Cicatrices de Novela 466

Capítulo 466 

La antigua creencia resonaba en el pasado como un eco distante. Cuando Jacinta se unió a la familia Ayala, aquella superstición sobre los gemelos le pareció a la joven tan peculiar como fascinante: el nacimiento de dos niñas presagiaba riqueza y fortuna, cual jardín floreciente en primavera. La llegada de una pareja mixta auguraba armonía y prosperidad, como el equilibrio perfecto entre el sol y la luna. Pero dos varones… dos varones eran una maldición susurrada. Uno portaría la luz; el otro, las sombras. Hermanos destinados a una danza mortal donde solo uno sobreviviría. 

En aquel entonces, la soberbia de la educación científica de Jacinta la hizo desdeñar tales creencias. Las palabras del sacerdote le parecieron a la joven vacías, meras conjeturas envueltas en misticismo. ¿Qué clase de iluminado divino necesitaba hablar en condicionales? Si su don fuera genuino, ¿no habría visto con claridad el género de las criaturas en su vientre? 

Pero ahora, Carla, sentada frente a Israel, sentía cómo aquellas palabras ancestrales cobraban un peso inquietante. La profecía del bien y el mal se materializaba ante sus ojos con una precisión que estremecía su racionalidad. 

-¿Te asusté? -La voz de Israel destilaba sarcasmo mientras una sonrisa torcida se dibujaba en sus labios. No finjas ser una santa, Carla. Tú y yo sabemos que tienes tus propios demonios. 

El silencio de Carla fue una confesión tácita. Las máscaras caían entre ellos, revelando verdades que siempre habían estado ahí, agazapadas en las sombras. 

-¿Por qué querías que te reconociera? -preguntó Carla tras una pausa calculada. 

-Simón es predecible en su estado actual -respondió Israel con un desprecio apenas disimulado. Con unas cuantas cámaras estratégicamente colocadas, puedo estudiar sus movimientos. Mi plan es acercarme a su esposa haciéndome pasar por él. Necesito que colabore en cierto… proyecto. 

La revelación activó las alarmas en la mente de Carla. Su red de contactos la había mantenido informada sobre Luz y el grupo criminal que la cortejaba para sus investigaciones. El mismo grupo cuyo yate había sido escenario de la supuesta muerte de Israel. 

-¿Te aliaste con ellos? -Las palabras de Carla salieron tensas, medidas. 

Una sonrisa depredadora se extendió por el rostro de Israel mientras se reclinaba en la silla con elegante despreocupación. 

-Digamos que ahora yo dirijo la orquesta. 

La sorpresa golpeó a Carla como una bofetada. Su red de información, tejida en los círculos más exclusivos de la sociedad, pintaba al líder de ese grupo como un implacable magnate ruso. Israel había mostrado interés en colaborar con ellos antes, pero Héctor, con su inquebrantable moral, había bloqueado cualquier acercamiento. ¿Cómo había escalado Israel hasta la cima de esa organización en apenas dos años? 

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Capítulo 466 

-Porque tu esposo es excepcional, querida -respondió Israel a la pregunta no formulada de Carla, saboreando cada palabra-. Lo que deseo, lo obtengo. 

La mirada de Carla se tornó afilada mientras un pensamiento crucial emergía. 

-Las autoridades están tras la pista de ese grupo -pronunció Carla cada palabra con deliberada lentitud-. Estás poniendo en riesgo a toda la familia Ayala. 

Para Carla, el apellido Ayala era más que un nombre: era poder, prestigio, su más valiosa posesión. Cualquier amenaza contra la familia era un ataque directo a su patrimonio. 

-Tranquila -la voz de Israel destilaba confianza-. La familia Ayala permanecerá intacta. Todos los actos reprobables llevarán la firma de Simón, no la mía. Solo quiero experimentar una vida diferente por un tiempo, vivir sin restricciones. Cuando me aburra, volveré. Los Ayala no sufrirán las consecuencias. 

“Tal vez soy exactamente lo que dijeron“, reflexionaba Israel. Desde su más temprana infancia, había sentido una atracción magnética hacia lo prohibido, una sed insaciable por transgredir límites. Pero como primogénito y heredero de los Ayala, cada uno de sus movimientos había sido vigilado con ojo crítico. La perfección no era una meta, era una obligación.