Capítulo 214
Álvaro había tenido a Jordana durante tres años y, si hubiera querido, podría haberla tenido para siempre. En aquellos tres años, si hubiera valorado a Jordana, si la hubiera cuidado, nunca habría permitido que otro la superara y se la llevara.
Al final, con la voz entrecortada por el llanto, Álvaro mostraba una expresión distorsionada y los ojos enrojecidos debido a su furia. Gritó con todas sus fuerzas, “Álvaro, eres un completo idiota, un tonto que no sabe apreciar lo que tiene.” Después de expresar esas palabras, apretó el puño y lo estrelló contra el tronco de un árbol cercano.
El robusto tronco del árbol permanecía inmutable, sólido como una roca. A pesar de que la mano de Álvaro quedó profusamente, mezclando sangre y carne, él no sentía dolor alguno. Al observar cómo cada gota de sangre se filtraba en la tierra, su expresión facial se calmó.
Con una mirada sombría hacia la herida en su mano, sacó un puro de su bolsillo y lo encendió. Luego, con calma, llamó a su asistente para que fuera a buscarlo.
Habló con un tono de voz frío y sereno por teléfono, como si la persona que había mostrado una locura desenfrenada momentos antes no fuera él. Justo después de colgar, recibió otra llamada, esta vez de Pamela.
Al contestar, el tono inquisitivo de Pamela se hizo evidente. “Álvaro, ¿por qué no has estado en la empresa a lo largo de estos días? ¿Sigues con esa tal Noemí?”
Álvaro respondió con indiferencia: “No estoy con ella. Estoy fuera de la ciudad atendiendo algunos asuntos y volveré esta noche.”
Pamela no estaba al tanto de ningún asunto que requiriera su presencia fuera de la ciudad. Además, la empresa había contratado a un gerente general para manejar todo en ausencia de Álvaro, permitiéndole desentenderse por completo.
Sin embargo, Pamela, evitando hacerle más preguntas para no irritarlo, sabía que su hijo tenía un temperamento volátil y difícil de manejar incluso para ella. Por lo tanto, prefería adaptarse a su carácter en lugar de confrontarlo.
Al final, Pamela solo añadió una recomendación: “No te acerques tanto a esa Noemí, evita tener demasiado contacto cercano con ella. Si te involucras demasiado, será como un chicle pegajoso del que no podrás deshacerte.”
La relación entre la familia Zelaya y la familia Sabín era estrecha, llevaban años siendo vecinos. Si Álvaro y Noemí llegaran a tener algo más serio, no podrían simplemente
desentenderse de la situación.
Tras una respuesta desinteresada de Álvaro, Pamela, sin poder tranquilizarse, llamó al asistente de Álvaro. Al enterarse de que estaban en Aguamar, frunció el ceño y lo colgó sin hacer más preguntas.
Sabía que si Álvaro había ido a Aguamar, era por Jordana. Aunque prefería que Álvaro estuviera con esta en lugar de enredarse con alguien como Noemí.
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Simón Zelaya, con una mirada de desaprobación, comentó: “Pero, si Álvaro ya había terminado con Jordana, ¿por qué ir a Aguamar en este momento? Él fue quien la dejó ir, y ahora quiere recuperarla, ¿no le parece vergonzoso?”
Pamela, con los ojos entrecerrados, replicó: “Mejor eso que involucrarse con Noemí y su familia. Al menos Jordana estuvo con Álvaro, sin abandonarlo, durante los tres años que estuvo paralítico. Fue ella quien estuvo a su lado, soportando las dificultades. En cambio, Noemí desapareció más rápido que un conejo al enterarse de la condición de Álvaro. Si Álvaro se involucra con Noemí, en buenas circunstancias todo irá bien, pero al primer problema, ella será la primera en huir. Ni hablar de la madre de Noemí, con su apariencia astuta, ¿qué buenos valores podría enseñarle a su hija? Si un miembro de una familia se casa con Noemí, estarán atrayendo la mala suerte.”
Simón soltó un bufido, aunque se sentía frustrado, no podía ganarle a Pamela, así que optó por quedarse callado.
En realidad, Simón podía entenderlo, lo que decía Pamela no estaba equivocado.
Una mujer como Jordana, sí que se podía llevar al altar. Pero una como Noemí, llevarla al altar sería realmente buscarse problemas, además de traer desgracias a las futuras generaciones.
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