Aquella escritura elegante y clara parecía a la de Lorenzo, probablemente él mismo había grabado los nombres con cuidado.
Aunque se trataba de la colección privada de este hombre, Jordana recordó que, como su legítima esposa, lo que era de Lorenzo, de cierta forma, también le pertenecía a ella.
Además, como el baúl no estaba cerrada con llave, supuso que su contenido no era un secreto que estuviera prohibido para las demás personas.
La curiosidad pudo más que ella, y Jordana desenrolló uno de los rollos de pintura que había dentro.
En el lienzo, se desplegaba una copia de “Imagen poética” de Ronan; era evidente que se trataba de una réplica, aunque bien hecha.
A primera vista, se podía notar que los trazos mostraban cierta inexperiencia y la mezcla de tintas carecía de la fluidez de un maestro.
Sin embargo, algo en la pintura le resultaba familiar. A pesar de los años que habían pasado, Jordana no tardó en recordarlo.
Era una pintura que había hecho en un concurso de dibujo cuando tenía ocho años.
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Capítulo 313
Sus ojos se detuvieron en la firma al pie del cuadro, y efectivamente, allí estaba su nombre.