Capítulo 446
Me quedé en silencio, observando la expresión soñadora de Gabi.
-¡Así es exactamente como pasa en las novelas! -exclamó ella, sus ojos brillando con la convicción de quien ha leído suficientes historias de amor para considerarse una experta.
Su entusiasmo era tan contagioso que tanto su esposo como yo intercambiamos miradas divertidas antes de estallar en risas. Para nosotros, Gabi vivía perpetuamente entre las páginas de sus novelas románticas, donde cada coincidencia escondía un destino entrelazado y cada mirada guardaba una promesa de amor eterno.
Qué equivocados estábamos al pensar que su imaginación volaba demasiado alto. La realidad, como suele suceder, superaba cualquier ficción, y el instinto de Gabi había captado una verdad que nosotros no alcanzábamos a ver.
Para celebrar el reencuentro, Gabi insistió en llevarnos a un karaoke. La velada se convirtió en una ventana perfecta para conocer mejor a Miguel Arroyo, su esposo. Mientras lo observaba interactuar con Gabi, comprendí por qué mi amiga, quien siempre había defendido el amor libre sobre el matrimonio, había decidido dar el paso hacia el altar.
Miguel era como una rara joya en el mundo actual: un arqueólogo apasionado que vivía entre vestigios antiguos y teorías fascinantes. Su dedicación a la ciencia lo mantenía en un mundo propio, alejado de las intrigas y superficialidades de la sociedad moderna. Su posición académica le proporcionaba una vida cómoda, sin los apremios económicos que suelen tensionar los matrimonios jóvenes.
Juntos formaban una pareja envidiable: dos profesionales exitosos, unidos por el amor y la complicidad, sin preocupaciones materiales que empañaran su felicidad.
Esa noche, después de dejar a Miguel en casa, Gabi vino a dormir conmigo. Apenas nos acomodamos bajo las sábanas, recordó algo pendiente.
-Oye, ¿cuáles eran esas buenas noticias que me ibas a contar cuando regresara?
Le revelé mi embarazo y que esperaba gemelos. Ella se incorporó de golpe, como si la cama
tuviera un resorte.
-¿Cuándo fuiste a la clínica de inseminación? -preguntó, recordando nuestras conversaciones previas sobre mi deseo de ser madre soltera.
-No fue inseminación… -murmuré, antes de relatarle lo sucedido con Simón en la fiesta.
Su rostro atravesó un caleidoscopio de emociones mientras procesaba la información. Un silencio denso se instaló entre nosotras.
-Luz… ¡Simón ya tiene un hijo con Carla! -su voz reflejaba preocupación genuina.
-Lo sé perfectamente. Entre él y yo no puede existir nada más, ya se lo dejé claro.
-Entonces… entonces… -Gabi titubeó. Quería preguntarme por qué había decidido conservar a
1/2
15:03
Capitulo 446
los hijos de Simón, pero se contuvo. Conocía mi historia, el aborto espontáneo en el mar, mi delicada salud. Comprendía que la oportunidad de tener gemelos era un regalo que quizás no se repetiría.
Me envolvió en un abrazo protector mientras las lágrimas asomaban a sus ojos.
-Amiga, eres tan joven todavía. Si te quedas con estos bebés, ¿cómo vas a encontrar pareja después? -su voz se quebró ligeramente- ¿Piensas vivir sola para siempre?
“¡Apenas tienes veintiocho años!“, parecían gritar sus ojos.
Una sonrisa serena se dibujó en mis labios.
-No tiene nada de malo vivir sola, Gabi. Además, ¿cómo podría sentirme sola con dos hijos?
Después de Nicolás, había renunciado a la idea del matrimonio, y ahora, con mis futuros bebés, menos deseaba buscar una pareja. Mi amor por Simón había consumido toda mi capacidad de entrega romántica. No me quedaban fuerzas para volver a amar así, ni tampoco lo deseaba. Mi futuro estaba trazado: mi carrera profesional y mis hijos serían mi universo completo.
-Pero… pero no es lo mismo… -insistió Gabi. Como romántica empedernida, creía firmemente que mi juventud merecía una segunda oportunidad en el amor. Para ella, ni la riqueza, ni la amistad, ni siquiera la maternidad podían reemplazar el amor de pareja.