Capítulo 63
La mirada de Simón se iluminó al verme. Sus pasos resonaron contra el piso de mármol mientras se acercaba con urgencia.
El rostro de Violeta se contrajo en una mueca de dolor cuando Simón pasó junto a ella. Sus piernas temblaron y su cuerpo se desplomó con una gracia estudiada.
La transformación en el rostro de Simón fue instantánea. Olvidándose por completo de mi presencia, se abalanzó para sostener a Violeta entre sus brazos. Sus manos la sujetaron con una delicadeza que alguna vez me perteneció.
Una sonrisa triunfante se dibujó en los labios de Violeta cuando Simón no podía verla, sus ojos brillando con malicia en mi dirección. Le devolví la sonrisa, saboreando la ironía. Que siguiera con sus trucos, cada una de sus pequeñas actuaciones me acercaba más al divorcio que tanto anhelaba.
Celeste se precipitó hacia ellos, su voz teñida de una preocupación exagerada.
-¡Violeta! ¿Qué te sucedió? ¿Fue Luz? ¿Te robó algo y te hizo enojar?
Las lágrimas brotaron de los ojos de Celeste mientras se dirigía a Simón.
-Simón, nos pides que cedamos ante Luz, y todos la dejamos hacer lo que quiere, pero se está pasando. ¡Sabiendo lo mucho que Violeta necesitaba la obra de Pierre, se la arrebató a propósito! ¡Mira cómo la puso!
Sus ojos se encendieron con indignación.
-¡Es como si quisiera ver muerta a Violeta!
Violeta se acurrucó más cerca de Simón, su voz apenas un susurro.
-No digas eso, Celeste… Si mi hermana la quiere, que se la quede… No me importa…
-Pero… Las lágrimas de Celeste se intensificaron.
El teatro de Violeta era perfecto. Sin haber pronunciado palabra, me había convertido en el monstruo de la historia. Sentí a Gabi tensarse a mi lado, lista para defenderme, pero la detuve con un gesto sutil. “¿Por qué interrumpir una actuación tan conveniente?“, pensé.
Simón me miró, sus cejas fruncidas en desaprobación.
-Luz, sabes perfectamente lo mucho que Violeta necesita la nueva colección de Pierre. ¿Por qué tenías que quitársela?
Su voz se suavizó, intentando razonar conmigo.
-Entiendo que sigas molesta, pero no te desquites con Violeta, por favor.
Se pasó una mano por el cabello, frustrado.
-Sabes qué día es hoy. Sabes cuánto significa para ella el diseño de Pierre. Fue la última
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promesa que le hizo a su madre en su lecho de muerte. Mi amor, ya basta de pleitos, ¿sí?
La frustración emanaba de Simón en oleadas. En su mente, yo era la villana perfecta: sabía que hoy era el aniversario de la muerte de la madre biológica de Violeta, una mujer que había adorado obsesivamente las creaciones de Pierre. Incluso en sus últimos momentos, le había hecho prometer a Violeta que mantendría viva esta tradición. Y aquí estaba yo, la hermanastra cruel, arrebatándole este pequeño consuelo en un día tan significativo.
Una sonrisa amarga se dibujó en mis labios mientras observaba la escena. El mismo hombre que esta mañana me enviaba mensajes dulces, recordando nuestro pasado con nostalgia, ahora me juzgaba sin siquiera preguntarme mi versión. ¿No había jurado que las cosas serían diferentes? Y sin embargo, aquí estábamos de nuevo.
“Los hombres son actores natos“, reflexioné. Si no fuera por su instinto de proteger a Violeta de cualquier incomodidad, casi habría creído en su supuesto deseo de reconciliación.
-¿Entonces si ella necesita algo, tengo que dárselo sin más? -Mi voz destilaba ironía-. Yo necesito divorciarme de ti, ¿por qué no me concedes eso?
El rostro de Simón se ensombreció.
-Ya que no soportas ver sufrir a Violeta ni un segundo, ¿qué te parece si firmamos los papeles del divorcio? Con una mano firmas, y con la otra le das lo que tanto quiere.
La expresión de Simón se tornó aún más oscura.
Arqueé las cejas con fingida sorpresa.
-¿Qué sucede? ¿El presidente Rivero no está dispuesto? -Mi voz se llenó de falsa preocupación. ¿Cómo puedes negarte? ¡Mira, mira cuánto está sufriendo Violeta!
Mi risa resonó con amargura.
-¿Cómo puedes ser tan cruel? ¿No ves lo mucho que necesita la obra de Pierre? ¿De verdad vas a quedarte ahí parado mientras se muere de angustia?