Capítulo 92
Una de las mujeres dio un paso al frente, su voz destilando veneno:
-Oiga, profesor, ¿qué clase de maestro es usted? ¿Así educa a sus alumnos? ¿Cómo es posible que permita que alguien carezca de toda dignidad y respeto?
Otra se unió al ataque, sus ojos brillando con malicia:
-Todo mundo sabe que Simón y yo hemos sido inseparables desde niños. ¡Éramos como hermanos!
Violeta apretó los puños, su máscara de fragilidad cayendo por un momento:
-Si ella no se hubiera entrometido, Simón y yo ya estaríamos juntos desde hace mucho.
La indignación fingida teñía su voz mientras continuaba:
-Y ahora, con todo lo que está pasando, ella sigue aferrándose a él como una sanguijuela. ¡No tiene ni una pizca de vergüenza!
Las risas maliciosas resonaron en el aire mientras otra voz se unía al coro:
-Profesor, ¿de qué escuela viene? Deberíamos mandarle una manta de agradecimiento por educar a semejante alumna. ¡Hay que hacerle propaganda!
Mi estómago se revolvió. El divorcio con Simón aún no era público. En el cumpleaños de mi abuela, frente a todos, él había jurado que no había nada entre él y Violeta, que eran como hermanos. Pero cuando ambas caímos al agua, no dudó en salvarla a ella.
Los rumores sobre el favoritismo de Simón hacia su “hermanita” Violeta se esparcían como pólvora, haciendo que sus palabras en la fiesta sonaran huecas. La gente murmuraba que ella era su verdadero amor, que solo seguía conmigo para no perder su fortuna en un divorcio.
Algunos lo despreciaban por esto, pero muchos otros lo justificaban. ¿Quién querría perder la mitad de decenas de millones en un divorcio?
La humillación no solo me alcanzaba a mí, sino también a mi maestro. Un científico brillante, respetado en todo el mundo académico, ahora enfrentaba el escarnio público por mi culpa.
La rabia me consumía. Si tuviera un arma en ese momento…
Mis ojos se clavaron en Violeta como dagas:
-Más te vale que hagas que se disculpen con mi maestro. ¡Ahora mismo!
Violeta, lejos de intimidarse, se acercó con una sonrisa venenosa y susurró:
-Hermanita, ¿ya te diste cuenta de que ese video que guardabas tan celosamente desapareció de tu celular, tu computadora y hasta de la nube?
Mi sangre se heló. El hacker que Carlos había contratado no solo había infectado mi teléfono a través del enlace que me envió mi hermano, sino que había borrado todas mis copias de
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respaldo.
La confianza de Violeta era absoluta mientras se burlaba:
-Ay, hermanita, ¡qué lenta eres! Y este debe ser tu adorado profesor Luján, ¿verdad?
Se acercó aún más, su voz apenas un susurro:
-Dicen que el profesor Luján tiene una reputación impecable. ¿Qué pasaría si envío a alguien con tambores y platillos a la escuela con una manta que diga ‘Gracias por educar a una excelente amante‘?
Su sonrisa se volvió depredadora:
-Mira, si te vas a ir, vete, pero no seas tan ambiciosa. No te preocupes, si te portas bien, seré generosa. La empresa de nuestra tía se vendió en trece millones, que fue tu inversión con
Simón. Te daré el doble: veintiséis millones.
Sus ojos brillaron con malicia:
-Toma ese dinero y redacta un nuevo acuerdo de divorcio para Simón. Si no lo haces… bueno, me temo que tu querido profesor no tendrá un día de paz en lo que le resta de vida. Y sabes que puedo hacer mucho más que mandar mantas.
Violeta había orquestado todo esto sabiendo que yo quería volver a la escuela para hacer un posgrado. Incluso si no lograba casarse con Simón, estaba determinada a evitar que me llevara una parte significativa de su fortuna.
La hostilidad en mi mirada se intensificó. Podía soportar sus amenazas y humillaciones hacia mí, pero meterse con mi maestro…
-Violeta, te lo advierto: haz que se disculpen con mi maestro ahora mismo y que jamás vuelvan a cruzarse en su camino. De lo contrario, las consecuencias serán más de lo que
puedas manejar.
-¿De verdad cree que sin ese video puede seguir humillándome así?
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