Capítulo 424
El alivio me invadió cuando me explicaron que necesitaban mi ayuda en el hospital del ejército por una lesión en la pierna. Era algo sencillo, rutinario, nada que ver con los eventos de la noche anterior. Les pedí un momento para recoger lo necesario, a lo que accedieron con un gesto profesional.
Gabi y yo subimos las escaleras en silencio. La presencia de tantos efectivos militares sugería que el paciente debía ser alguien importante, aunque se mantuvieron discretos sobre su identidad. El tiempo apremiaba; con toda una caravana esperando abajo, nos apresuramos a empacar lo esencial.
La escolta nos condujo al vehículo central de la formación. Al subir, mi respiración se detuvo por un instante. En el asiento trasero, con una expresión de desconcierto que seguramente reflejaba la mía, se encontraba Valentín Miranda.
-¿Luz? -musitó mi padre, evidentemente perturbado por este encuentro inesperado. Las primeras luces del amanecer revelaban su rostro desencajado.
La confusión se apoderó de mí. ¿No se trataba de examinar una lesión? ¿Por qué requerían la presencia de mi padre, un especialista en toxicología?
Mi padre se inclinó hacia mí, con la ansiedad dibujada en cada arruga de su rostro.
-Luz, ¿por qué me pidieron revisar una pierna?
“¿Habrán descubierto mis investigaciones?” La voz en su cabeza resonaba con un temor apenas contenido.
Lo observé de reojo. Lo habían convencido de subir al auto con el pretexto de examinar una lesión, pero su especialidad eran los venenos, no la traumatología. Su nerviosismo era palpable en cada movimiento inquieto, en cada respiración entrecortada.
Mantuve mi silencio. No tenía respuestas para sus preguntas, y aunque las tuviera, no me interesaba compartirlas.
-Luz–su mano temblorosa rozó mi brazo, sé que he fallado como padre, pero la sangre que
corre por nuestras venas…
Desvié la mirada hacia la ventana. El vínculo familiar que tanto mencionaba se había roto hace mucho, destrozado por sus propias acciones.
Antes de que pudiera continuar con sus súplicas, cerré los ojos. La fatiga me consumía, resultado de los eventos de la noche anterior y los residuos del medicamento en mi sistema. Aunque el sueño me eludía, ansiaba un momento de descanso, un breve respiro de esta
realidad.
-Mi amor… -susurró Simón entre sueños, extendiendo sus brazos en busca del calor familiar de su esposa.
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Capitulo 424
Sus manos encontraron solo el vacío.
La confusión inicial dio paso a una sensación de extrañeza que se deslizó por su consciencia como una serpiente. Algo no estaba bien.
Sus ojos se abrieron de golpe.
La imagen frente a él lo sacudió hasta la médula: no era su esposa quien se encontraba ahí, sino Carla, apenas cubriéndose.
Su mente se resistía a procesar la escena. Era imposible. Había estado completamente seguro de que era su esposa. ¿Cómo podía ser Carla? La realidad y sus recuerdos chocaban violentamente.
Carla no pudo ocultar su sorpresa al verlo despertar. El medicamento que había utilizado debería haberlo mantenido inconsciente por más tiempo. La ropa esparcida por el suelo y las marcas en su piel contaban una historia que ella esperaba fuera suficiente para convencerlo. Su mente trabajaba a toda velocidad, calculando cada movimiento. En situaciones como esta, la calma era su mejor aliada.