Capítulo 265
Jordana durmió plácidamente hasta la mañana siguiente. Con el invierno acercándose, amanecía tarde, y al despertar, apenas había luz afuera.
Desde la almohada, podía escuchar la tranquila respiración de Lorenzo, quien aún estaba durmiendo. La noche anterior, se habían acurrucado juntos para dormir.
Ella reposaba su cabeza en el brazo del hombre, con una mano en su cintura, mientras él, de lado, la envolvía completamente en sus brazos.
La distancia entre ellos nunca había sido tan corta.
Jordana quería levantarse pero tenía miedo de despertar a Lorenzo, así que decidió quedarse
quieta.
Aprovechando la tenue luz del amanecer, observó a Lorenzo, que dormía tranquilo a su lado. Su mirada se posó, casi sin querer, en los labios de Lorenzo.
Eran unos labios que parecían perfectos para besar.
Al recordar cómo se habían besado apasionadamente la noche anterior, sintió como si se hubieran dado un beso eterno, en un torbellino de ternura del cual no quería salir.
Observó sus labios firmemente cerrados, su nariz recta y sus ojos cerrados en sueño. Mientras recorría con la mirada cada detalle de su rostro, de repente…
Sus ojos se encontraron con los de Lorenzo, profundos y claros como un antiguo manantial.
La mirada de Lorenzo pasó de confusa a lúcida, como si el viento disipara la niebla, y una sonrisa se reflejó en su rostro al enfocarse en ella.
Lorenzo se inclinó para dejar un beso en su rostro.
“Jordana, buenos días.”
Su voz sonaba profunda y ligeramente ronca, como aquellas que podían hacer palpitar el corazón, cálida y seductora.
“Buenos días.”
No sabía si era por el beso o por la voz de Lorenzo, pero el corazón de Jordana se sobresaltó.
Al mirarse en el espejo después de levantarse, notó que su rostro estaba sonrosado, como si hubiera aplicado rubor.
Jordana se dio cuenta de que cada vez le era más difícil resistirse a Lorenzo.
Tanto su cuerpo, sus labios como su voz, todo en él parecía tener un filtro especial que
aceleraba su corazón.
Al bajar la mirada, notó que el baño estaba meticulosamente organizado con varios objetos personales, pasando de ser para una persona a ser para dos, sin que ella se diera cuenta de
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cuándo había sucedido todo este cambio.
Al salir del baño, encontró a Lorenzo abrochándose el último botón de su camisa blanca. La luz del amanecer lo iluminaba, destacando su rostro apuesto y su figura esbelta. Sus dedos largos y bien formados trabajaban meticulosamente.
Era tan atractivo que parecía una obra de arte brillando de forma constante.
Lorenzo, de hecho, era una persona excepcional, capaz de capturar todas las miradas.
Después de abrocharse la camisa con esmero, Lorenzo se giró justo para encontrar la mirada de Jordana, que lo estaba observando intensamente.
De repente, preguntó: “¿Te gusta esta camisa blanca?”
Al recobrar la compostura, Jordana asintió seriamente: “Sí, es tan bonita que no puedo dejar de
mirarla.”
La esquina de la boca de Lorenzo se curvó en una sonrisa.
Jordana se dio cuenta, que desde que mencionó tener una debilidad por las camisas blancas,
Lorenzo había comenzado a usarlas con más frecuencia frente a ella.
Finalmente, no pudo resistirse y le preguntó: “¿Has estado usando camisas blancas más a menudo porque lo mencioné?”
Lorenzo asintió con la cabeza.
Jordana sintió un rubor en sus mejillas y una ola de emociones en su corazón.
Parecía que no solo las mujeres se arreglaban para quienes deseaban impresionar, sino que los hombres también hacían lo mismo.
Mientras Lorenzo terminaba de ajustar su corbata, Jordana recordó algo y le dijo: “Olvidé algo, compré algo de ropa para ti y todavía está en el asiento trasero del coche.”
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