Capítulo 442
En la quietud de aquella tarde, los pensamientos de Simón se entrelazaban como una madeja de espinas. Cada gesto de cariño hacia Violeta había sido un dardo envenenado dirigido a mi corazón, y él lo sabía. Lo que comenzó como pequeños favores se transformó en una devoción obsesiva, igual que una enredadera que poco a poco asfixia al árbol que la sostiene. Sin darse cuenta, había convertido a Violeta en el centro de su universo, relegándome a las sombras de
su consciencia.
La conclusión de sus errores pesaba en su alma. Sus decisiones, una tras otra, los habían conducido a este momento inevitable, como gotas de lluvia que inexorablemente encuentran
su camino hacia el mar.
“No merezco nada“, resonaba en su mente mientras contemplaba el abismo que él mismo había cavado entre nosotros. La única forma de redimirse, pensaba, era permitir que yo floreciera lejos de la sombra que proyectaba su presencia, mientras él se consumía en la oscuridad de su propia culpa.
Sus ojos, antes llenos de determinación, ahora suplicaban en silencio. Deseaba que encontrara un amor nuevo, uno que no estuviera manchado por las cicatrices del pasado.
Lo observé mientras sus labios pronunciaban palabras de despedida, mientras su voz se quebraba pidiendo perdón.
-Luz, necesito que me dejes ir… Busca a alguien más -sus palabras flotaron en el aire como hojas de otoño.
Las lágrimas rodaban por mis mejillas, pero no sentía la devastación que tanto había temido. En su lugar, una extraña calma se instalaba en mi pecho, como la serenidad que sigue a una tormenta. Por fin podía soltar las cadenas que me ataban a esta montaña rusa de emociones, este vaivén entre la añoranza y el sufrimiento.
y
Once años. Once años de amor intenso, de momentos que se grabaron en mi alma como tatuajes indelebles. ¿Cómo no derramar lágrimas al arrancar algo que había echado raíces tan profundas? Pero este dolor era diferente, más limpio, más necesario. Como el ardor de una herida que por fin comienza a sanar.
Sequé mis lágrimas con delicadeza. Quería grabar en mi memoria esta última imagen de Simón, crear un retrato mental que pudiera guardar en el archivo de mi historia. Lo vi a través del tiempo: el muchacho de diecisiete años con sonrisa radiante, el novio devoto en el altar, el esposo que se fue transformando hasta convertirse en un extraño cuando Violeta regresó.
El tiempo fluye como un río imparable, transformando personas y sentimientos. Él, que una vez juró amarme eternamente, ahora me pedía que buscara otro amor. Y yo, que creí que moriría sin él, descubría que podía respirar mejor, como si una pesada armadura se desprendiera de mi cuerpo.
“No hay nada eterno“, susurró mi corazón mientras archivaba nuestros recuerdos en ese cofre especial que todos guardamos en el alma.
1821
Capitulo 442
-Simón, te deseo una vida plena y exitosa -pronuncié con una sonrisa genuina.
Él hundió las manos en sus bolsillos, bajando la mirada para ocultar el brillo húmedo de sus ojos.
-Gracias. Espero que tu felicidad supere cualquier cosa que yo pudiera haberte dado.
-Gracias a ti también -respondí con suavidad.
Me incorporé con deliberada lentitud.
-Vine buscando claridad y la encontré. No hay más que decir -hice una pausa-. Me voy.
Durante los últimos dos años, desde el regreso de Violeta, había visto incontables veces su espalda alejándose. Esta vez sería diferente. Esta vez, yo tomaría la iniciativa de partir, llevándome conmigo no el peso del abandono, sino la ligereza de la liberación.