Capítulo 59
Las palabras se me atoraron en la garganta. Quería gritarle que me daba asco, pero mi cuerpo exhausto no estaba para discutir con un borracho.
-Suéltame primero -mi voz salió tensa, controlada-. No soporto que me toques así.
Simón aflojó apenas su agarre, pero sus brazos seguían aprisionándome como cadenas. El aroma a whisky que emanaba de él me revolvía el estómago.
-Dices que vas a cambiar -continué, midiendo cada palabra-. Pero las promesas no sirven de nada. No puedes lastimarme una y otra vez y esperar que un simple “perdón” lo arregle todo, menos después de casi matarme.
Sentí cómo su cuerpo se tensaba ante la mención del incidente en la alberca. La culpa, al menos por eso, parecía genuina. Sus brazos me apretaron con más fuerza, como si temiera que me fuera a desvanecer.
-Ya es tarde y quiero dormir -dije, adoptando un tono más suave-. Tal vez, si demuestras con hechos que has cambiado, algún día podría dejar atrás todo este dolor.
Era una mentira piadosa. No se trataba de perdonar o no perdonar. Simplemente ya no quedaba nada entre nosotros, ni siquiera el rencor merecía la pena.
Después de un silencio que pareció eterno, Simón hundió más su rostro en mi cuello. Su respiración cálida me provocó un escalofrío de repulsión.
-Mi amor, déjame abrazarte para dormir -susurró con voz quebrada-. Hace tanto que no te tengo así…
Una risa escapó de mis labios.
-¿Y de quién es la culpa? -el veneno en mi voz era palpable-. Estuve tres meses pudriéndome en el hospital y ni te dignaste a aparecer.
Me detuve un momento, saboreando las siguientes palabras:
-Ah, no, perdón. Sí fuiste una vez. No a verme, claro. Solo a exigirme que le pidiera perdón a tu
adorada Violeta.
Simón exhaló pesadamente. El alcohol parecía estar nublando su capacidad para mantener su fachada habitual.
-Esos tres meses estuve… -se interrumpió, buscando las palabras-. De verdad estuve muy ocupado. La oficina en el extranjero, la fábrica en Villa San Gregorio… Todo se complicó.
“Los caprichos de su esposa podían esperar“, casi lo podía oír pensarlo.
-Tan ocupado que tuviste tiempo de ir al bar con Violeta -repliqué con una sonrisa amarga-, Tan ocupado que pudiste presionarme por sus disculpas. Pero demasiado ocupado para visitar a tu esposa moribunda, ¿no?
20.02
Capitulo 59
Su cuerpo se tensó. Podía sentir su irritación creciendo. Mi Simón de siempre: tan limitada su paciencia cuando sus tácticas de manipulación no funcionaban.
“¿Lo ves?“, le susurré mentalmente a mi yo del pasado. “¿Así se comporta alguien que te ama?” -Mi amor -su voz se suavizó de nuevo, volviendo a su papel de esposo arrepentido-. Sé que cometí errores, pero ¿no dijimos que íbamos a empezar de nuevo?
No pude contener una risa mordaz. ¿En serio creía que después de manipularme por años, después de casi matarme dos veces, iba a olvidarlo todo con unas cuantas palabras bonitas?
-Simón -mi voz cortó el aire como un cuchillo-. Suéltame y lárgate ahora mismo, o te juro que nunca, en esta vida, te voy a perdonar.
El silencio que siguió fue pesado, denso. Después de lo que pareció una eternidad, sus brazos finalmente me liberaron.
-Descansa, mi amor -murmuró mientras se levantaba-. Te voy a demostrar que he
cambiado.
En su mente alcoholizada, seguramente pensaba que solo era otro berrinche de su esposa. Que con un poco de esfuerzo extra la reconquistaría. No entendía que casi ahogarme había sido la gota que derramó el vaso.
A pesar de haberme desvelado, desperté a mi hora habitual. Cuando bajé al comedor, Simón ya estaba ahí.
Al verme aparecer, se levantó de inmediato. Con gestos estudiados de caballero perfecto, me acomodó la silla. Comenzó a servirme el desayuno con una diligencia que nunca había
mostrado.
Lo observé de reojo, sin dignificarme a romper el silencio. Hasta que colocó frente a mí un pan que despedía un aroma dulzón.
-Mira, mi amor -su voz rezumaba orgullo-. Es el pan de nueces que tanto te gusta. Me levanté a las cinco para preparártelo. ¡Pruébalo!
“Mentiroso“, pensé, conteniendo una sonrisa sarcástica. Simón era un desastre en la cocina, incapaz de hervir agua sin quemarla. Seguramente había acosado a Patricia hasta que la pobre mujer le explicó cómo hacer el platillo más sencillo y rápido.