Capítulo 391
La luz tenue de la sala privada proyectaba sombras danzantes sobre el rostro de Simón mientras bajaba la mirada. El silencio se extendió como una bruma espesa antes de que sus palabras rompieran la quietud.
-Está bien, iré a confirmar su identidad y la enviaré a prisión.
Su respuesta, aunque precedida por una pausa, sonó precipitada, discordante con la esencia del hombre que conocía desde la juventud. La rapidez de su decisión despertó mis sospechas. Simón siempre había sido un hombre de sentimientos profundos, especialmente cuando se trataba de gratitud. El eco de sus palabras resonaba con una falsedad que me resultaba imposible ignorar.
Después de descubrir la verdad, había seguido protegiendo a Violeta. Ahora que ella se había alejado de nuestras vidas bajo una nueva identidad, él podía mantener su distancia, una solución que yo podía aceptar. Pero pedirle que destruyera la vida que Violeta había construido, que la enviara tras las rejas… esa no era una decisión que pudiera tomar con tanta ligereza.
Mis ojos escrutaron su rostro, buscando la verdad en sus facciones. Al encontrarse con mi mirada inquisitiva, Simón desvió la suya instintivamente, un gesto que provocó en mí una risa
amarga.
-Simón, sabes que Violeta es útil para Alejandro ahora. No querías realmente enviarla a prisión, ¿verdad? ¿Por eso aceptaste tan rápido?
Vi cómo sus labios se separaban, preparándose para responder.
-No te atrevas a mentirme -lo interrumpí-. Si lo haces, jamás te lo perdonaré.
Los músculos de sus manos se tensaron, formando puños a los costados de su cuerpo. Su voz emergió cargada de una emoción contenida.
-Luz, todo lo que Violeta hizo antes fue por un malentendido contigo. Nunca tuvo la intención real de matarte.
Una leve vibración en su voz delataba su conflicto interno mientras continuaba:
-Sus padres me pidieron que cuidara de ella cuando murieron, y fallé en mi promesa. Permití que mi padre la lastimara. A los diecinueve años, en plena juventud, vivió una experiencia traumática. ¿Cómo podría mantener una mentalidad normal después de algo así? ¿Cómo no distorsionarse por dentro?
“Sigue justificándola“, pensé mientras la decepción se arraigaba en mi pecho.
-No volverá a hacerte daño -prosiguió-. Y cuando deje de ser útil para Alejandro, su destino tampoco será favorable. Dejémosla que enfrente las consecuencias de sus actos por sí misma, ¿podrías aceptar eso?
Sus palabras resonaron en la habitación, recordándome su promesa anterior: aquella sería la
1/2
Capítulo 391
última vez que ayudaría a Violeta. No volvería a intervenir por ella. Pero pedirle que la enviara personalmente a prisión… eso estaba más allá de sus límites.
La historia se desplegó en mi mente: Carmen Mirasol, débil después del parto, nunca pudo cuidar de él. Meses después, Lorena Sáenz asumió el papel de madre. Y luego estaba ese día crucial, cuando a sus seis años, Violeta lo salvó de ser atropellado por un camión.
Podía permitir que Violeta caminara hacia su propia destrucción, pero no podía pedirle a Simón que fuera el arquitecto de su caída.
Lo observé detenidamente, notando cómo persistía en creer que Violeta había sido una víctima de las circunstancias con Federico Rivero, cómo justificaba cada una de sus acciones deplorables. La futilidad de la situación me golpeó con fuerza, sellando mis labios.
“¿De qué sirve seguir con esto?“, me pregunté mientras el peso de la desilusión se asentaba en
mi interior.
-Esposa… su voz sonó desesperada mientras intentaba alcanzarme.
Me aparté de su mano extendida con indiferencia.
-Tu esposa ahora es la señorita López, no me llames así -repliqué con voz neutra-. Voy al baño, me adelanto.
-Esposa… insistió, pero el sonido de su celular lo interrumpió.
La pantalla mostraba el nombre de Carla. Tras ignorar la llamada, un mensaje apareció casi
instantáneamente.
[Israel, los últimos detalles del acuerdo necesitan tu confirmación, por favor regresa pronto.]
Su presencia en esta conferencia académica tenía un propósito claro: firmar un acuerdo con un prestigioso experto en IA. De ello dependía ganar más control sobre la familia Ayala y liberarse más rápidamente de su influencia.
-Esposa…
-Ya basta de “esposa” -lo corté mientras abría la puerta-. Ve y ocupate de tus asuntos. Sabes que no importa lo que digas, nada cambiará.
212