Capítulo 61
El rostro de Simón perdió todo color, como si la sangre hubiera huido de sus venas. La revelación de su ignorancia sobre mi alergia lo había golpeado como una bofetada.
Patricia observaba la escena en silencio, sus ojos oscilando entre la compasión y el juicio. Mientras preparaba el pan, había intentado advertirle que estaba usando demasiadas nueces, mencionando que nunca me había visto comer alguna en casa. Pero Simón, con su típica arrogancia, había insistido en que eran mi favoritas.
“Pobrecita señora“, pensaba Patricia. “Ni siquiera yo, siendo solo la empleada, sabía que era alérgica. ¿Qué clase de esposo…?”
Tomé la última cucharada de atole con deliberada lentitud, saboreando no solo el dulce sabor
sino también el momento.
-Ya terminé. Me voy arriba.
Simón desapareció el resto del día, probablemente demasiado avergonzado para enfrentar su monumental error. Sin embargo, su ausencia física no significó el fin de sus intentos por
reconquistarme.
Los días siguientes trajeron una avalancha de regalos, cada uno cuidadosamente seleccionado para apelar a mis verdaderos gustos. Esta vez sí había hecho su tarea, eligiendo detalles que, en otro tiempo, me habrían derretido el corazón.
“¿Y eso qué?“, me repetía cada vez que llegaba un nuevo regalo. El amor que alguna vez sentí por él se había desvanecido como niebla bajo el sol. Ni todos los regalos del mundo podrían
revivirlo.
Los aceptaba sin culpa. Después de todo lo que había sacrificado por él, después de su constante desprecio, unos cuantos regalos eran lo mínimo que me debía.
Gabi me observaba con preocupación mientras tomábamos café en nuestra cafetería favorita. Su taza permanecía intacta mientras me escudriñaba con ojos entrecerrados.
-No me digas que vas a perdonarlo nomás porque te está llenando de regalos.
Sus dedos tamborileaban nerviosamente sobre la mesa.
-Te lo advierto, Luz. Si vuelves con él, hasta aquí llegamos tú y yo. ¡No vuelvas a pedirme que te perdone!
El miedo en su voz era palpable. No soportaba la idea de verme regresar a aquella versión patética de mí misma, esa mujer sin dignidad ni voluntad propia.
Me incliné hacia ella con una sonrisa tranquila y enlacé mi brazo con el suyo.
-¿Cómo crees?
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Capitulo 61
-¿Cómo que cómo?-resopló Antes también jurabas y perjurabas que lo ibas a dejar y nomás te hacia un poquito de caso y ahí ibas corriendo de regreso
No podía culparla por su desconfianza. No soy masoquista ni superheroína; nadie puede vivir indefinidamente en el dolor y seguir adelante como si nada. Había tenido mis momentos de
debilidad, mis intentos de escape.
Le lloraba a Gabi, jurando entre lágrimas que “mañana mismo” me divorciaría Entonces Simón se transformaba temporalmente en el esposo perfecto, alimentando mi esperanza de recuperar aquel amor de cuento de hadas. Pero tan pronto como me recuperaba, su máscara de dulzura
se desvanecía.
Era un ciclo vicioso del que parecía imposible escapar. No podía contar las veces que le había prometido a Gabi que dejaría a Simón, solo para volver arrastrándome a sus pies días después. En su lugar, yo tampoco me creería.
Esta vez no hice promesas grandilocuentes. Simplemente sonreí y dije:
-Corazón, no lo olvides: ya lo olvidé. Lo que sentía por él… simplemente ya no está.
Antes, mi amor enfermizo por él me mantenía atrapada en una constante agonía. Ahora, ese amor se había evaporado. Bueno, no es que no sintiera nada… sí había un sentimiento.
Asco. Puro y simple asco.
Gabi me estudió en silencio. Sus ojos recorrieron mi rostro, buscando algún rastro de aquella mujer rota y desesperada que había sido. Al no encontrarlo, por fin sonrió, entendiendo que esta vez era