Capítulo 425
Una sonrisa temblorosa se dibujó en los labios de Carla mientras se volvía hacia él, intentando mantener la compostura a pesar del terror que la consumía por dentro.
-Israel, ya despertaste -musitó Carla con voz suave.
La sonrisa que él le ofreció solo sirvió para encender la furia en sus ojos. Con un movimiento brusco, Simón agarró la cobija a su lado y se la lanzó a Carla, sus manos temblando con una rabia apenas contenida.
La confianza ciega que Simón había depositado en Violeta Rosales lo había llevado a convencerse de que todo lo ocurrido entre él y yo formaba parte de un elaborado plan orquestado por mí. Ese convencimiento alimentó un odio tan profundo que lo empujó a ignorarme por completo, sometiéndome a un maltrato psicológico sistemático, permitiendo que otros me denigraran sin levantar un dedo en mi defensa.
Ahora él reconocía su ingenuidad de entonces. Sin embargo, en cuestiones del corazón, su camino siempre había sido recto como una flecha. Su afecto por Violeta, aunque genuino, carecía de límites definidos, producto de una infancia compartida donde el vínculo entre ellos superaba una simple amistad.
En aquellas noches donde su madre se ausentaba, él se encargaba de arrullar a Violeta hasta que el sueño la vencía. Esta cercanía desde la niñez, combinada con la aparente fragilidad de ella, había sembrado en él un instinto protector que perduró hasta la edad adulta, sin que él pudiera distinguir lo inapropiado de su comportamiento.
Al despertar a la realidad de sus acciones, las aceptó sin buscar excusas. Comprendía que cualquier explicación sonaría a justificación vacía. Pero en lo más profundo de su ser, mantenía la certeza absoluta de que jamás me traicionaría, ni siquiera en pensamiento.
La sombra de Federico Rivero, su padre, se proyectaba como una mancha oscura sobre su vida. Había sido testigo silencioso del sufrimiento de Carmen Mirasol ante las innumerables infidelidades de Federico, presenciando cómo su madre rozaba los límites de la desesperación, llegando incluso a intentar quitarse la vida. Estas cicatrices lo marcaron de forma indeleble, forjando en él la promesa inquebrantable de nunca convertirse en una réplica de su padre.
Su anhelo más profundo era entregar su amor a una única persona, manteniéndolo intacto, la pureza de ese sentimiento hasta el final de sus días. Por eso, incluso cuando el odio y los malentendidos nublaron su juicio, su único propósito era compartir su dolor conmigo, hacerme partícipe de su propia agonía,
A pesar del odio, a pesar del sufrimiento, la idea de una traición jamás cruzó por su mente. Su corazón, tanto en el amor como en el desprecio, latía únicamente por mí. Su mayor deseo era recuperar aquellos momentos donde caminábamos juntos, sus manos entrelazadas con las mías como eslabones de una cadena inquebrantable.
Había invertido cada gota de energía en desenredar la maraña de problemas entre nosotros,
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Capitulo 425
esperando pacientemente el momento en que todo estuviera bajo control, cuando ninguna fuerza externa pudiera separarnos nuevamente. La certeza de nuestra futura reconciliación lo mantenía en pie.
La posibilidad de haber estado con Carla sacudía los cimientos de su mundo. Tal acto no solo significaría el fin de cualquier esperanza de perdón por mi parte, sino también la destrucción completa de sus principios más fundamentales, manchando con un acto impuro todo lo que consideraba sagrado.
‘Cuando Carla se despojó de la cobija y sus miradas se cruzaron, Simón, ya vestido, se abalanzó sobre ella como una bestia salvaje. Sin darle tiempo a pronunciar palabra, sus dedos se cerraron alrededor de su cuello con una brutalidad escalofriante.
La mirada que emanaba de sus ojos ardía con una intensidad sobrenatural, como si las puertas del averno se hubieran abierto de par en par. El rostro de Carla, desprovisto de color, comenzó a adquirir un tono violáceo mientras luchaba por respirar.
-Carla, te lo advertí -gruñó Simón con voz ronca-. Te dije que no hicieras nada de lo que te arrepentirías. Si cruzaste esa línea, te juro que conocerás el verdadero significado del
sufrimiento.
Las palabras quedaron atrapadas en la garganta de Carla. Cuando la muerte parecía extender sus brazos hacia ella, Simón aflojó levemente su agarre. Como un náufrago alcanzando la superficie, Carla aspiró una bocanada desesperada de aire, su cuerpo entero temblando mientras el oxígeno volvía a circular por sus venas.
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