Capítulo 263
Después de un buen rato, Fermín finalmente habló con una voz mucho más calmada: “Puedo hacer que retiren la tendencia y publicar un comunicado diciendo que esas fotos son falsas, que nosotros dos no tenemos ninguna relación. Además, puedo darte una buena suma de dinero como compensación, todo menos casarme contigo, ¿qué te parece?”
En el fondo de su corazón, Fermín consideraba que Petrona no tenía nada que se podía rescatar, pensaba que era una mujer sin cualidades y poco inteligente, definitivamente no era la candidata para casarse. Además, casarse con ella sería algo a lo que sus padres se opondrían.
Petrona le preguntó directamente: “Fermín, mi reputación ya está destrozada por tu culpa, ¿realmente crees que podemos actuar como si nada hubiera pasado?”
Sin embargo, de las palabras de Fermín, Petrona pudo darse cuenta de que él no era completamente indiferente a sus amenazas. Él aún tenía miedo de que ella, desesperada, lo arrastrara consigo. Fermín no respondió, y la sensación de ser manipulado por una mujer tan fácilmente le disgustaba. El cigarrillo en su mano fue consumido, quemándole los dedos antes de que reaccionara y tirara la colilla al suelo.
La voz de Fermín se mantuvo fría. “Entonces, no hay nada que hacer. No puedo aceptarte en mi casa, ¿qué esperabas? ¿Que te quisiera solo por ser un adorno que no sabe hacer nada o por tu estupidez? Prefiero casarme con tu hermana.”
Petrona sintió un escalofrío por todo su cuerpo, casi dejando caer la copa de vino que tenía en
la mano.
Esa frase de Fermín le había pisado el talón. Desde pequeña, lo que más odiaba era ser comparada con Jordana, especialmente que le dijeran que no estaba a su altura. ¿Qué tenía esta que ella no? Jordana siempre había sido rechazada por la familia, mientras que ella, con su inteligencia y astucia, se había convertido en la pequeña princesa adorada por todos los miembros de la familia Soler. ¿En qué Jordana era mejor que ella? Se mordía los labios, con los ojos rojos de ira. No quería casarse con Nicolás, también porque no quería perder ante Jordana. ¿Por qué esta se casaría con un miembro de la familia Galván y ella tendría que terminar con un anciano bastante feo?
Fermín continuó con desgano: “O saltas, o te doy un millón de dólares, tú decides.” Su tono no escondía el desprecio que sentía hacia ella. Con esas palabras, esperaba hacer que Petrona se diera por vencida, retirarse consciente de su situación sin perder la dignidad. También era una prueba. Creía que Petrona solo lo amenazaba de boca, que en realidad no se atrevería a saltar del edificio.
Petrona estaba furiosa. Quería insultar a Fermín. A fin de cuentas, ella era la heredera de la familia Soler. Y aunque Fermín viniera de la familia Murillo, por muy brillante que pareciera, detrás de todo eso, no era más que un hijo ilegítimo despreciado por todos. Ella ni siquiera había despreciado su origen, ¿qué derecho tenía él para despreciarla? Pero Fermín era su último recurso para dejar la familia Soler.
Capítulo 263
En realidad, tenía otros pretendientes, pero esos hombres, de familias modestas, ni siquiera llamaban su atención. Al final, ella se tragó su orgullo.
Sabía que Fermín estaba probándola, así que sin darle más vueltas, simplemente dijo: “Si tengo que saltar, saltaré. ¿Quién tiene miedo?”
Tras colgar el teléfono de manera decisiva, demostró su estrategia de retroceder para avanzar. Efectivamente, esta táctica funcionó con Fermín, quien en menos de un segundo volvió a llamar. Al atender, Fermín habló con voz fría, “Petrona, has ganado, ¿qué quieres que haga?” Era una rendición.
Petrona se levantó de un salto, emocionada, y sin querer, soltó la copa, que cayó al suelo rompió en varios pedazos. Se esforzó por mantener la calma y le dijo: “Mañana nos vemos en el registro civil con los documentos necesarios. Si no te veo allí, no sé qué podría hacer. Después de todo, ya no tengo nada que perder, y. no tengo miedo de llegar a extremos.”
Antes de que la atención del público disminuyera, tenía que asegurarse de ocupar el lugar de la joven señora de la familia Murillo.
Aunque no sabía qué vendría después, en una situación tan desesperada como en la que se encontraba, no tenía otra opción que jugárselo todo a una carta.
“Puede ser.”
Fermín respondió con una voz serena, sin extenderse mucho, y colgó el teléfono.
El balcón estaba a oscuras, la penumbra ocultaba completamente el rostro del hombre, imposibilitando distinguir su expresión.
Con un “clic” el encendedor se activó, y la llamada iluminó la oscuridad, reflejando sus ojos con un brillo frío.
Fermín sacó un cigarrillo de la cajetilla y lo encendió.
Con una sonrisa de desprecio en los labios, pensó que era demasiado ingenua Petrona al creer que con solo un certificado de matrimonio podría atarlo y tomar el lugar de la joven señora de la familia Murillo.
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