Capítulo 54
La noche anterior no había contestado el teléfono por accidente, pero ahora Irene colgaba su llamada deliberadamente. La mandíbula de Romeo se tensó mientras un músculo palpitaba
en su mejilla.
“Malagradecida“, masculló entre dientes.
Con un movimiento brusco, guardó el celular en el bolsillo de su saco, se deslizó tras el volante y arrancó el auto con más fuerza de la necesaria. El rugido del motor resonó por el estacionamiento del hospital mientras se alejaba.
Inés, percibiendo la tormenta que se agitaba bajo la superficie de su aparente calma, optó por mantener un prudente silencio. Con un movimiento discreto, dejó caer su lápiz labial bajo el asiento del copiloto.
El teléfono de Irene vibró justo cuando ella y Natalia salían del elevador. La pantalla mostró el nombre de Romeo. Sin un instante de vacilación, Irene rechazó la llamada.
Esta súbita muestra de interés llegaba demasiado tarde; era como sal sobre una herida abierta. No necesitaba su fingida preocupación. Después de tantos años juntos, conocía demasiado bien a Romeo: esto no era más que una formalidad, simple curiosidad por saber cómo había terminado en el hospital. Un dolor agudo le atravesó el pecho, como si miles de agujas se clavaran en su corazón.
Cerca del hospital, una bulliciosa calle albergaba numerosos puestos de desayuno que emanaban los aromas característicos de Puerto del Oeste. Mientras empujaba la silla de ruedas, Natalia alternaba entre maldecir a Romeo en sus pensamientos y tratar de animar a su amiga.
-¡Mira el lado bueno! -exclamó con fingida alegría-. ¿Cuándo fue la última vez que tuvimos chance de venir a desayunar aquí? ¡Esto está buenísimo!
Los ojos de Irene se perdieron en la distancia.
-La última vez fue antes de graduarme de la universidad.
-¡No manches, yo también! -Los ojos de Natalia brillaron con nostalgia mientras inhalaba profundamente el aroma de la comida-. ¡Tú me trajiste! Hoy vamos a probar de todo, ¿eh? ¡No nos vamos hasta que hayamos comido en cada puesto!
El bullicio de la calle y el constante ir y venir de la gente fueron diluyendo gradualmente la melancolía de Irene. Se dejó guiar por el entusiasmo de Natalia, deteniéndose en cada puesto. Antes de darse cuenta, sus manos estaban repletas de paquetes y bolsas.
Encontraron un local de gorditas y pidieron un plato cada una. Irene observó a su amiga con preocupación.
-Nati, después me regresas al cuarto. Si tienes pendientes, no te preocupes por mí.
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Capítulo 54
Sabía que su amiga estaba saturada de trabajo; los restaurantes de la familia Aranda siempre estaban a reventar.
Natalia comenzó a desempacar la comida, distribuyéndola sobre la mesa.
-Cuando regrese mi hermano me voy a poder desentender de todo eso. Los restaurantes no son mi bronca.
-¿Por qué regresó David así de repente? -La pregunta escapó de los labios de Irene antes de poder contenerse, recordando las palabras enigmáticas de David.
La familia Aranda era reconocida por sus restaurantes y hoteles, pero David había elegido estudiar diseño de interiores en la universidad, apartándose del negocio familiar. Su decisión había enfurecido tanto a la familia que su padre había terminado en el hospital. Todo esto lo sabía Irene por las conversaciones con Natalia.
Un suspiro escapó de los labios de Natalia.
-Ni yo entiendo qué trae mi hermano en la cabeza. Abrió su despacho de diseño en el extranjero, hasta premios ganó. Mi papá ya estaba contento, las cosas iban mejorando… y de repente, ¡zas! Retiró toda su inversión y se regresó. Mi papá se puso furioso y le aventó toda la responsabilidad de los negocios familiares encima. David no tuvo de otra más que aceptar, para evitar que mi papá se nos fuera al hospital otra vez.
La familia Aranda manejaba múltiples negocios, incluyendo el estudio Píxel & Pulso. Irene pensó que “hacerse cargo” era quedarse corto para describir la montaña de responsabilidades que ahora pesaba sobre los hombros de David. Pero ese era un asunto familiar de los Aranda, así que escuchó las quejas de Natalia sin interrumpir.
Una hora después, regresaron a la habitación del hospital. El cuarto contiguo estaba vacío.
Natalia se desplomó en el sofá, visiblemente frustrada. Después de un momento, se levantó de un salto y se sentó en la orilla de la cama, clavando su mirada en Irene.
-Si tienes algo que decir, suéltalo.
Aunque Irene prefería no tocar el tema de Romeo, temía que Natalia estuviera a punto de explotar.
-¿No hay avances con el caso de tu hermano? ¿Cuándo te vas a poder divorciar de una buena
vez?
Natalia evitó mencionar directamente a Romeo e Inés para no lastimar más a su amiga.
Irene negó con la cabeza.
-Si hubiera novedades, Gabriel o el abogado ya me habrían avisado.
-Ya que Romeo metió las narices en esto, debería resolverse pronto -Natalia hizo una pausa antes de continuar-. ¿No has pensado en mejor ya no entrar a Píxel & Pulso? ¿Irte lejos de Puerto del Oeste?
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