Capítulo 44
Fruncí el ceño, sintiendo el peso familiar de la frustración.
-No es por lo de ayer, es que…
No pude terminar. Simón ya se estaba ajustando la corbata de seda italiana, ese gesto nervioso que tan bien conocía.
-Surgió algo urgente en la empresa. Tengo que irme.
“Típico“, pensé mientras lo veía marcharse. Siempre era igual: cuando se quedaba sin argumentos o cuando la realidad lo acorralaba, huía. Me dejaba sola para “calmarme“, esperando que el tiempo diluyera mi enojo en resignación. Y antes… antes funcionaba. Como una tonta, terminaba tragándome el orgullo por miedo a perderlo.
Mis cicatrices ardieron bajo la ropa, un recordatorio constante de todo lo que había cambiado. Una sonrisa amarga se dibujó en mis labios. Ya no era esa Luz que se conformaba con migajas de atención.
Cuando el eco de sus pasos se perdió en el pasillo, me moví con determinación. Recogí todo lo que había traído, cada detalle, cada objeto, y lo empaqué sin titubear. La basura afuera, donde pertenecía. Después, con movimientos metódicos, desinfecté cada rincón de la casa, como si quisiera borrar cualquier rastro de su presencia.
Solo entonces tomé el teléfono para llamar a mi abogado. Necesitaba saber exactamente cuáles eran mis posibilidades de ganar si solicitaba el divorcio.
El dolor de estómago llevaba días atormentando a Simón. No debería estar bebiendo, lo sabía perfectamente. Ni siquiera tenía ganas, pero después de dejar a Luz, se encontró vagando sin rumbo, perdido en una ciudad que de pronto parecía demasiado grande y vacía.
Sus manos apretaron el volante con fuerza mientras el auto se deslizaba por las calles hasta detenerse frente al club que solía frecuentar. El aroma familiar a cuero y whisky lo recibió como un viejo amigo.
Las memorias lo golpearon con fuerza. El amor de Luz había sido como un faro constante en su vida, iluminando cada rincón oscuro. Nunca se había sentido tan perdido, tan a la deriva. No importaba qué hubiera hecho en el pasado, ella siempre estaba ahí, esperando, amándolo incondicionalmente. Esa certeza le había dado la libertad de actuar sin pensar en las consecuencias.
Pero ahora ese amor se había esfumado como niebla bajo el sol, dejando solo un vacío que amenazaba con devorarlo.
La imagen de sus ojos lo perseguía. Esos ojos que antes brillaban con adoración cada vez que lo miraban, ahora solo reflejaban desprecio. ¿Cómo había sucedido? En el hospital, incluso herida, su mirada seguía llena de amor.
Capítulo 44
Apretó el vaso con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos.
¿Era porque la había dejado ahogarse en tres meses de conflicto sin ofrecerle una salida digna? ¿O porque su costumbre de priorizar a Violeta lo había cegado ante el peligro real que
Luz enfrentaba?
Nicolás observó con preocupación cómo su amigo se hundía cada vez más en el alcohol. El fantasma de una hemorragia estomacal lo hizo acercarse y arrebatarle el vaso de las manos.
La mirada que Simón le lanzó estaba cargada de una furia alcohólica. Nicolás solo pudo suspirar profundamente.
-A ver, explícame algo -Los ojos de Nicolás se clavaron en su amigo-. Si según tú te importa tanto tu esposa, ¿por qué siempre terminas dándole la espalda?
Las palabras cayeron como piedras en el silencio. Nicolás recordaba vívidamente lo sucedido en el banquete de Amparo. Primero, Simón declarando públicamente que no había nada entre él y Violeta, defendiendo el honor de Luz. Y al siguiente momento, cuando realmente importaba, eligiendo salvar a Violeta.
Pero lo peor no fue eso. No. Lo verdaderamente imperdonable fue después, cuando Luz estaba al borde de la muerte. Simón había preferido llevar a una Violeta perfectamente ilesa al hospital, abandonando a su esposa en manos de un desconocido.
Ese comportamiento no solo había partido el corazón de Luz. Había dejado a todos con un sabor amargo en la boca, como si cada palabra de amor que Simón hubiera profesado por Luz fuera una mentira. Como si sus declaraciones sobre la “hermandad” con Violeta fueran solo
una fachada para ocultar algo más profundo.
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